Superar las izquierdas y las derechas

Daniel Mora

La dominación del PP y el PSOE sobre el sistema político español refleja, bajo mi punto de vista, una estrategia para dividir y etiquetar a la sociedad en bloques ideológicos simples y opuestos, obligándonos a encasillarnos en categorías de «derechas» o «izquierdas». Al adoptar este modelo, los grandes partidos refuerzan una visión binaria y hermética del mundo (todo es blanco o negro), lo cual limita la amplitud de pensamiento y reduce la complejidad de los problemas sociales, económicos, políticos, geoestratégicos y culturales a simples eslóganes. Sin embargo, en el actual contexto global, este paradigma de izquierdas y derechas ha empezado a desdibujarse y volverse obsoleto, pues la nueva realidad trasciende estas categorías tradicionales y da paso a un enfrentamiento más profundo, en el que creo que nos encontramos hoy en día: soberanistas vs globalistas.

El soberanismo representa una posición que valora la identidad nacional, la autonomía de los pueblos y la preservación de sus tradiciones y creencias. En cambio, el globalismo tiende a diluir las identidades nacionales en una visión homogénea y relativista del mundo, promoviendo una globalización que prioriza los intereses de las grandes corporaciones y organismos internacionales por encima de las realidades locales. PP y PSOE, al perpetuar este sistema, pretenden mantener a los ciudadanos en un ciclo de elecciones en el que se nos ofrece una falsa elección entre opciones que, en lo esencial, apoyan agendas globalistas. El discurso de ambos partidos, si bien se presenta como diametralmente opuesto, coincide en asuntos clave relacionados con la integración en estructuras supranacionales, la economía globalizada y una concepción del progreso que sacrifica los valores tradicionales.

Así, esta alternativa soberanista no solo desafía el dominio de los grandes partidos, sino que también propone una mirada distinta hacia el futuro de la política, donde los valores trascendentes, el respeto por la ley natural y la defensa de las identidades locales cobran protagonismo. La verdadera dicotomía que surge entonces, no es entre derecha e izquierda, sino entre quienes defienden la libertad y soberanía de las naciones y aquellos que abogan por una uniformización global que, desde la óptica tradicional, amenaza los principios esenciales de la civilización europea cristiana y la dignidad del individuo y de las comunidades.

En última instancia, tanto la derecha como la izquierda actuales, en sus expresiones principales, comparten una misma filosofía subyacente: la de la democracia liberal moderna, un sistema que, al final, prioriza los valores del materialismo, el relativismo moral y el individualismo sobre los principios trascendentes y permanentes. Ambos lados del espectro, aun cuando parezcan irreconciliables en sus discursos (como vemos diariamente en el Congreso de los Diputados), promueven una visión del mundo que coloca al Estado y a la economía globalizada por encima de las comunidades locales, de las familias y de las tradiciones espirituales. Por eso luego se les ve cenando en los mismos restaurantes y yéndose juntos de vacaciones. En el fondo son amigos porque comparten el mismo pastel. Sobreviven en el mismo sistema.

El hecho mismo de querer identificarse como “de derechas” o “de izquierdas” nos atrapa en el marco ideológico de la democracia liberal, como si esta fuera la única opción legítima para organizar la sociedad. La historia de España y de Europa (así como autores clásicos como Platón) nos muestran que existen otras muchas formas de gobierno que buscan el bien común y que se fundamentan en el respeto a la ley natural, en la primacía de la vida familiar, en la subsidiariedad y en la soberanía local. Estas alternativas nos invitan a considerar que la verdadera libertad y el verdadero progreso no dependen de la continua expansión del poder estatal y económico (mucho menos, en acudir a las urnas cada 4 años), sino de un orden social que respete el orden natural y la dignidad humana.

Para trascender esta falsa dicotomía de “izquierdas” y “derechas” es fundamental recuperar una visión del mundo que no se limite a las etiquetas políticas impuestas por el sistema actual. La organización de la sociedad puede y debe buscar una armonía superior, basada en el bien común y en un sentido trascendente de la existencia. Solo así podremos escapar de la trampa de los partidos dominantes y redescubrir caminos más auténticos hacia una sociedad justa y verdaderamente humana.