Martes Santo 2020. Procesión del Perdón, evolución y reflexión

Artículo de Mariano López Herráez

Tres años recién cumplidos, 1966. Mi primera imagen en mi recuerdo es tras el guión del San Juan Bautista. Las trompetas ponían inicio a este Martes Santo rumbo a la Plaza Mayor. La Procesión, muy joven como yo, daba sus primeros pasos.

Eran tiempos difíciles, pocos hermanos en nuestras filas, sin embargo, un sentimiento común prevalecía, somos Hermandad, somos el San Juan.

Por entonces, y de la mano de ilustres nazarenos, desfilaban la Hermandad del Santísimo Cristo de la Luz con su María Magdalena, la Esclavitud de Nuestro Padre Jesús de Medinacceli ponía las filas de penitentes y su esplendor. La Hermandad de María Santísima de la Esperanza, que había sido fundada, en su mayoría, por agentes de seguros, daba también sus primeros pasos. Se unía a la procesión desde la capilla de la Esperancilla, anexa a la iglesia de El Salvador, en una difícil maniobra, ya que apenas cabía por la puerta. Algún año posterior, pero no mucho, recuerdo entre brumas, contemplar la totalidad de la procesión en la bajada. Desde la sobriedad del San Juan, se observaba como cambiaban los colores, la luz, las formas. Me quedé perplejo y empecé a entender, entonces, qué era un desfile de Semana Santa.

Recuerdos, recuerdos. No era ni mucho menos una procesión tan multitudinaria como la actual, la tradición mandaba, y lo tradicional había sido y era entonces, que durante muchos tramos de la procesión los banceros fueran destapados, se decía que por la dificultad de las maniobras. Normalmente se iba destapado hasta pasar la segunda curva del peso e incorporarse a la calle Alfonso VIII, camino de la Plaza Mayor, también, en la bajada, se iba destapado en las dos curvas de la Audiencia. El final de la procesión era, amablemente hablando, descontrolado, desde la Iglesia de San Esteban a El Salvador.

Los banceros del San Juan, tenían la errónea idea, que su paso era indestructible, si llovía, y creerme, lo he vivido, se iba mas despacio, como retando al tiempo meteorológico. La verdad es que se solía llevar de fábula, a paso corto, como si se disfrutara del momento. Esto lo he visto con dieciséis o diecisiete años, la hermandad del Cristo, mas sensata, sin duda, nos llegó a adelantar, en la calle de las Torres, y qué, no pasaba nada. Nosotros a lo nuestro, tengo la imagen grabada en el cerebro, los saludamos y seguimos con nuestra procesión.

Corren los años ochenta y aparte de tener que restaurar nuestra Imagen, ¡cómo no!, nos hacemos mayores, seguimos siendo el San Juan, pero ya no nos destapamos en ningún momento, nuestras filas se van poblando de más nazarenos, el final de la procesión se empieza a cuidar. La Hermandad del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo se une al desfile, en sus filas, jóvenes universitarios, con toda su fuerza y su pujanza y todo va tomando forma y cuerpo.

Mediados de los noventa, definitivamente nos hemos hecho mayores, miles de nazarenos desfilan el Martes Santo Conquense, las filas interminables nutren con su luz bellas y cuidadas imágenes, prima la luz de vela en los Pasos, creando bellos reflejos en la tallas. Desde las túnicas al calzado y las capas, todo debe estar perfecto. Hasta el más mínimo detalle se cuida con infinito esmero y dedicación, año tras año, la directivas trabajan sobre este, o aquel punto, donde pudiera haber una problema para solucionarlo.

Acompañado de cientos de hermanos, el paso de San Juan Bautista enfila la última subida  camino del templo de origen al ritmo de su marcha, precioso momento nazareno. Y qué decir de la incorporación a la procesión en la Plaza Mayor de la Hermandad del Bautismo, o las curvas de la audiencia, tomadas de una sola tirada, a paso lento. milimétrico, cuidado. Rodeada de capuces oro viejo, Santa María Magdalena es mecida durante toda la procesión con infinito mimo por sus banceros, qué momento escuchar un motete compuesto en su honor, frente a la Iglesia de San Felipe. Rodeado de sus fieles devotos con cientos de penitentes tras El, Jesús de Medinaceli deja sentir su presencia en las calles de Cuenca. Los banceros se recrean en la Puerta de Valencia, ya de retirada, mientras la Banda de la Junta de Cofradías le dedica una marcha. Momentos inolvidables en la Plaza de San Andrés, cuando Nuestra Señora de la Esperanza se incorpora a la procesión, o qué decir de su entrada en la Plaza Mayor sobre un mar de capuces verdes. En Carretería, con los pasos moviéndose al unísono se observan bellas estampas nazarenas.

Tengo el inmenso placer año tras año de vivir cada uno de estos momentos intensamente, y me siento muy feliz de poder hacerlo.

Y los volveré a ver y los volveremos a vivir todos tras este paréntesis al que nos obliga un maldito virus. De todas formas seguimos viviendo nuestro Martes Santo, ya que estamos mas unidos que nunca como comunidad, y como hermanos todos, del Perdón.

Mariano López Herráez
(Presidente ejecutivo de la Procesión del Perdón)