Beatriz Jiménez
Cuando Page afirma que «La educación es la base de la igualdad». Yo creo que la educación debe ser la base de la libertad, porque sin libertad la igualdad no pasa de ser una imposición. De esto saben mucho los regímenes socialistas y comunistas clásicos. No el de Page, que solo gobernó con ellos, pero luego se alegró de exterminarlos; políticamente claro.
Lo cierto y verdad es que la afirmación es muy reveladora de lo que unos y otros pensamos sobre la educación. Yo creo que no hay nada que valga la pena sin libertad. La libertad es la piedra angular que sustenta el desarrollo del ser humano. No podemos ser verdaderamente iguales sin ser libres.
El artículo 27 de la Constitución recoge el derecho a la educación. En su literalidad, la palabra libertad, acuerdo o autonomía, sinónimos en este caso, aparece en cinco ocasiones. Bien es verdad, que el marco constitucional del 78, y la transición hoy por hoy son objetivo a liquidar por parte del gobierno. No obstante, yo que los defiendo y defenderé siempre los invoco aquí como argumento de autoridad.
La supremacía de la igualdad sobre la libertad en la educación, es la negación misma del derecho a que los padres elijan la formación moral y religiosa que esté de acuerdo con sus propias convicciones, y por tanto negar la libertad de enseñanza. Esta es la esencia misma de nuestro actual sistema legislativo en materia educativa: un conjunto de eufemismos y palabrería hueca que pretende imponer la igualdad diseñada por el gobierno. Valga como argumento la célebre cita de la Ministra que perpetró la LOMLOE; Celaá: «No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres». Page, estuvo, está y estará de acuerdo, no en vano ha sido el primero de la clase en adaptar los currículos educativos, en Castilla-La Mancha a la Ley Celaá.
Estoy segura de que el Gobierno de España, apoyado por el de Castilla-La Mancha quiere una educación como base de la igualdad; pero también estoy segura de que esa igualdad lo será a costa de la libertad; ya se ve. Del mismo modo estoy convencida, de que tras esa igualdad solo se esconde un afán adoctrinador, la ley de educación actual así lo ha puesto de manifiesto. No tengo duda de que, tras esa igualdad de base, solo se esconde el anhelo de una operación de ingeniería social que de verdad nos “iguale”, a gusto del Gobierno, eso sí. Cuanta más igualdad gubernamental se nos imponga, menos margen tendremos para la educación libre y, en consecuencia, menos se respetará la libertad de educación.
La libertad permite el socialismo, pero no parece que el socialismo permita la libertad. Entonces la disyuntiva es clara: socialismo o libertad, esa es la cuestión.
Mi admiración, respeto y reconocimiento a los profesionales de nuestro sistema educativo de Castilla-La Mancha. Los primeros son los artífices del “milagro” de educar en un marco legislativo que impone cambios, en muchas ocasiones sin sentido. Que garantizó el verdadero derecho a la educación frente al COVID, sin duda el peor momento de nuestra reciente historia. Nunca deberíamos olvidar la lección magistral de entrega y profesionalidad, aún a riesgo de la propia vida, que aquello supuso. Yo al menos no lo olvidaré jamás. Como no olvidaré las palabras de quien entonces hablaba de no cerrar las escuelas porque “algunos quieran quince días de vacaciones”.