Nicolás Poveda Peñas
Hace años, cuando ejercía mi profesión, me llamaba la atención una expresión que utilizaban los miembros directivos y demás corifeos de la organización terrorista ETA, “socialización del dolor”. Cuando causaban muertes o lesiones en sus crueles actos criminales, decían que el dolor causado a las víctimas y a sus familiares y amigos, era debido a la socialización del dolor.
En muchas ocasiones entre mis compañeros hablamos de tal expresión, refiriéndonos a ella como el colmo de la hipocresía y de la mentira, ya que de ello se desprende que el que causa el dolor, luego lo reparte para que este dolor este repartido y parezca menos dolor, pero además llegamos a la consideración que lo realmente pretendido, es que ellos querían que el resultado en su actuar criminal, ellos eran los dueños del dolor y lo repartían según sus intereses y como querían.
Ahora, he visto con gran pesar por mi parte, y con gran dolor, como se pretende socializar el duelo por los muertos del coronavirus. Hechos como la retirada de una bandera con crespón negro, en Sevilla o la negativa a que las banderas ondeen a media asta, son síntomas evidentes de lo que digo
Es una vieja pretensión de la llamada izquierda española, ser la dueña y directora, no solo de nuestras vidas y quehaceres sino también de nuestros sentimientos, totalitarismo ideológico se llama tal conducta.
Así, minoramos los muertos; minoramos las críticas, o pretendemos minorarlas, incluso con la intervención de la Guardia Civil, por si alguien se sale del cauce marcado, incluso se impide la celebración de una misa en la puerta de una iglesia.
Es como si nos dijeran, tu duelo, lo gestiono yo, Vd. no tiene derecho a expresar su dolor o pena, a exteriorizarla, usando la excusa de que el bien común no lo permite, bien común, que claro administran ellos en exclusiva, impidiendo incluso unirse a una manifestación a quien no tiene carnet, No debemos olvidar que incluso llegaron a levantar un muro, que decían era para evitar que la gente circulara, pero sabemos que no era así, era para demostrar que aquel era su mundo, donde se hacía y pensaba a su modo y el otro de los otros que estaban equivocados. Menos mal que vinieron Woijtyla y Solidaridad y pusieron las cosas en su sitio y el muro repartido en cascotillos que aún se venden en Berlín como recuerdos de un nefasto pasado.
Me recuerda, cuando yo, estaba destinado en un pueblo de los territorios litorales mediterráneos del Reino de Aragón, que desde hace poco históricamente algunos llaman Cataluña, que el Consejero de Justicia de la Generalidad, vino a verme para traerme una bandera de la Comunidad Autónoma catalana, ya que no había en el Juzgado, y que por cierto se extrañó de que uno de Cuenca pidiera una bandera catalana, el respeto es el respeto y de eso los manchegos sabemos demasiado, y me dijo que su pretensión era, que soñáramos en catalán, que si soñábamos una conversación, esta fuera en catalán.
Pretenden con este tipo de políticas eliminar nuestro libre albedrío, nuestra capacidad de decidir sobre lo nuestro, y nos hemos de preguntar qué puede ser más nuestro, que el dolor próximo por la muerte de un familiar.
Poco a poco, pretenden asumir nuestras, íntimas competencias, y nuestros derechos, incluso en cuanto a nuestros sentimientos, para así ser dueños de todo, dirigidos por ellos señores y amos de nuestra hacienda y también de nuestra vida como decía el Ingenioso Hidalgo.
Los políticos tienen su papel, pero el ciudadano tiene el suyo, y los derechos básicos humanos, son nuestros, pretenden impedir los derechos humanos que dimanan de la corriente del pensamiento que se conoce como el Humanismo Cristiano, y eso les trae a mal traer.
Impedir el ejercicio de estos derechos, hará que algunos tengamos que acudir a los Tribunales, único resquicio de Justicia que le queda al oprimido como estamos viendo por desgracia.
La lucha, por así llamarlo a este conflicto de intereses, no es que la bandera no ondee a media asta o que el crespón negro desaparezca, sino que sepas que tu dolor lo administro yo, político de turno, y no tú, que no eres más que un número en la agenda de Tezanos.
Yo, acomplejado con tanta imposición, lo que he hecho es quitar el crespón negro que tenía en la bandera española de mi terraza y sustituirlo por uno el doble de grande.
No nos dejemos engañar, van por ahí los tiros como decimos la gente sencilla, debemos impedir su juego, somos más y mejores y además tenemos razón.
Por cierto, alguien me podría decir sonde se hacen las pruebas del test del coronavirus, porque lo pregunto a los conocidos, por teléfono por supuesto, y nadie me sabe decir donde, y no quiero llamar a la mujer del Iglesias, (también tiene guasa el apellido) para que me lo diga, a ella le han hecho tres y gratis al parecer.