El historiador y escritor Julián Recuenco ha pronunciado este Viernes de Dolores un pregón como él mismo, en el que ha repasado la historia de la Semana Santa y ha entregado su lado más nazareno y cristiano. El acto, que ha tenido lugar en el Teatro Auditorio ha servido como pistoletazo de salida a la semana más grande de todo el año en Cuenca capital.
Recuenco ha pronunciado su pregón vestido con traje oscuro y corbata de nazareno, sin elevaciones de voz ni superficiales gesticulaciones, escribiendo desde sus vastos conocimientos, vivencias y recuerdos. Tras dedicar su obra a los nazarenos que se han incorporado ya a la procesión del cielo y a su padre, ha confesado que «esto es lo mejor que como nazareno me ha pasado, porque lo que más le gusta a un nazareno de Cuenca es poder hablar de su Semana Santa, poder dar el pregón es un orgullo que en principio debería ser una tarea sencilla de afrontar, y sin embargo qué dificil es hacer frente a la responsabilidad».
El pregonero se ha remontado a los orígenes de la Semana Santa de Cuenca «en un frío mes de primavera de algún año indeterminado del siglo XVI, en también un punto indeterminado pero reducido a la geografía urbana comprendida entre el convento de San Francisco y la ermita de San Roque, templos vecinos en la parte baja de la ciudad, en esa nueva Cuenca que en aquellos años estaba empezando a nacer al otro lado del Huécar».
En sus palabras, Recuenco ha señalado que «está cargada de mitos y de leyendas. Sin embargo, también es cierto que algunas veces, muchas, el mito es incluso más hermoso que la prosaica historia». En este sentido, ha aclarado que «poco importa el hecho de que, en realidad, nuestras hermandades de Semana Santa no tienen nada que ver con los gremios medievales. Sí, el mito puede ser hermoso, pero sólo si somos conscientes de que es eso, mito, y no lo intentamos confrontar con la historia; porque si lo hacemos, estaremos tergiversándola».
El historiador ha señalado que a menudo le preguntan cómo era la Semana Santa de Cuenca en sus primeros años, qué tenía en común, y qué la diferenciaba, con otras procesiones españolas similares, y como consecuencia «qué debemos hacer para despojarnos por completo de esas injerencias incorporadas a través de los siglos. Intentar responder a estas preguntas requeriría de otros espacios y otros auditorios, de una especie de ecumenismo intelectual entre antropólogos y sociólogos, entre folkloristas e historiadores de las mentalidades, pero lo cierto es que cualquier tradición, cualquier celebración importante, y la Semana Santa de Cuenca lo es, es el resultado de las tensiones entre una suerte de globalización y el genio colectivo de un pueblo concreto».
«Es ahí, en esa tensión lógica, consustancial al hombre que vive en sociedad, de la que no podemos huir si no queremos renunciar a ser nosotros mismos, donde debemos buscar esa esencia que es propia, que nunca debemos perder, y que nos caracteriza como nazarenos», ha sentenciado.
En su faceta de nazareno, Recuenco ha recordado desde sus años de niñez el Martes y Miércoles Santo, a cómo pasó a convertirse «en un enamorado de su Semana Santa», integrado desde casi todos los roles que se puede vivir la Pasión. Hermano, bancero, cetro, secretario, nazareno de tulipa… en una larga lista de hermandades, distintas hermandades, entre otras, la Soledad de San Agustín y el Huerto de San Antón.
Como cristiano ha recordado que «detrás de todo nazareno, detrás de todo enamorado de la Semana Santa, siempre hay un cristiano, aunque él no lo sepa, aunque su fe se encuentre a un nivel freático demasiado profundo en el pozo de su alma, y él ni siquiera alcance a imaginarlo».
En este punto ha destacado que «si Jesús pudo vencer a la Roma de los césares, nosotros, si nos empeñamos, con su ayuda, también podremos vencer a este mundo materialista, descreído, en el que nos ha tocado vivir. Los nazarenos de Cuenca, los nazarenos de este siglo XXI en el que ya estamos, tan diferente y, al mismo tiempo, tan semejante a la Roma del primer imperio, en la que vivió Jesús, porque Judea, también, era parte de Roma, tenemos la obligación vital de conseguirlo».
«Porque es éste, y no otro, el verdadero sentido de nuestras procesiones: seguir el ejemplo que Jesús nos ha dado, buscar nuestra propia Cruz en el siglo XXI. No se trata de que nos dejemos crucificar como Él lo hizo, pero sí de seguir su ejemplo, vivir en el amor», ha destacado.
Por último ha regalado en su despedida su lado más lírico, en el que ha cantado «al hermoso ulular de los chopos plateados desde las dos hoces de Cuenca» y al «tremolar al viento de las palmas y de los ramos de olivo», instando que «a que el Señor de Cuenca, amado a través de las diferentes advocaciones que dan nombre a cada una de nuestras hermandades, os acompañe, en ese lento peregrinar, en ese viaje infinito, a través de nuestras almas».
Amplia representación institucional y actuaciones musicales
El acto ha contado con la asistencia de numerosas autoridades públicas conquenses. Entre otras, el obispo de la Diócesis de Cuenca, José María Yanguas, el presidente de la Junta de Cofradías de Cuenca, Jorge Sánchez Albendea, el alcalde de Cuenca, Darío Dolz, el vicepresidente de la Junta de Cofradías de cuenca, José Luis Martínez Guijarro, la subdelegada del Gobierno en Cuenca, Mari Luz Fernández, la delegada de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Marian López, el delegado de Hacienda y secretario del PSOE local, Ramón Pérez Tornero, el presidente del Partido Popular de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, presidente del PP de Cuenca, Benjamín Prieto, concejales de todos los partidos políticos de la corporación municipal, diputados regionales, representantes de las hermandades en la Junta de Cofradías, autoridades de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Defensa y representantes culturales, como el vicerrector de Cultura, César Sánchez, por citar sólo algunos ejemplos. Cientos de conquenses no han querido perderse un pregón y han asistido como público llenando casi por completo el Teatro Auditorio de Cuenca.
El pregón ha sido presentado por la periodista conquense Águeda Lucas. El coro del Conservatorio dirigido por Jesús Mercado ha interpretado cuatro obras: ‘Locus Iste’, ‘Ave María’, ‘Stabat Mater’ y una vez más el protagonismo ha sido para el ‘Miserere de Cuenca’. Posteriormente, ha continuado el repertorio musical la Banda de Música de Cuenca dirigida por Juan Carlos Aguilar, que ha interpretado ‘La palma al viento’, ‘cien años de Oración’ y ‘San Juan’.
En cuanto al apartado visual, el centro del escenario ha presidido el acto del pregón una cruz de madera rodeada de adornos florales, entre los que destacaban ramas de olivo. Han acompañado al pregonero los guiones de las hermandades de Jesús Entrando en Jerusalén, la Oración en el Huerto de San Estaban y la Santa Cena. El atril donde Julián Recuenco ha pronunciado sus palabras estaba situado cerca de uno de los laterales del escenario y junto a él, el cartel de la Semana Santa obra de José María Albareda y el guion de la Junta de Cofradías de Cuenca. En el otro lateral, el izquierdo desde la vista de los espectadores, una traductora de signos ha ido traduciendo simultáneamente a asistentes con discapacidad auditiva.