Cordones de vida: el rastro gelatinoso del sapo corredor que este año inunda la provincia de Cuenca

Las lluvias excepcionales de 2025 han multiplicado la presencia de estos misteriosos cordones, que protegen los huevos del sapo corredor, uno de los anfibios más resistentes y discretos de la provincia

Una hebra gelatinosa se desenrolla a la orilla de una charca. Parece una curiosidad más del campo húmedo en primavera, una estructura viscosa que podría pasar desapercibida para muchos. Pero este año, las lluvias insistentes de marzo y abril han multiplicado la presencia de estos misteriosos cordones, que en realidad encierran cientos de futuras vidas. Son los huevos del sapo corredor (Epidalea calamita), uno de los anfibios más discretos y resistentes que habita en la provincia de Cuenca.

“Este año se está viendo una mayor cantidad de cordones gelatinosos”, afirma Juan Antonio Arce, biólogo. “Es una especie que se adapta muy bien a los medios temporales. Cualquier acumulación de agua —una cuneta, una balsa, un charco— puede servirles como lugar de reproducción. Lo único que necesitan es lluvia”.

Y este 2025 les ha dado justo eso: lluvia en abundancia. En apenas unas semanas, el paisaje ha cambiado, y con él, la actividad de la fauna. Las zonas de campo se han llenado de pequeñas charcas, lo que ha ofrecido el escenario perfecto para que el sapo corredor despliegue su estrategia reproductiva: salir de su refugio subterráneo, encontrar pareja y dejar sus huevos envueltos en una masa transparente que puede superar el metro de longitud.

“El cordón es una de las señas de identidad de esta especie”, explica Arce. “La hembra lo deposita envuelto en una sustancia gelatinosa que protege a los huevos, y lo suele enganchar entre la vegetación acuática. Cuando hay mucha agua y las condiciones son buenas, como este año, se ven con muchísima más facilidad”.

Un anfibio discreto, pero vital

A diferencia de otros sapos más robustos, el corredor recibe su nombre por su capacidad para desplazarse con rapidez por tierra. De hábitos nocturnos, vive buena parte del año enterrado para protegerse del calor y de la sequía. Solo la lluvia lo saca de su escondite. “Tienen una estrategia vital muy ligada a los pulsos de agua. Si no llueve, no se reproducen. Por eso, en años secos, su presencia es casi imperceptible”, añade el biólogo.

Pero en 2025, las lluvias no han escatimado. Según apunta Juan Antonio Arce, “esta es una primavera excepcionalmente buena para ellos. El agua ha durado más tiempo en el terreno, las charcas han aguantado y eso ha permitido que no solo se reproduzcan, sino que sus puestas tengan una alta probabilidad de éxito”.

Y eso se traduce en cientos de cordones visibles a simple vista. En caminos rurales, en zonas de pasto, en las orillas de ríos o cerca de balsas ganaderas, los cordones gelatinosos serpentean entre las hierbas. Si las condiciones se mantienen, en pocas semanas comenzarán a observarse renacuajos, otro espectáculo de la naturaleza que rara vez se muestra con tanta claridad.

El cambio climático y los ciclos de reproducción de los anfibios

El cambio climático está teniendo un impacto significativo en los patrones de vida de la fauna, afectando también a los ciclos de reproducción de los anfibios. Según el experto en medio ambiente Juan Antonio Arce, los ecosistemas mediterráneos, como los de Cuenca, son particularmente vulnerables debido a sus características climáticas.

“En ecosistemas mediterráneos como el de Cuenca son más susceptibles porque, evidentemente, el cambio climático no se nota de la misma manera en regiones más húmedas como el norte de Francia, Dinamarca o Alemania, donde todavía no se perciben tanto estos efectos. Pero en el clima mediterráneo estamos en una zona de transición entre la Europa verde y el norte de África”, ha explicado Arce.

Este fenómeno también se está notando en la migración de aves. “En España ya se está viendo que muchas aves no se van a pasar el invierno a África, sino que se quedan aquí. Esto ya es algo que he observado”, agrega Arce, señalando cómo el cambio climático está alterando los patrones migratorios tradicionales.

