Desigual inicio de la campaña apícola: buena previsión en La Alcarria y preocupación en la Serranía

En algunas zonas de La Alcarria y la Mancha conquense se prevé una producción normal, mientras que en la Serranía, las lluvias y la falta de floración podrían reducir considerablemente la cosecha

La campaña apícola de este año se presenta con altibajos en la provincia de Cuenca. Mientras que en zonas de La Alcarria y la Mancha conquense la producción media por colmena rondará los 12 kilos, en la Serranía las expectativas caen notablemente debido a las intensas lluvias, la humedad y la escasa floración. Así lo explica el apicultor conquense Isidro Marín, quien subraya que las condiciones meteorológicas durante la primavera son determinantes para la recolección de miel y, en esta ocasión, han jugado en contra en las áreas más altas y frías del territorio.

De hecho, las prolongadas lluvias invernales han provocado una elevada mortandad de abejas en la Serranía Alta de Cuenca, donde las colmenas han sufrido las consecuencias de un clima especialmente adverso. Así lo explica Isidro Marín, apicultor con cuatro décadas de experiencia y cerca de un millar de colmenas repartidas en una quincena de asentamientos por la provincia.

“La humedad para la colmena es un problema grave”, advierte. Aunque estos insectos están adaptados a soportar inviernos rigurosos, el exceso de humedad debilita a las abejas, especialmente si ya arrastran una situación complicada desde el otoño, como ocurrió este año, cuando la escasez de lluvias frenó la cría. “El que no se preocupó, se quedó con muy poquitas abejas, y eso, sumado a las lluvias, ha dado bajas que no se pueden evitar”. Isidro señala que el frío extremo agrava el problema, ya que la actividad de la colmena se detiene casi por completo. En cambio, en zonas con temperaturas algo más suaves, las abejas pueden salir cuando el sol calienta, alimentarse y mantener cierto ritmo de cría. “Se mantiene mejor una colmena en clima cálido que en frío”, asegura, lo que lleva a prever una producción bastante menor en las zonas más frías.

Mientras que en algunas zonas más templadas, como la Manchuela y parte de la Sierra Baja, las colmenas ya han comenzado su actividad primaveral —aunque con cierto retraso—, en otras más frías, especialmente en las áreas de Sierra, la situación es mucho más preocupante. “En esas zonas, las colmenas han sufrido mucho, tanto es así que se han podido morir hasta un 30% de ellas”, asegura. En algunos casos, indica, si las lluvias se hubieran prolongado aún más, muchas explotaciones podrían haber sucumbido por completo.

A pesar de estas cifras, el sector mantiene cierta esperanza. “Esperemos que se vayan recuperando. De cara a la primavera, que es clave, probablemente estemos ante un comportamiento casi normal si no se estropea el tiempo”, sostiene.

El apicultor insiste en que este balance debe entenderse como una valoración general, ya que cada zona y cada explotación tienen características y comportamientos diferentes. “Esto es como todo: cada uno cuenta la fiesta según le va en ella. Pero yo hablo desde mi experiencia, porque tenemos muchas colmenas en muchos sitios y cada uno se comporta de una manera. Además, recojo también impresiones de otros apicultores”, comenta.

Producción media de miel en la provincia de Cuenca

La producción media de miel en una campaña normal se sitúa entre los 12 y 15 kilos por colmena en la provincia de Cuenca. “Esa es la estimación general, aunque depende mucho del manejo y del esfuerzo que haga cada apicultor. Las colmenas que se pierden en invierno se pueden recuperar en primavera, pero hay que cuidarlas”, añade.

Ese cuidado incluye todo, desde asegurar un entorno favorable para la floración hasta controlar las enfermedades, la alimentación artificial si es necesaria y la ubicación estratégica de las colmenas. “El que se preocupa puede recuperar muchas colmenas, el que no… pues no. Por eso es tan importante analizar esto en términos generales, no caso a caso”, insiste.

Por ahora, todo dependerá del comportamiento del clima en las próximas semanas. “El clima es muy variable, ya lo ve usted. Y las colmenas dependen muchísimo de la naturaleza y de cómo se comporte. En función de eso, evolucionan. Así que estamos atentos”, concluye.

La esperanza está puesta en que, si se estabiliza el tiempo, la floración responda bien y las abejas puedan trabajar con normalidad, se logre al menos amortiguar las pérdidas sufridas en invierno. Con todo, el sector permanece en alerta, sabiendo que la campaña apenas comienza y que cualquier cambio brusco puede marcar la diferencia entre una primavera de recuperación o un año complicado.

Gerardo Serrano, un apicultor de herencia

Gerardo Serrano no es un apicultor más. Su historia está profundamente enraizada en la miel, como lo han estado varias generaciones de su familia. «Mi tatarabuela era apicultora, mi abuela también, mi madre fue apicultora… y ahora sigue mi hijo Jorge», relata con orgullo. En su finca de Naharros cuida con esmero sus 149 colmenas.

