Hay ocasiones en las que obras literarias, de teatro o cine se sirven de giros de guión y reveses argumentales para sorprender a su público. Algo así sucedió el pasado viernes en la Serranía de Cuenca, cuando un cazador cambió su rol para terminar liberando a la que iba a ser su presa.
La historia la vivió Daniel Schuller Perojo, un madrileño de 23 años habitual de los montes conquenses, pues es socio de un coto de caza situado en el término municipal de Cuenca muy cerca de la localidad serrana de Uña. Fue “una aventura que no va a olvidar”, pues el que podía haber sido el trofeo del año de su coto terminó entrando en su vitrina de una forma muy diferente: con un vídeo de la liberación del animal que estaba a punto de cazar, que había quedado enredado en una valla de alambre de espino.
Schuller se encontraba practicando la caza de tiro con arco, una modalidad que requiere del rececho, esto es, acercarse muy sigilosamente al animal con el viento en contra para no ser localizado, hasta alcanzar una posición óptima para realizar el disparo. “Estamos en la época en la que se junta la berrea y la ronca, que es el celo del gamo, y se oye a los animales frotarse en los rascaderos. Escuché unas cuernas contra un árbol, miré la dirección del viento y tras dar una gran vuelta empecé a recechar hacia el lugar donde venía el sonido. Entonces, como a 120 metros, vi que había un gamo muy bonito, de grandes dimensiones y unos seis o siete años. Hubiera sido el gamo del año en el coto”, narra el cazador en declaraciones a Voces de Cuenca.
Todavía no se había dado cuenta de que la presa que quería cazar estaba físicamente atrapada, una circunstancia que evapora instantáneamente el lance de caza. “Empecé a acercarme muy despacio haciendo el rececho y me parecía raro que estuviera echando su peso como hacia atrás. Cuando estaba cerca ya me di cuenta que lo que pasaba era que se había quedado enredado en una valla de una antigua cuadra”, relata.
Tras dar aviso y pedir ayuda por teléfono al grupo que comparte con otros cazadores de su coto, se puso manos a la obra para liberar al gamo. “Quería hacer la operación lo más rápida posible para que no sufriera de estrés, pues pueden incluso llegar a morir”, indica Schuller, que finalmente abordó él solo una liberación que duró alrededor de una hora.
Para conseguirlo, trazó una estrategia que consistía en sujetar al gamo y después cortar los cables de alambre con espinos con una navaja multiusos con alicantes que habitualmente porta cuando va a cazar. “Mi idea era cogerle de las patas de atrás y ponerme encima para reducirle, pero el animal estaba super agresivo y no me podía ni acercar porque me atacaba, incluso me caí para atrás después de que me diera un golpe. Al final tuve que usar un tronco para poder sujetarlo, y eso no impidió que me diera alguna cornada y terminara con heridas en las manos por el espino”. Para liberar al gamo tuvo que cortar “unos 25 cables de espino” porque su intención fue “que no se marchara con nada enredado”. La historia termina con final feliz: “El animal se marchó sano y salvo, sin más heridas que las magulladuras superficiales causadas por la valla de espino”.