Juan Antonio Arce

En cuanto a los anfibios, el biólogo ha señalado que, aunque no existe un estudio específico sobre este tema, hay un consenso en la comunidad científica de que los efectos del cambio climático les están perjudicando. La subida de las temperaturas y la irregularidad de las lluvias están reduciendo la superficie de los humedales, lo que a su vez disminuye los lugares de reproducción para estos animales.

“Se va a reducir la superficie de los humedales y, con ello, los lugares de reproducción para los anfibios. La tendencia es clara”, ha apuntado Arce, quien también ha destacado la necesidad de abordar estos temas en el marco de la educación ambiental.

El cambio climático está afectando de manera directa la biodiversidad, y tanto el ecosistema de Cuenca como muchas otras áreas mediterráneas se enfrentan a desafíos significativos en cuanto a la conservación de su fauna.

La importancia de no interferir

La tentación de tocar o recoger esos cordones puede ser grande, sobre todo entre niños o personas curiosas. Pero el mensaje de los expertos es claro: hay que observar, pero no alterar. “Es muy importante no manipularlos”, insiste Juan Antonio. “Cualquier interferencia humana, por pequeña que parezca, puede comprometer su supervivencia”.

Además, la educación ambiental juega aquí un papel clave. Este tipo de fenómenos naturales ofrecen una gran oportunidad para aprender y valorar la biodiversidad local. Los niños, por ejemplo, pueden entender muy bien los ciclos de vida a través de estos ejemplos.

Un regalo de la lluvia

En definitiva, lo que podría parecer una simple curiosidad del campo es, en realidad, una manifestación poderosa de la vida silvestre en acción. El sapo corredor, modesto pero tenaz, se ha hecho visible como nunca gracias a un aliado tan imprevisible como valioso: la lluvia.

Cuando el agua vuelve, vuelve también la esperanza para muchas especies. Y estos cordones que ahora aparecen por tantos rincones son un testimonio de eso: de que la naturaleza responde cuando le damos una oportunidad.

Las características de los cordones gelatinosos del sapo corredor

Los cordones gelatinosos que pone el sapo corredor tienen varias funciones que son cruciales para la supervivencia de sus huevos. Estos cordones actúan como una protección natural, evitando que los huevos se sequen, algo que podría ser fatal para su desarrollo. La sustancia gelatinosa que los rodea mantiene los huevos a salvo, cubriéndolos de manera que no se deshidraten y se conserven en un ambiente húmedo, algo esencial para su desarrollo.

Una de las principales funciones de esta gelatina es la de ofrecer una protección frente a cambios bruscos del clima, como sequías repentinas. Si el charco donde están los huevos se seca, el cordón gelatinoso ayuda a reducir el impacto de la falta de agua, aunque no puede evitar completamente que los huevos se estropeen si el charco se seca por completo. Además, este gel actúa como una barrera frente a posibles infecciones, protegiendo los huevos de hongos y otros patógenos que podrían colonizarlos.

Otra ventaja importante de los cordones gelatinosos es que su textura resulta incómoda para los depredadores. Muchos animales que suelen alimentarse de huevos de otros, cuando se encuentran con estos cordones gelatinosos, no se sienten atraídos, ya que su consistencia hace que los huevos sean menos apetecibles. Así, además de evitar la deshidratación, el gel protege los huevos de los depredadores.

El sapo corredor elige cuidadosamente los lugares donde pone sus huevos, buscando charcos que no se vayan a secar rápidamente. Aunque la gelatina es útil, si el charco se seca antes de que los huevos se desarrollen por completo, los renacuajos morirán. Por lo general, el sapo pone sus huevos en zonas que, al menos durante varios días, garantizan la humedad necesaria para su desarrollo.

En cuanto a la cantidad de huevos que puede poner una hembra, se estima que puede llegar a poner cientos de huevos. Los cordones gelatinosos pueden medir varios metros de largo, y cada uno puede contener una gran cantidad de huevos, aunque no suele ser en miles. La hembra, al elegir un sitio adecuado, asegura que sus huevos tengan las mejores posibilidades de sobrevivir, protegiéndolos de las condiciones adversas hasta que los renacuajos emergen.

Estos huevos, que en su fase de renacuajo son de color negro, son fácilmente identificables en los caminos o alrededores de los charcos donde el sapo ha puesto sus cordones. La supervivencia de los renacuajos depende de una serie de factores, y el cordón gelatinoso juega un papel fundamental en su protección frente a la deshidratación, los depredadores y las infecciones.