Trabajo estacional y exigente

Aunque a primera vista pueda parecer un oficio de temporada, la apicultura requiere una atención continua. “No es un trabajo muy fuerte, pero sí lleva trabajo. Tiene días clave al año en los que hay que estar encima”, explica. Estos días intensos coinciden con los momentos de transición entre estaciones. En primavera, por ejemplo, toca retirar los cuadros de alimentación y estimular la cría; en otoño, se preparan las colmenas para el invierno con tortas proteicas, alimentación suplementaria y tratamientos contra parásitos.

La producción media de miel en una campaña normal se sitúa entre los 12 y 15 kilos por colmena en la provincia de Cuenca. FOTO: G.S.

Esa diferencia entre un apicultor implicado y uno que no lo está, se nota. “Hace dos años, en Naharros, algunos apicultores que siguen el método tradicional perdieron casi todas sus colmenas. Nosotros, en cambio, pudimos ayudarles a recuperar algunas con enjambres de las nuestras”, recuerda.

Una primavera prometedora

Pese a que las lluvias han mermado parte de la floración del romero, especialmente en las zonas de más altitud como la Serranía Alta, Gerardo se muestra optimista. “Este año va a ser espectacular. Ha llovido mucho y eso ha hecho que la floración se alargue más de lo habitual. En lugar de cinco o seis días, estamos teniendo floraciones de hasta dos semanas”, explica.

El exceso de humedad ha perjudicado algo al romero en su zona, pero no tanto como en otras comarcas. «El día que llueve, las abejas no trabajan, eso es así. Pero va a salir una miel de primavera con un contenido en romero tremendo».

Según sus previsiones, la producción rondará entre 10 y 15 kilos por colmena. «Es una media buena, entre colmenas viejas y nuevas. Si el tiempo se mantiene normal y no hay muchos días de lluvia, podremos empezar a sacar la miel de romero hacia el 1 de mayo. La de mil flores la recogemos en septiembre», detalla.

Sin mover las colmenas: una elección consciente

Mientras muchos apicultores trasladan sus colmenas a otras zonas para aprovechar distintas floraciones –como el naranjo en Valencia o el girasol en Castilla–, Gerardo prefiere mantenerlas en su comarca. «Nosotros no nos movemos. Preferimos quedarnos aquí, donde hay una gran variedad floral y mucha calidad», dice.

Esto se nota en el sabor y la calidad del producto. “Un año húmedo da mejores mieles porque las abejas no tienen que recurrir tanto al girasol, que es de menor calidad comparado con la zarzamora o el espliego”. Según Gerardo, los factores que más influyen en la calidad son la floración, la humedad y la variedad de plantas disponibles.

Alta demanda y escasez de miel buena

Aunque la apicultura tiene meses de parón –de octubre a febrero apenas se hacen tareas en el campo, salvo reparaciones y mantenimiento en el almacén–, la demanda no cesa. “Nos falta miel buena todos los años. La de porquería que se vende por ahí no la quiere nadie, pero la de calidad, la nuestra, siempre se queda corta. Podríamos duplicar la producción y aun así no cubriríamos la demanda”, asegura.

La competencia de la miel importada, muchas veces mezclada y de dudosa procedencia, preocupa al sector. “Falta apoyo a los que trabajamos bien y queremos mantener esta tradición viva y profesionalizada”, denuncia.

El zumbido de la esperanza

Gerardo sabe que la apicultura es un compromiso a largo plazo. Y aunque hay días duros, calurosos y exigentes, también hay satisfacción cuando se ve el fruto de tanto esfuerzo. “Mañana tengo que ir a dividir colonias. Ahora se trabaja. Y cuando las abejas están como locas con el sauce llorón, sabes que algo grande está en marcha”, cuenta con entusiasmo.

Para estos apicultores conquenses, el zumbido de las abejas no es solo el sonido de la naturaleza: es también el latido de una vida entera dedicada al campo, a la miel y a la continuidad de una tradición familiar que sigue más viva que nunca.

Una provincia con más de 50.000 colmenas

La apicultura en la provincia de Cuenca se mantiene estable en cuanto al número de colmenas, aunque ha habido un ligero aumento en los últimos años gracias a nuevas incorporaciones. Según explica Isidro Marín, en la provincia puede haber registradas actualmente más de 45.000 colmenas, cifra que podría superar las 50.000 si se cuentan también las no registradas.

Años complicados y competencia exterior

Las campañas apícolas anteriores no han sido especialmente buenas. Isidro apunta que en los últimos tres o cuatro años la producción ha estado entre un 30 y un 40% por debajo de lo normal, principalmente porque las abejas no han podido aprovechar las floraciones debido a las condiciones meteorológicas. “En primavera es cuando más consumen porque tienen que criar, y si no pueden salir, comen mucho y no producen”, resume.

A esta situación se suma la presión del mercado exterior, con mieles importadas que llegan a precios muy bajos. “Aunque no sean de la misma calidad, entran en la cadena del comercio y hacen una competencia real”, lamenta. “Eso obliga a veces a vender por debajo del coste de producción”.

El apicultor considera que las ayudas agroambientales —que compensan la labor de polinización— son fundamentales para que muchas explotaciones puedan seguir adelante. “Entre unas cosas y otras, vamos creando equilibrios en la economía familiar y se va saliendo. Pero si no fuese por esas ayudas, sería muy difícil”.