Ascender y enlazar tres de los picos más emblemáticos de la Serranía de Cuenca: Collado Bajo (1.839m), Mogorrita (1.864m) y San Felipe (1.838m). Es el reto que se marcó, y consiguió el pasado domingo, Gonzalo Ortiz, conquense aficionado al trail running. Casi 100 kilómetros y 13 horas en una ruta en la que recorrió la comarca de Sur a Norte y pasó por tres nacimientos de ríos: Tajo, Júcar y Cuervo. Una hazaña en la que no faltaron esfuerzo, alguna sorpresa que trastocó los planes iniciales y el apoyo de familiares y amigos tanto en algunos tramos como en los puntos de asistencia.

Un camino que emprendió a las siete de la mañana en Huerta del Marquesado con una luz solar muy tenue, por lo que debió usar una linterna frontal. Acompañado de su amigo Pedro Alcarria tomó rumbo a su primer objetivo, el Collado Bajo, el tercer punto más alto de la provincia conquense. Pronto llegó el primer susto: se equivocaron de senda y llegaron a punto en el que era imposible cruzar el río para alcanzar el camino correcto. Tocó volver sobre sus pasos para, ya por la ruta adecuada, ascender por el recorrido original de la Marcha Blume, que toma el nombre del gimnasta catalán que falleció en un accidente aéreo que se produjo en la zona en 1959. Tras la cruz en recuerdo del deportistas coronadoron su primera cima. Una de tres.

Bajaron por donde habían subido en un ejercicio de prudencia y equilibrio ya que las lluvias de los días previos habían embarrado el camino. Reencuentro con la pista forestal y, tras pasar por la Fuente de la Ardilla y acceder a la carretera, llegar a Valdemeca, donde les esperaba el primer avituallamiento.

Con las fuerzas reconfortadas emprendieron la etapa hasta el Nacimiento del Río Tajo, en la que se encontraron con dos toros cruzando el camino. Huyeron asustados, según relata Ortiz, «pero no dejaron de vigilarnos tras unos matorrales». La presencia animal les obligó a tomar la vertiente del camino llamado La Morra, que pasa a los pies de la Umbría del Oso (quinto punto más alto de la geografía conquense), para alcanzar con algún imprevisto más su siguiente ‘meta volante’: el Nacimiento del Tajo. Allí contemplaron la gran estatua dedicada al río más largo de la Península Ibérica. El «Padre» que se forja en la confluencia de las tierras de Teruel, Cuenca y Guadalajara. Un buen enclave para recibir la siguiente asistencia.

Una ruta «para disfrutar la de la berrea en coche», según rezaba un cartel informativo, les condujo por su siguientes kilómetros hasta que se toparon con una valla que cortaba el acceso a una finca y el cartel de Coto de Plaza. «Años atrás era una vía pública y mucha gente accedía a través de ella en sus rutas, tal y como indicaban los mapas de calor de Strava«, lamenta, pero para evitar problemas en una hora en la que no sería extraña la presencia de cazadores optaron por desviarse por una pista forestal.

De pronto se encontraron con más toros bravos, en este caso abundantes y dispersos por la finca. Tras encontrarse y departir con el propietario éste les recomendó que no siguieran por la zona, por lo que tuvieron que dar la vuelta por un camino paralelo a la valla del recinto. Una modificación en los planes que les impidió completar los 100 kilómetros marcados (se quedaron en 96) y no poder pasar por La Cruceta, que con sus 1.858 metros sobre el nivel del mar es el segundo punto más alto del Parque Natural de la Serranía de Cuenca.

Por fin lograron llegar al Refugio de la Mogorrita, donde les esperaba comida más solida; un menú consistente en una ensalada de pasta generosa en proteínas. Tras el avituallamiento continuó en solitario ya que su compañero arrastraba molestias en una pierna desde hace varios kilómetros. Así, sin compañía, alcanzó el techo de la provincia: La Mogorrita. 1.864 metros a los que accedió tras ascender por rampas de hasta un 30% de pendiente.

Dos de tres y hacia Tragacete pasando por el emblemático Pino Ocejón y con el plan marcado por el track que había preparado. Hasta que se chocó de bruces con una cascada de 100 metros de caída libre que llegaba a un arroyo, tan bonito como inoportuna.

Otra vez a darse la vuelta y volver, aunque con la ayuda de Google Maps logró acortar el itinerario para poder encaminarse ya hasta el Albergue de San Blas y, desde allí a Tragacete. Siguiente punto de asistencia en la entrada del pueblo, donde optó por tomar un relajante muscular, Enantyum, para combatir las molestias que iban acechando su cuerpo, que se iba resistiendo. Tendón de Aquiles en la pierna izquierda, cintilla en la pierna derecha y la cadera por una caída en el tramo anterior. Los últimos kilómetros se iban a hacer largos.

Para que se hicieran más livianos durante el primer tramo de reanudación, por los kilómetros en carretera del sendero PR-CU79, le acompañaron inopinadamente su novia y su madre, lo que le inundó de ilusión. Por el llamado Estrecho del Infierno llega a otro nacimiento, el del río Júcar. Tirando de esfuerzo por lo escarpado del terreno alcanza la Muela de San Felipe (1.838 msnm). Tercer y último objetivo marcado, aunque no había terminado.

El siguiente hito de la más que maratoniana jornada fue el río Cuervo, para lo que hubo de adentrarse en otro parque natural, el del Alto Tajo. En las inmediaciones del célebre monumento natural estuvo acompañado de Jorge Romero con el que tomó ruta a su destino definitivo, la Vega del Cordorno.

Lo había conseguido. 13 horas después, ya otra vez con la ausencia de sol obligándole a tirar de frontal, estaba allí. Con algunos cambios sobre lo previsto, con tiempos distintos a los marcados pero se había superado a sí mismo a los elementos. Una gesta en la que el mérito, según explica Ortiz, ha de repartirse también con acompañantes y familias, con todos los que le apoyaron en entrenos y en el domingo decisivo.