Oír y escuchar

Julio Rebenaque

Aunque estamos hartos ( por el daño que ocasionan al lenguaje) de oírlos como sinónimos en el lenguaje coloquial, sobre todo en televisión, oír y escuchar no son sinónimos. Los mismos diccionarios los distinguen.  Oír es percibir una cosa por medio del sentido del oído. Escuchar es prestar atención  a lo que uno oye.  Oír es un fenómeno meramente fisiológico, escuchar es además, psicológico. Oír es fenómeno pasivo frente a escuchar que es activo. Cuando meramente se oye, se tiene una percepción de conjunto, sin nada que se destaque. Al escuchar en cambio, hay algo que motiva su destaque del resto.  Con ver y mirar ocurre algo parecido, sin que afortunadamente se use tan impropiamente en el lenguaje coloquial.  Ver sería a oír lo que mirar es a escuchar. El filósofo Ortega, paseando con un amigo por una ciudad española en los años sesenta, se cruzó con dos chicas por la calle; ante la más  absoluta indiferencia de ellas, Ortega comentó a su acompañante: “a nuestra edad, no es que no nos miren, es que ni siquiera nos ven”.

Oír y escuchar, como decíamos al principio, son no sólo diferentes, sino procesos  hasta cierto punto incompatibles, porque el primero es necesario y previo al segundo. En el oír, no existe sin embargo ese factor añadido en la escucha y que alcanza primacía, que es la atención. Se podría decir que  el oír es una escucha amplia e inatenta, mientras el escuchar es un oír atento y concreto.  Tal y como está planteado el tema, el oír es un proceso indispensable para el escuchar. El sordo podría escuchar sólo en la medida en que la escucha es un prestar atención, pero le restaría de esta la capacidad de oír, parte también imprescindible para el acto de escuchar.  No todo lo oído llega a ser escuchado, pero todo lo escuchado es necesario que haya sido oído previamente. Este  mal uso de ambos términos, lo observamos como decía al principio en determinados programas de televisión. Pongamos un ejemplo: Hay un reportero fuera del estudio, que se dirige al plató,  y supongamos que por meros problemas técnicos no se le oye. El presentador en cuestión o los colaboradores se apresuran a decir: perdónanos fulano no se te escucha, cuando lo que en propiedad tendrían que decirle es no se te oye, si es que le están prestando atención. Y así en innumerables ocasiones, en la creencia además que están haciendo un uso culto del lenguaje. Esto que puede parecer un problema menor no lo es si tenemos en cuenta que los medios de comunicación son una atalaya inmejorable de difusión del lenguaje a través  del  habla. Invito desde aquí a los lectores a que observen esto y vean lo desgraciadamente extendido que está.