Lo que estaba llamado a ser un partido de entrenadores, terminó siendo de porteros. Encuentro tremendamente nivelado y emocionante el vivido en El Sargal, esta tarde, entre dos equipos que peleaban por avanzar en antitéticos vagones del tren de ASOBAL: los locales, en el de la encarnizada lucha en pos de los puestos europeos; los visitantes, en ese otro convoy que, tan distinto, regatea plazas para la permanencia. Regresaba Equisoain a esta Plaza para medirse a su pupilo en los banquillos y las marcas: Lidio Jiménez. Y el envite no defraudó pese al sobrado conocimiento mutuo entre ambos técnicos, repartiéndose unos puntos mucho más provechosos para los segovianos, en su cada vez más factible objetivo de salvar la categoría. Los conquenses pueden haber dicho adiós a Europa, ni más ni menos. La contienda estuvo marcada, además, por una astracanada arbitral que concitó la penosa virtud de lastimar gravemente a los dos conjuntos y al propio espectador: intervencionismo injustificado, sanciones desproporcionadas y, para colmo, inoportunidad en lances decisivos. Lastimoso.
Para los rojillos, de antemano, la empresa no resultaba cómoda. Los choques en su propia pista, este año, devienen enredos farragosos en más ocasiones de las acostumbradas. La primera tarea consistía en calibrar cómo le había sentado a la plantilla la drástica interrupción de su arrolladora marcha competitiva, con la inevitable suspensión del partido que debía disputar, hace unos días, en Logroño. Le ha sentado mal, bastante mal, como de esperar era. El efecto ha sido casi tan nocivo como la incidencia defensiva de las dos bajas que presentaba hoy: Pablo Vainstein y, sobre todo, Moscariello (con el sobreañadido de la aportación en ataque de este último y la recuperación, todavía tierna, de Bulzamini).
En lo que respecta al bando navero, no puede constituir una extrañeza para el aficionado al balonmano las interesantes prestaciones de una escuadra que, se mire por donde se quiera, no debiera estar litigando por la permanencia con tantas urgencias y premuras. El entrenador navarro ha insuflado solidez y confianza en un bloque de jugadores buenos, no se omita, que andaban desnortados y huérfanos de criterio. Como muestra paradigmática de esas capacidades netas, pero tan distraídas durante buena parte de esta campaña, nótese cómo los tres jugadores titulares de la primera línea castellanoleonesa han sido objeto de deseo del Incarlopsa, en algún momento. Circunstancia que habla, también y tan bien, del buen gusto de quien pone en su punto de mira a Felipe Mota, el mejor jugador del encuentro sin discusión, o al talentoso goleador y universal Rodrigo Pérez Arce, con esa clase innata y catarata de tantos cayéndosele de los bolsillos, cosas de familia.
Vayamos al partido. La primera mitad deparó, para los intereses y preocupación de Lidio, a un Thiago desubicado. Mala cosa para una cita como la que nos ocupaba, donde la repartición de esfuerzos era tan precisa como la de liderazgos. Maciel estaba porque siempre acude. Su mediocridad es la excelencia de la mayoría. Pero enfrente, respondón, residía el orondo guardameta bielorruso Patotski; el portero rubio de hechuras rotundas que a algunos nos encandiló en Alcobendas, como al León, y que es un asidero contundente para las muchas esperanzas de la milagrosa aventura del pueblo de Nava de la Asunción. Solo tienen que mirar lo que ha jugado Lamariano, que para sí quisieran tantos. El seísmo esperpéntico de este primer período deflagró tras franquearse el ecuador de esta entrega inicial: Simonet era descalificado de modo harto discutible. Los guarismos eran pírricos en el marcador (el acusado y exitoso fervor defensivo de los preparadores era una garantía para ello) y la abrupta marcha del argentino ensuciaba el objetivo de los de la ribera del Júcar. La intensidad del choque era la constante sabida y consabida, probada y refrendada en cada minuto; la resistencia de Viveros Herol una incomprensible sorpresa para algunos: por jugadores y entrenador, prioricen el orden, la pelea iba a durar hasta el último aliento. Cuando la progresión del choque parecía decantarse para los de Equisoain, acariciando los vestuarios para el descanso de rigor, el eje defensivo de su taumatúrgico 6:0 saltó, de buenas a primeras, por los aires. Seabra, su especialista, se despedía del inconmensurable Mota, lusos ambos, y para todo el partido; otra bobada arbitral sin razón de ser.
El aroma de los compases iniciales de la segunda mitad fue muy venturoso para Cuenca. El arranque de este período evidenciaba una aportación más alentadora de cara al gol. Y de sequía anotadora, entre tanto, para el Nava. La combinación perfecta soñada por Incarlopsa. A Patotski se le había parado el reloj, Simenas seguía sin desprenderse de la interminable sudadera y era cuestión de paciencia que Mota bajara el pistón. En las filas de Lidio, Doldán pasaba a ser un argumento capital en el aspecto ofensivo (a veces, el único para la dirección del juego), Sergio López se desempeñaba de lateral izquierdo por exigencias del guión, Thiago era invocado (hasta que epilogó) y Pizarro rendía las últimas banderas de la incomprensión. Maciel, otra vez, instalado en su superlativa regularidad. Sin embargo, Nava supo tragar ricino. Navegando entre el festival alocado de exclusiones, los segovianos igualaron, hacia la mitad de este período, una contienda que parecía escapárseles sin remisión. A lomos de la experiencia y el coraje, que eso representan el gran Adrián Rosales y el cada vez más liviano Carlos Villagrán (santo y seña de ese club). El tira y afloja en el luminoso, prendido de un hilo delgadísimo, deparó un escenario dramático y análogo al padecido ya en alguna ocasión. Sin ir muy lejos, frente a Puerto de Sagunto. Con el esférico y un tiempo muerto en poder de los rivales, los locales volvieron a defender bien, otra vez, un punto que el destino dirá si es óptimo o insuficiente.
INCARLOPSA CUENCA (24): Leo Maciel (p), Simonet (1), Martín Doldán (3), Thiago Alves (4), Federico Pizarro (8), Nacho Moya (2) y Sergio López (3). Samuel Ibáñez (p), Ángel Pérez (3), Martín Noeda, Hugo López, Carlos Fernández, Davide Bulzamini, Armando Arce y Alejandro Taravilla.
VIVEROS HEROL. BM NAVA (24): Patotski (p), Filip Vujović (1), Álvaro Seabra, Nicoló D´Antino, Rodrigo Pérez Arce (8), Filipe Mota (4) y Adrián Rosales (2). Lamariano (p), Francisco Javier Bernabéu (3), Darío Ajo (1), Carlos Villagrán (3), Andrés Alonso, Óscar Marugán, Jorge Da Silva (2), Lukas Simenas y Pablo Herranz.