La biografía del conquense Óscar Fernández es similar a la de esos protagonistas de novelas que un día deciden darle la vuelta a su vida para dedicarla a los demás. En su caso, este patrón de altura, que se formó en Alicante, adquirió experiencia en las tranquilas aguas de la costa levantina dentro del ámbito del turismo, entre viajes a Tabarca, paseos en el Cabo de Gata, o con diversas actividades durante cinco años en Ibiza.
En 2017 tras más de 20 años de experiencia, Fernández toma una decisión que cambia por completo el objetivo de su trabajo. Así llegó al Aita Mari, un antiguo atunero rehabilitado como barco de rescate por la ONG de Zarautz (Gipuzkoa) Salvamento Marítimo Humanitario. «He terminado metido en esto porque es mi profesión, básicamente», explica a Voces de Cuenca.
«Yo básicamente trabajaba solo en verano. En 2017 no quise trabajar en verano y me lo tomé de relax, y empecé a buscar otros tipos de barcos más enfocados al ámbito de las ONGs. Desde 2018 soy socio de Salvamento Marítimo Humanitario, una ONG de Zarautz. Me enrolé en el Aita Mari en 2019 como oficial, en mayo de 2020 el capitán del barco se fue y me propusieron a mí ser capitán del barco», narra sobre el proceso que le ha llevado del glamour de las aguas ibicencas a ayudar a salvar a una docena de embarcaciones de refugiados.
«Haciendo lo que nos dejan», ironiza mientras se prepara para su sexta misión a los mandos de esta embarcación, que operará en los próximos meses en las costas de Libia: «Hay una guerra endémica, y cuando tienen una ventanita de buen tiempo salen al mar a buscar una vida mejor».
Este conquense admite que el choque de realidad en su nuevo puesto no ha sido traumático, ya que «siempre ha tenido cierta preocupación social». En este sentido, escenifica perfectamente las distancias sociales y económicas habidas entre el ámbito de su ocupación profesional en el sector turístico y su puesto actual: «Aunque estaba en Ibiza paseando a ricos, sabía que en el mismo mar estaba muriendo gente».
Sobre su experiencia en las aguas del Mediterráneo, confiesta que «cuando lo ves en primera persona o rescatas es otro choque de realidad». También confesa como la primera vez es más emotiva e intensa, y que con el paso de los rescates se vive de otro modo, aunque «decirte que no te emocionas con todos sería mentira». «Si eres pescador en Lampedusa, la primera vez que salgas a pesar y te encuentres una patera por el mar te chocará, pero cuando lo ves día a día al final, es triste admitirlo, pero te acostumbras», se lamenta.
Con esa conciencia social, y ese espíritu en busca de la denuncia de las desigualdades, Óscar Fernández se lamenta de la situación que ha dejado al descubierto la Guerra de Ucrania con «refugiados de primera y de segunda». «Nosotros estamos recogiendo a los de decimoquinta clase, los olvidados, los invisibles para nuestra sociedad, a la que no le importa si llegan vivos o llegan muertos».
Desde su puesto de capitán admite está «en esto para que la gente no muera ahogada», para ello no piensa en el origen de las personas a las que ayuda, o qué hará posteriormente los países miembros de la Unión Europea con ellos, a quienes acusa de estar cometiendo «un genocidio por el simple hecho de ser pobres».
Sobre las trabas a las que este tipo de ONGs tienen que enfrentarse día a día, confiesa que el rescate se convierte «en un trabajo pesado». Más de la mitad del año en el mar, más de 20 días sin atracar en un puerto, y todo ello en un barco que en el pasado fue usado para pescar atunes. Sin embargo, para Óscar estas dificultades le dan «más ganas de seguir por un pequeño sueño de justicia social»,
Desde 2011, el nivel de flujo migratorio en el mediterráneo se ha mantenido, sin embargo, en países como Senegal o Túnez, la pandemia derivada de la COVID-19 a obligado a muchos a buscar una salida por motivos económicos. Otro de los motivos principales de estos movimientos migratorios lo desgrana este conquense: «mientras haya guerras, habrá inmigración». En torno a estos flujos se ha instalado un sistema de vías no seguras donde desde la ilegalidad se ha establecido un negocio.
El tráfico migragorio en algunos puntos como las costas canarias ha aumentado en estos dos últimos años, sin embargo, las trabas de los países, y la falta de recursos provocan que en muchos casos todas estas ONGs, dedicadas al rescate humanitario martímo, no llegue a poder ayudar a la gran mayoría de casos: «El año pasado hubo 448 de llamadas de socorro en el Mediterráneo central, y las ONGs solo pudimos atender unas 49, no llegamos a socorrer al 10% de las personas que solicitan ayuda», se lamenta.
Fernández denuncia las organizaciones que hay detrás de la organización de estas pateras, y también la administración de las fronteras por parte los países europeos que «criminalizan más aún si cabe a estas personas que buscan una vida mejor». En este sentido, este patrón de altura defiende que Europa salga de los asuntos africanos, pero que «de apoyo a estos a corregir un problema endémico como el de la corrupción». En clave migragoria, defiende la necesidad de unas vías seguras donde «no necesiten jugársela, sino que se les facilite, con orden, con papales, con regularización, el poder acceder a puestos de trabajo que en Europa necesitamos». «Si a estas personas se les pregunta si quieren arriesgarse en el mar, o esperar dos meses a regularizar su situación para poder acceder a un pasaje seguro, nadie se arriesgaría a meterse en mitad del mar».
Ahora, la historia de la embarcación de la que Óscar Fernández es capitán ha llegado a la gran pantalla a través del documental ‘Aita Mari’, dirigido por Javi Julio, y que narra la historia desde que este barco destinado a chatarra es comprado, reformado como barco rescate, y finaliza con la primera misión. Sobre este producto audiovisual, el capitán conquense cree «que es importante que haya sensibilización, denuncia y transformación social», que es lo que se pretende.