La Diputación de Cuenca en colaboración con el Ayuntamiento de Enguídanos está trabajando en un proyecto para poner en valor y hacer visitable el yacimiento celtíbero Cerro de Cabeza Moya con una inversión de 25.000 euros. Esta actuación se enmarca dentro del Plan de Inversiones en patrimonio que la Institución provincial está llevando a cabo y que busca añadir un atractivo turístico más a este municipio.
El diputado de Patrimonio, Miguel Ángel Valero, ha visitado la localidad junto al alcalde, Sergio de Fez, para comprobar el estado actual del yacimiento y del camino de acceso destacando la importancia de que esta inversión se ponga en marcha durante las próximas semanas. Según ha manifestado el diputado, este enclave fue excavado en los años 80 y, desde entonces, ha pasado desapercibido para la comunidad científica y también para los visitantes que acuden a Enguídanos, por tanto, con esta actuación se pretende cambiar esta situación.
Valero ha declarado que la “intervención consistirá en restauración, recuperación y puesta en valor”, pero siempre de una forma reversible y siendo respetuosos con el propio yacimiento. Además, también se va a trabajar en el camino para que sea accesible al paso de vehículos y se habilitará un lugar de aparcamientos con el fin de facilitar el paso a los turistas.
El alcalde de Enguídanos, Sergio de Fez, ha explicado la relación que existe entre su localidad y la cultura celtíbera que tiene su máxima expresión en las jornadas del Keltiber donde todos los vecinos y vecinas se involucran para rememorar los usos y costumbres de nuestros antepasados. Además, el primer edil también ha hecho especial hincapié en la clara apuesta que están llevando por el turismo, en todas sus vertientes: natural, histórico y cultura; y con esta inversión se reforzará este sector.
El proyecto de actuación ya está redactado y está previsto que las obras comiencen en las próximas semanas.
El yacimiento del Cerro Cabeza Moya
El Cerro Cabeza Moya se encuentra en el término de Enguídanos, al sureste de esta población, a unos 6 km por el camino antiguo que atraviesa el río Cabriel por el puente romano hasta los Baños del Salobral. El cerro está rodeado por un meandro del río Cabriel en tres de sus lados; meandro que en su parte occidental sirvió de defensa al asentamiento prerromano que se extendía en la meseta en su parte más alta de unos 25 metros de ancho por 275 m de largo.
Las excavaciones arqueológicas realizadas por J. Navarro y C. H. Sandoval de los años 80 pusieron de manifiesto estos muros y habitaciones rústicas de forma rectangular. En las mismas aparecieron fragmentos cerámicos de factura, topología y decoración diversas; fusayolas (husos para la lana), pondus, hierros y bronces, y una moneda de bronce de la ceca Roma. La cerámica a torno se enriquece con pinturas de motivos geométricos; las fíbulas, una antigua forma de broche o hebilla parecido a un imperdible de seguridad, son de tipo La Tené. Los modelos de la Tène se distinguen por prolongar su ‘pie’ en un apéndice decorado vuelto hacia el puente.
En el cerro se intuye un urbanismo muy simple, a base de habitaciones regulares a la sombra de una fortificación que apenas refuerza la defensa orográfica natural. En la parte norte aún se distinguen las rocas alineadas de habitaciones soterradas. En la parte central dos habitaciones bien excavadas y hacia el sur un torreón que aún conserva parte de la piedra sobre el relieve natural y que serviría de atalaya al poblado. Es en la parte sur que da al Molino Baltasar donde se distinguen el mayor número de casas excavadas y un muro que limita el poblado. Gran parte de los descubrimientos encontrados en este poblado se encuentran en el Museo de Historia de Cuenca y durante los años 80 estaban expuestos cerca de la entrada con una imagen del Cerro de Cabeza Moya.
El asentamiento de Cabeza Moya se trata de un poblado donde se encuentran vestigios de la transición de la Edad de Bronce a la plena Edad de Hierro, con una estrecha relación con el Este y Sureste peninsulares, aunque las fíbulas nos hablen de relaciones con el mundo celtíbero del interior meseteño. El poblado debió estar habitado desde los inicios del siglo V hasta finales de III a. C., momento en que fue destruido por el fuego, si bien, según otras fuentes se mantuvo su poblamiento durante la época romana. Según los indicios encontrados, la guerra civil entre los romanos Sertorio y Pompeyo (83 y 77 a. De C.), la arrastró como a la ciudad de Kelin, a ser arrasada por el fuego. El nombre de Cabeza Moya respondería como el de la ciudad de Moya, sede del Marquesado con este nombre, a su falta de agua (del semítico «Moia», «sin agua»). El poblado de Cabeza Moya, ubicado en un reborde montañoso de la vertiente izquierda del Cabriel, obtenía una visibilidad tan amplia que permitía controlar toda la zona y el camino íbero-romano que conducía desde la Salaria ptolomea (Iniesta) hasta la Salduba ibérica, posteriormente Caesar-Augusta romana (Zaragoza).
Bajo sus pies, en la parte oriental se ubicaba ya una fuente sulfurosa (Baños del Salobral), y yacimientos de yesos que pudieron ser utilizados para la obtención de un material de decoración llamado «Llapis specularis». En la subida por la parte oriental, aún podemos contemplar junto a los corrales que hay en el ascenso yeso espejuelo. Cabeza Moya se ha situado dentro de una organización territorial jerarquizada a través de la cual se canalizaría todo el excedente económico en beneficio del asentamiento más importante, Kelin (Caudete de las Fuentes).