José Ángel Cañas
El pasado martes fallecía Gervasio Martínez-Villaseñor García, un político del que la provincia de Cuenca debe sentirse orgulloso, independiente de la adscripción política, nadie le puede negar que pocos políticos de nuestra provincia han desempeñado en la historia reciente de nuestro país puestos tan relevantes. Ha sido una figura relevante de la política conquense desde la transición hasta que abandonó su vida pública, pero probablemente los más jóvenes pueden que desconozcan su trayectoria pública.
La política discurre muy rápido y una legislatura es más que suficiente para que perdamos el recuerdo de aquellas personas que han dedicado más de la mitad de su vida al servicio público. Dicen que el olvido en política dura menos que el éxito y quizás por ello a algunos le sorprenda incluso que pueda hacer este artículo refiriéndome a su figura.
Con Gervasio algunos aprendimos lo que significa la política, el servicio a los demás y el amor a la provincia de Cuenca. Desde sus distintas responsabilidades, tanto en los gobiernos de la UCD, especialmente en el Ministerio del Interior, como posteriormente en Alianza Popular como Presidente Provincial y posteriormente en el Partido Popular donde fue Diputado y Senador por Cuenca, Gervasio trabajó por nuestra provincia siendo uno de esos políticos que deben ser recordados por las generaciones futuras por su labor. Sus grandes pasiones políticas eran Cuenca y Horcajo de Santiago.
Quien escribe esta loa a su figura, con cierta emoción que le impide decir lo mejor de alguien que tanto ha hecho desde sus responsabilidades públicas, no puedo evitar los recuerdos de la época en la que como Presidente Provincial de Alianza Popular y Diputado por Cuenca comencé mi actividad política como Presidente de Nuevas Generaciones y no puedo olvidar lo que aprendí junto a él. Recuerdo con cariño el orgullo que siempre profesaba por ser conquense; allí donde estuviera, en sus distintas responsabilidades políticas, lo primero eran sus paisanos. Era capaz de parar el coche para ir a saludar a un agricultor que veía labrando y llegar a cualquier pueblo para hablar con la gente, sin importarle si ese era su destino o no.
Conocía a la gente por su nombre, intentaba recordar el nombre de sus familiares y procuraba enterarse si tenían algún problema personal. Con Gervasio sabías a qué hora salías de viaje, pero era difícil saber cuándo ibas a llegar a tu destino y probablemente con un plato de cacahuetes era más que suficiente para aguantar una jornada visitando
la provincia de Cuenca. Sin embargo, llegabas con la enorme satisfacción de haberte recorrido la provincia y haber conocido a muchísimas personas en esa época en la que la política se hacía cara a cara, sin ninguna repercusión en los medios de comunicación porque no existían. Era el reflejo más claro de aquel libro del disputado voto del Sr Cayo, el magnífico libro de Miguel Delibes que recuerda una forma de hacer política impensable de hacer hoy día a través de las redes sociales y del tuit.
De su experiencia política, sólo puedo decir que era un libro de la historia democrática de nuestro país. Fue testigo de la transición, del golpe de Estado, de la constitución de nuestra comunidad autónoma y de la refundación de Alianza Popular al Partido Popular. Por eso, los viajes que pude realizar con él siempre suponían el estímulo de oír en primera persona las páginas más recientes de nuestra historia contada por uno de los protagonistas, y todo ello con la humildad de quien comenzó su trayectoria pública como maestro y director de un colegio mayor, con esa voluntad de enseñarnos a los que éramos más jóvenes que la política sólo tiene sentido si se hace con vocación de servicio a los demás.
Dicen que en España siempre enterramos muy bien a nuestros muertos, y hago referencia a esa expresión porque es cierto que desde que abandonó su vida pública, Gervasio no ha tenido el reconocimiento público que merecía por parte de la provincia de Cuenca a la que sirvió y de la que fue protagonista en momentos tan decisivos para nuestra historia reciente. Es por ello, que reivindico desde mi humilde opinión, la necesidad de promover un reconocimiento público a su figura y que su labor política no quede en el olvido.
Y a la familia, sólo puedo darles las gracias por permitirnos compartir a su esposo y padre con nosotros y por el tiempo que dejó de estar a su lado para dedicarlo a la provincia de Cuenca.
Descanse en paz.