El Domingo de Ramos se escabulle del pesimismo meteorológico y ciega de luz una festiva Cuenca

La procesión del Hosanna salió con incertidumbre y terminó eufórica en un desfile repleto de recuerdos y momentos llenos de simbolismo

Foto: Paula Barriga

Como si fuera Roger Thornhill, el escurridizo personaje que interpreta Cary Grant en la hitchcockiana ‘Con la muerte en los talones’, la procesión del Hosanna en Cuenca volvió a escabullirse de los más derrotistas vaticinios meteorológicos. El año pasado fue uno de los dos únicos cortejos indultados por la lluvia y en este Domingo de Ramos de 2025 también se libró del líquido elemento refutando a mapas y radares que le ponían un 1 fijo en las quinielas de las suspensiones. La mañana había comenzado con los conquenses mirando al cielo, bien directamente o por intermediación de aplicaciones sobre el tiempo. Y terminó con el Jesús de la Borriquilla y su Madre alzándose hasta Él (en figurado sentido y con mayúscula) con Cuenca de equipaje, respirando incienso y de luz cegados.

Las tres aldabadas de los hermanos mayores de ‘Nuestro Padre Jesús entrado en Jerusalén y la Virgen de la Esperanza’ en las puertas de San Andrés tenían esta vez un objetivo añadido al ya tradicional de llamar a la procesión y anunciar el comienzo de la Semana Santa. Buscaban ahuyentar nubarrones y disipar la niebla aún colgada de casas y cosas, como la percusión atávica de una danza de la lluvia a la inversa. Sonaron puntualísimas a las nueve y media de la mañana. En el interior del efímeramente resacralizado templo, los previos habían venido cargados de emoción, de reencuentros donde se compartían amores y dolores.  Juntos, como hermanos, en blanco y rojo, en pureza y sangre.

Los primeros rostros que asomaron desde la iglesia reflejaron la incertidumbre y la responsabilidad que pesaban aún sobre los ánimos, tanto como la primera carga de los pasos. “A las 12 dicen que viene un chaparrón (…) A mí me ponía a las 10, pero un 20%”, se había oído entre los espectadores antes de que reinase el silencio. Pero pronto fue otra la agenda setting: diálogos e intereses se internaron por distintos derroteros. Y no se explicó solo por la mejoría del tiempo, sino por el derroche de catequesis multisensorial y conmovedora entrega que la cofradía regaló generosa desde los comienzos. El espacio inmediato de la plazoleta es escueto e irregular, pero ni lo uno y lo otro disuadió a los banceros de La Borriquilla de moverla ya con su ritmo ágil y alegre, vibrantemente bíblico y que no se abandonó prácticamente en todo el itinerario. El capuz tapa, pero hay sonrisas que se transparentan bajo la tela de sarga.  Otro tanto se puede decir de la Virgen de la Esperanza, que entonces ya tuvo el primer momento de comunión musical con el paso que le precedía. Lástima el revuelo y murmullo cuando ya encaraba su descenso: demasiada impaciencia por hablar y marchar del público que obligó a algún chisteo para recuperar el tono de recogimiento.

Sonidos

Los primeros redobles de tambor que atronaron El Peso venían este año adornados de aniversario. 20 años lleva la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías abriendo procesión, marcando el ritmo no solo en lo sonoro. También estaban puestas muchas miradas, o más bien oídos, en la otra banda, la municipal de Cuenca. Reaparecía en Semana Santa tras el proceloso proceso administrativo que terminó con la adjudicación del servicio a la Asociación Virgen de la Luz, que lo había gestionado en las últimas décadas. Lo hizo dirigida por primera vez por Jesús Mercado, que alternará esa bicéfala responsabilidad con Miriam Castellanos. “Menos mal que están”, “No podían ser otros”, oyó este cronista en las aceras cuando asomaban con un repertorio que no se diferenció demasiado del que acostumbraban en esta jornada con Juan Carlos Aguilar a la batuta: ‘Costalero’, ‘Entre palmas y ramos’ y mucho José Vélez.

Otros sonidos asordaron de belleza el inicio, como los de las campanas de El Salvador, restauradas y con los yugos que propician volteos recuperados. Ya se encargaron de informar exhaustivamente que Cuenca vivía ya en Semana Santa, que la procesión bajaba por Solera, San Vicente y Alonso de Ojeda. Más de galope que de trote en ese tramo inicial.

En la Puerta de Valencia otra tesela se sumó al mosaico sonoro que habían configurado marchas, redobles, campanas y horquillas. Las Monjas Concepcionistas cantaron para Jesús ‘Shalom Hosanna’ de Joaquín Madurga, misma pieza que la edición anterior, y ‘Madre de Amor’ de Iruarrízaga para la Virgen. Fue una rentable transacción: ellas regalaron voces y recibieron flores de la hermandad. Y, unos y otros, su espiritualidad, distinta e igual, multiplicada.

El momento, que siempre es especial y cada vez congrega más testigos, pero este domingo rezumaba un simbolismo especial. Tras el incendio intencionado de mayo de 2024, era la primera vez que pasaba por allí una procesión del programa oficial de Semana Santa, extraordinarias aparte. El simbolismo y la belleza de su portada han reemergido como un Ave Fénix plateresco y también siguen ahí intacta, salva y salvífica una orden ligada a Cuenca desde hace más de cuatro centurias. Era fácil perder la cuenta de cuántas miradas cómplices se dirigieron hacia las religiosas. Una del alcalde, Darío Dolz, y otra del presidente de la Junta de Cofradías, Jorge Sánchez Albendea. Y varias de los representantes de la máxima institución nazarena que, como es costumbre en esta jornada, desfilaron durante todo el trayecto.

