«Calma, dijo el médico, en una epidemia no hay culpables, todos son víctimas,» con esta cita al Ensayo sobre la Ceguera de Saramago quiso Tomás Guitarte, diputado de Teruel Existe, trato de acercar los extremos empeñados en completar la cita que continúa «Si yo no hubiera sido la buena persona que fui, si no le hubiera ayudado a llegar a su casa, aún tendría mis benditos ojos». Giro de guión y de significado. La literatura nos ama o nos odia, depende hasta qué punto y seguido se siga leyendo.
En estos días de encierro, miedos, batallas políticas, conspiraciones, fantasmas y culpables, se busca en la ficción dar algo de luz a la realidad. Rellenar las piezas que nos faltan del puzzle. Se regresa a La Peste de Camus, el Ensayo sobre la Ceguera de Saramago o La Peste Escarlata de Jack London como si fueran un bote salvavidas para tratar de comprender un mundo que parece convertido de repente en La carretera, de Cormac McCarthy.
Páginas en las que hayamos algo de profecía cuando el «Gobierno lamenta haberse visto obligado a ejercer enérgicamente lo que considera que es su deber y su derecho, proteger a la población por todos los medios de que dispone en esta crisis por la que estamos pasando, (…) y desearía contar con el civismo y la colaboración de todos los ciudadanos para limitar la propagación del contagio».
No hay bote salvavidas en estas páginas que traen más tempestad que calma en una sociedad que acaba podrida de odio en la que deja de existir un futuro posible. «Sin futuro, el presente no sirve para nada, es como si no existiese». Saramago ya se marchó y es imposible conocer cuánto de metafórico y cuánto de profético tiene esta obra escrita en 1995. Sería una entrevista impagable en estos tiempos de pandemia. Una brújula demasiado certera.
Varias veces trató el tema en sus Cuadernos. En una de las entradas a su famoso blog hablaba del peligro de la continua circulación de virus asociada a las macro granjas y a los problemas ecológicos. En esa ocasión escribía, «Como se observa, los contagios son mucho más complicados que el hecho de que entre un virus presumiblemente mortal en los pulmones de un ciudadano atrapado en la tela de los intereses materiales y la falta de escrúpulos de las grandes empresas. Todo está contagiando todo. La primera muerte, hace ya largo tiempo, fue la de la honradez». Como dijo en varias ocasiones «somos ciegos que pueden ver, pero que no miran».
En estos momentos en los que parece atisbarse la luz al final del encierro, algunos se preguntan si seremos capaces de aprender algo de lo ocurrido o si tardaremos muy poco en olvidarlo todo buscando la próxima piedra en la que tropezar, pensando como los ciegos de Saramago, «No hemos tenido la culpa, no hemos tenido la culpa» fue sólo una mariposa que batió sus alas en el lugar equivocado y seguiremos caminando por la misma senda, porque al fin y al cabo, «la ciudad aún estaba allí».