Greenpeace ha publicado este miércoles su informe El Mar Menor, una víctima del trasvase Tajo-Segura, que revela «cómo el aporte de agua procedente del trasvase Tajo-Segura para regar el Campo de Cartagena ha sido el origen de la muerte de la laguna». Las conclusiones del estudio, según la organización ecologista, son claras: «el exceso de agua, generado principalmente por el aporte de agua a través del trasvase Tajo-Segura, trajo consigo un desarrollo exponencial de la agricultura de regadío intensiva e industrial, basada en agrotóxicos, y su consiguiente contaminación de las aguas, que ha provocado la muerte de la mayor laguna salada de Europa».
“La ciencia ha hablado y dictaminado: el Mar Menor se muere por culpa del exceso de agua del modelo agrícola intensivo e industrial de la zona. Es inadmisible que tras varios años viendo mortandades masivas de peces, la última esta misma semana, y una degradación evidente de la laguna, las administraciones implicadas en la conservación del Mar Menor sigan discutiendo entre ellas y evitando tomar medidas”, ha declarado Julio Barea, doctor en Hidrogeología y responsable de la campaña de agua de Greenpeace. “Y es inadmisible también la permisividad de la comunidad autónoma, que es la que ha llevado al Mar Menor al borde del colapso, con su connivencia con las grandes empresas agrarias, las responsables de poner una solución definitiva al problema”.
Desde hace más de una semana se llevan recogidas más de cinco toneladas de peces y crustáceos muertos en las orillas del Mar Menor, lo que suma dos toneladas más que las recogidas en el episodio de 2019. Mientras tanto ni el Gobierno de la Región de Murcia (con ley aprobada para salvar el Mar Menor), ni el Gobierno central han tomado medidas reales y efectivas para dar solución al ecocidio de la laguna. Todo lo contrario, han estado realizando acusaciones cruzadas y evitando responsabilidades. La situación de degradación del Mar Menor es tan grave, que existe una investigación judicial, de la que Greenpeace forma parte de la acusación particular desde 2020, conocida como ‘Caso Topillo’.
La muerte anunciada del Mar Menor
Greenpeace apunta que algunos datos exponen con claridad la magnitud del problema. «El exceso de agua de riego aplicada a la zona es el mal mayor del Mar Menor. A finales de los años 70 ya había un regadío incipiente en el entorno del Mar Menor, pero utilizaba solo el agua subterránea propia de la zona. Al no existir aportaciones externas procedentes del trasvase Tajo-Segura, el agua del Mar Menor era cristalina y sus ecosistemas asociados estaban vivos».
Al inicio de los 80, comienza el trasvase Tajo-Segura. «En ese momento la superficie agrícola en las proximidades del Mar Menor era 73 % de secano y el regadío solo representaba el 12,8 %. A finales del primer decenio del presente siglo, el regadío ya se situaba en un 50,24 % del que el 70 % son herbáceos y 20 % cítricos. Entre 1988 y 2009 el regadío pasó de unas 25.150 hectáreas a unas 60.700 hectáreas (Carreño, 2015), esto supone un aumento de casi un 60 %». A pesar de la discrepancia entre los diferentes estudios existentes, el volumen de aguas subterráneas cargadas de contaminantes que llegan todos los años al Mar Menor «es lo suficientemente grave para centrar los esfuerzos técnicos en impedir que lleguen. Esto sería una parte importante de la solución al problema», señala el informe donde se precisa que al Mar Menor entran todos los años unos 100 hm3/año procedentes de distintas vías (subterráneas y superficiales), estas escorrentías llevan consigo no menos de 1.000 toneladas de nitratos y 240 toneladas de fosfatos.
En resumen, la organización ecologista considera que «el exceso de agua y de riego han provocado el arrastre de nitratos y fosfatos al Mar Menor. Todo ello, procedente de los retornos de los regadíos intensivos e industriales asentados en los alrededores de la laguna. El crecimiento sin medida de estos regadíos se ha visto favorecido por el agua procedente del trasvase Tajo-Segura, durante las últimas cuatro décadas, y son los que han llevado al Mar Menor al borde del colapso ambiental».
Por tanto, la solución ambiental de la laguna «pasa por entender que un vertido cero es, necesariamente, un trasvase cero. La solución pasa por reducir el volumen de agua aplicada al sistema y extraer la que ya hay en el acuífero, deprimiendo su nivel piezométrico para que el flujo subterráneo a la laguna sea prácticamente nulo. Y esto debe realizarse a través de los pozos existentes para poder dotar de una red muy amplia de extracción y que el agua pueda ser utilizada por los agricultores tradicionales de la zona y no depender de las mafias del agua».
“No habrá vertido Cero a la laguna y por tanto no habrá solución al problema, sin establecer un trasvase Cero a la zona. Salvar la laguna pasa por salvar también a la agricultura tradicional de Murcia y de los pequeños agricultores de la zona”, concluye Barea.