Llego a casa tras dormir dos días en una silla de hospital. Esta noche me han relevado y me dispongo a descansar en mi casa y en mi cama. No veo la hora de que llegue ese momento. A las diez de la noche caigo rendida en un dulce sueño, un fresquito llega a mí por la ventana y voy depositando el pesar de estos días en la almohada.
A las dos y media de la madrugada una música machacona y a un volumen desorbitado me despierta. Con desesperación recuerdo, “La Palapa”. Llamo a la policía, es la enésima vez que hago esta llamada este verano. Escucho lo mismo que otras veces: solo tenemos un coche patrulla, hacemos lo que podemos. Me pongo tapones, cierro el único alivio para el calor y comienza la pesadilla de todas las noches, la música resuena incluso con tapones y las ventanas cerradas. Doy vueltas en la cama, no concilio el sueño, mi pensamiento se desplaza a las dos próximas noches que debo estar otra vez en el hospital, también en la mañana que pasaré mañana en el trabajo si no puedo dormir, me quedan muy pocas horas para que suene el despertador, me desespero, una ira interna me hace maldecir y tener pensamientos horribles. Me siento impotente. Rompo a llorar.
Llevamos todo el verano sufriendo la música a un volumen elevadísimo de este local, somos cientos los vecinos afectados de numerosas comunidades cercanas a la Ronda Oeste, hemos denunciado, el Ayuntamiento conoce el problema perfectamente. La respuesta, inacción. Me pregunto ¿Qué más tendrá que ocurrir para alguien tome cartas en el asunto?