Mapis Carrillo, la bioquímica de Campillo de Altobuey que estudia la contaminación en la Antártida

Mapis estudió en Barcelona y después en el País Vasco, en la actualidad está realizando un doctorado en el CSIC con un grupo especializado en la la biogeoquímica global

Mapis Losada Carrillo, natural de Campillo de Altobuey, estudió bioquímica en Barcelona, después realizó un máster en el País Vasco y en la actualidad está haciendo un doctorado de Ciencias del Mar en un centro del CSIC. Entró ahí porque ofertaban becas para doctorados, justamente y, al ser lo que le interesaba por sus estudios, aplicó con resultado positivo tras una entrevista para una beca estatal. Si ya de por sí ha viajado bastante para sus estudios, el 12 de enero llegó a la Antártida y estará allí hasta, aproximadamente, el 14 de febrero.

El grupo de investigación en el que trabaja está especializado en la biogeoquímica global. Es decir, en cómo funciona el flujo de contaminantes orgánicos alrededor de todo el mundo. Dicho grupo realiza proyectos recurrentes de investigación tanto en la Antártida como campañas oceanográficas en barcos. Uno de estos proyectos, el actual, contempla una campaña antártica y una en barco por el mar Mediterráneo.

Este proyecto durará unos meses y, como el doctorado de Mapis dura cuatro años, las fechas le encajaron perfectamente para participar en él y participar en sus experimentos. Ella, al recibir esta propuesta, lo tuvo bastante claro: sabía que era una posibilidad dentro del doctorado y no se lo pensó. “Estaba deseando que hubiera plazas suficientes”, afirma. Y así fue.

Esta confirmación llegó a principios de 2023, pero no se comenzaron a preparar para el viaje como tal hasta después de verano, porque la campaña sería entre enero y marzo de 2024, aunque sin conocer las fechas exactas debido a las características cambiantes del clima antártico. Esto se hace así porque las bases solo abren en las épocas del verano austral y así tener una mejor temperatura.

Mejor significa que, entre la época del año y su posición cercana a Chile, rondan aproximadamente los 0º centígrados, “lejos de los -30ºC que puede haber en otras zonas, aunque cuando hay rachas de viento, la sensación térmica por aquí es de unos -9 grados”, explica Mapis. Es más, comenta que la ropa “no es muy diferente a la que llevarías en un viaje a los Pirineos en invierno”, utilizando tres capas de ropa: una térmica interior, una polar intermedia y un cortavientos exterior, más guantes y botas altas de montaña.

Así que, entre octubre y noviembre prepararon varias cajas grandes con material para poder realizar su trabajo (ya que los laboratorios de las bases no tienen equipamiento permanente ni tan específico) para que el barco Espérides lo llevase todo a la Base Juan Carlos I de la Isla Livingston.

En esta base conviven alrededor de 40 personas españolas (y cuatro portugueses recientemente llegados) entre investigadores, cocineros, patrones de las embarcaciones, mecánicos y todas las profesiones necesarias para que la base funcione como es debido. En su grupo de investigación son cuatro personas, aunque llegarán otras cuatro a partir de febrero.

En cuanto a la preparación mental, Mapis comenta que no “se hizo realmente a la idea” hasta que estaba en el avión de camino a la Antártida. Hasta ese momento con el viaje desde Barcelona hasta Chile “era como un viaje de trabajo con mis compañeros de grupo”. Comenta que, cuando llegó, le pareció “irreal”. El color de la tierra, el tamaño de los glaciares, ver a los animales de cerca… “Parece otro planeta, las imágenes que puedes ver no le hacen justicia”, sentencia.

Trabajar en la Antártida

Este trabajo se desarrolla en este continente tan alejado precisamente por este motivo, porque al ser remoto no hay casi impacto humano directo en el ecosistema. Aún así, hay ciertos contaminantes orgánicos persistentes que pueden viajar desde cualquier lugar del mundo hasta la Antártida. Analizar qué tipo de materiales han llegado hasta allí sirve a los equipos de investigación para tener “una imagen completa” de los contaminantes que hay en el planeta. Porque, si han llegado hasta un lugar tan remoto, pueden estar en cualquier otro sitio. “Es una especie de sensor”, explica Carrillo.

Para tener datos comparativos y contrastarlo con otras zonas del planeta, la segunda parte de esta investigación será por el Mediterráneo, donde, según Mapis, “obviamente habrá mucha contaminación”.

Por otro lado, este continente tiene unas bacterias que son “únicas” debido a las condiciones en las que se desarrollan. “Estas bacterias pueden ser un potencial medio para degradar los contaminantes que estudiamos”, argumenta, adelantando en lo que será la siguiente parte del proyecto.

Aunque todavía queden meses para que se complete la investigación y se publiquen los resultados, Mapis comenta que hay evidencias de que la Antártida no está limpia, con contaminantes persistentes que llegan, por ejemplo, a través de la nieve o de la cadena trófica y que prácticamente no se degradan. “Un animal se come a otro, este a otro y, potencialmente, puede llegar a los humanos, como sucede con los plásticos”, explica.

Por ejemplo, estos materiales son químicos utilizados como plastificantes, pesticidas, impermeabilizantes e hidrocarburos. “Algunos ya están prohibidos y otros se regula su producción porque son insustituibles”, afirma Carrillo. También explica que estas investigaciones como la que está realizando su grupo para el CSIC, puede servir como argumentos para posibles regulaciones en el futuro para otro tipo de componentes y materiales.

Eso sí, aunque todavía falte tiempo para conocer estos resultados, el día a día de este equipo de investigación puede verse en redes sociales. Ya que, en la cuenta de Instagram Proyecto PANTOC publican fotografías y vídeos con contenido divulgativo sin olvidar la parte del entretenimiento, con imágenes del paisaje, de los animales, de cómo se preparan para salir al exterior, de su trabajo y de cómo ocupan el tiempo libre.