Calor y recuerdos

Las nubes más negras se blanquearon. Alguien acercó al sol y al calor desde la Estación del AVE o de dondequiera que estuvieran. De manera paralela los abrigos fueron desapareciendo para dar paso a un muestrario de modelos que ni la Madrid Fashion Week y el gentío fue una constante flanqueando el cortejo. Entre Las Torres y San Esteban se notó un incrementó sustancial también en las filas, especialmente de niños pequeños. No se puede decir lo mismo del pueblo fiel, de los devotos que de paisano se suman en la céntrica parroquia: fueron pocos y no crecieron demasiado. No faltaron acompañando a alguno de ellos las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia: esta es una procesión de muy distintos hábitos.

Ya explayándose, con los miedos sacudidos, el desfile redujo su velocidad. En Carretería los dos pasos giraron y se pusieron en paralelo para danzar al son de ‘Mesopotamia’ de Vélez en recuerdo de Pedro Ruiz Abarca ‘Peri’, Reconocimiento Gólgota 2025 In Memoriam. Aunque Antonio Abarca por primera vez en veinte años no ejerció de capataz en esta procesión, sí lo hizo justo en ese instante para homenajear a su primo. Su anterior puesto lo encarnó en este desfile Mario Lacort, mientras que el de capataz de la Virgen lo ejerció Carlos Pontones.

También se movieron los pasos en paralelo en Calderón de la Barca por Marisa Aguilar, también muy ligada a la cofradía y otra de las ausencias que muerden y hieren a la comunidad nazarena este año. Sonó para ella ‘La Palma al Viento’ de Sergio Mateo Salmerón y José Mencías, marcha inspirada en San Juan Evangelista, que estuvo representada otra vez en una procesión tan ligada a la historia. Y la hermandad también quiso recordar y recordó a Rafael Ladrón de Guevara, fallecido hace apenas una semana.

Bendición

La Virgen lloró por todos los difuntos vestida con el manto de tisú de plata en morado nazareno además de la saya asimétrica de cardo con bordado de coral y oro. Estrenaba, que para algo es Domingo de Ramos, un collar con una cruz en el pecho de coral y rubíes. Su exorno floral estaba compuesto por rosas blancas, anthurium blanco, paniculata y alstroemerias en morado.

Avanzó la comitiva hacia arriba, en lo metafórico y en lo literal, generando mucha expectación a su paso por la Audiencia. El tramo se superó con calificación de gesta, aunque fuera imposible disimular el cansancio de los banceros que soportan los puestos más estratégicos.

La procesión ya estaba de pleno en un Casco Antiguo repleto de gente, propia y ajena, perenne y regresada, que mostraba ufana hijos y nietos, que se miraba aliviada porque la Semana Santa de este año no empezara como acabó la del pasado. En San Felipe Neri aguardaba el obispo, José María Yanguas, para la bendición de palmas, con la incógnita renovada de si será su última vez al frente de la sede conquense. Otra vez se confundieron los límites de templos y calle. La muchedumbre rezó unida. “Nos disponemos a inaugurar en comunión con toda la Iglesia de celebración anual del Misterio Pascual”, introdujo el prelado pidiendo recordar con fe y devoción la entrada salvadora de Jesús en Jerusalén. También se escuchó el Evangelio: callaron los hombres pero no las piedras.

En ese punto se unieron a las autoridades concejales del conjunto de la Corporación Municipal. Estuvieron ediles del PSOE, del PP, de CNU y de Vox. No de Cuenca en Marcha aunque a título particular, como espectadora y ciudadana, sí que estaba cerca María Ángeles García, de Cuenca en Marcha.

En el tramo final la Banda Municipal se situó entre los dos pasos, en vez de ir detrás de la imagen mariana como hasta entonces. El ascenso fue lúcido, intenso, con el sol reflejándose en las andas de la Virgen y en su corona, que desfiló restaurada por la orfebrería ciudaderealeña de Orovio de la Torre. El ambiente era festivo y eufórico.

Santificar la fiesta

Al llegar a la Plaza Mayor (repleta de público a pesar de los controles de seguridad que eran más intensos por el centro que por las vías adyacentes) ambas imágenes recibieron desde el balcón del Ayuntamiento sendas petaladas, única lluvia deseada y presente en este 13 de abril.

El mismo día que se cumplían 123 años del hundimiento de la Torre del Giraldo, la Catedral recibió entusiasmada a la hermandad, que obró el milagro de santificar la fiesta que algunos ya habían empezado antes de tiempo en la Plaza. Se movieron intensas las palmas y las escasas ramas de olivo que estaban desperdigadas por el espacio humano. Ojalá encontrar la forma y manera de que toda la muchedumbre dispusiera de ellas y las moviese unida: regalaría una imagen aún más impresionante para esta clausura.

Alrededor de las 13:34 horas, un poco más tarde que en ocasiones precedentes, entraba en el templo catedralicio la Virgen de la Esperanza al son de la Marcha de Infantes y entre aplausos que siguen provocando una reacción súbita de rechazo, pero cada vez son más largos. También fue aplaudido el Jesús Triunfante, que había entrado poco antes abrazado del Himno de España.  La borrica había esquivado las lluvias y le había rebuznado a los porcentajes. A Cuenca le encanta que los planes salgan bien.

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