José Manuel Cañizares Montón
Concejal del Grupo Municipal Popular del Ayuntamiento de Cuenca
El pasado miércoles 18 de enero, en el Paraninfo de la Universidad de Castilla-La Mancha en Cuenca, escuché a Alberto Núñez Feijóo -y después le he leído en prensa- hablar en clave nacional y mostrar su apoyo a los candidatos del Partido Popular en Cuenca y en Castilla-La Mancha. Vaya por delante que creo, sin lugar a duda, que España necesita su moderación y su discurso, y que necesita al Partido Popular para crecer y para que cese ya, antes de que sea demasiado tarde, la deriva y degradación inherente a la gestión del actual gobierno de Sánchez… pero también me habría gustado escucharle una posición inequívoca frente a la problemática concreta que asola a esta ciudad y a su provincia.
Esperaba oírle hablar expresamente (también a los candidatos que le acompañaban) que, pese a que el actual gobierno nacional de PSOE-UP haya robado a Cuenca el tren convencional, su restablecimiento, y la inclusión de la línea Madrid-Cuenca-Valencia en la red TEN-T para su obligada renovación y modernización, debe ser y es, para el Partido Popular, una estrategia y prioridad de Estado.
Lo esperaba, como ciudadano y como Concejal del actual Grupo Municipal Popular del Ayuntamiento de Cuenca, en coherencia con la que ha sido nuestra posición inequívoca al respecto, comunicada a los órganos provinciales, regionales, nacionales y europeos del Partido Popular y apoyada desde diversos cargos de cada uno de ellos. Y lo esperaba, también, porque ya el Grupo Municipal Popular manifestó inviable cualquier candidatura que no contemplara expresa y específicamente dicha renovación y modernización de la línea, e incluso llegamos a dudar en una de nuestras mociones de la capacidad de representación de quien atentara contra ella.
Esperaba oírle hablar expresamente de la obligación del Estado para con la provincia de Cuenca: un territorio casi vacío situado entre Madrid y Valencia (poco a poco abandonado hasta alcanzar la categoría de “escasamente poblado”) en el que sus posibilidades, lejos de desarrollarse, se han visto seriamente mermadas como consecuencia de su fallido encaje en la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha a lo largo de los ya celebrados 40 años de gestión socialista casi ininterrumpida (36 de esos 40 años).
Ya me lo han escuchado o leído en varias ocasiones y saben que entiendo, como únicas oportunidades reales de crecimiento y desarrollo, las basadas en la actividad productiva, y que estas, en Cuenca, proceden fundamentalmente (aún más a corto y medio plazo) de encontrarse situada precisamente entre Madrid y Valencia (primera y tercera ciudad en población, y principales puerto seco y puerto del Mediterráneo de España). Y no entiendo que, mientras el resto de las provincias castellanomanchegas reaccionaron y reaccionan no ya con Cuenca, sino con las mayores potencialidades de su entorno próximo (Albacete con Levante y Madrid, Ciudad Real con Andalucía y Portugal vía Extremadura, Toledo y Guadalajara con Madrid… ¡Analicen, si no, sus infraestructuras de comunicaciones!),al contrario, se haya eludido sistemáticamente implementar las comunicaciones (para el crecimiento y desarrollo) apoyadas en el eje Madrid-Cuenca-Valencia o, lo que es lo mismo, se haya eludido sistemáticamente la mayor potencialidad de ese entorno próximo de Cuenca y su “natural” interacción con él.
Las condiciones de la provincia de Cuenca, aun cuando todavía fueran meras potencialidades geográficas y patrimoniales, existen. Las infraestructuras de comunicaciones situadas sobre dicho eje Madrid-Cuenca-Valencia pueden juzgarse, al menos, incipientes:
_ La autovía Madrid-Cuenca-Valencia sólo se interrumpe entre Cuenca y Minglanilla, enlazadas no obstante por un tramo de carretera que es posible convertir en autovía para completarla.
_ La línea de tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia mantiene íntegro su trazado, que no ya el servicio entre Aranjuez-Cuenca-Utiel -deteriorado de forma intencionada y persistente, y robado apenas ayer por intereses económicos de ADIF (responsable, curiosa y fatalmente, de su histórico no-mantenimiento)-, y es posible renovarla y modernizarla hasta convertirla en línea de transporte de mercancías alternativa a la Madrid-Valencia vía Albacete (esta vez, además, en un contexto económico especialmente propicio, con ingentes fondos europeos creados y dirigidos precisamente a invertir en capacidad ferroviaria futura, para anticipar las necesidades de movilidad, fomentar el cambio de otros modos al ferrocarril y apoyar la actividad económica).
El resultado sería (entonces sí) vertebración del territorio y lucha contra la despoblación ¡y eso es cuestión de Estado!: una provincia capaz de generar y albergar actividades productivas propias, una vez enlazada eficazmente con la actividad propia de Madrid y Valencia, capaz incluso de hacer devenir en viable una estrategia y futuro por fin no basados en políticas de subvención constante. Nada que ver todo ello, ¡nada!, con suponer siquiera que existen otras inversiones “alternativas” a la eliminación del tren convencional, como sí escuché desgraciadamente.
Por el contrario, los actuales gobiernos estatal y autonómico, de PSOE-UP y PSOE respectivamente, han propuesto a la provincia de Cuenca (que ha perdido cien mil habitantes en estos últimos 40 años, casi todos ellos al norte de la A3) una estrategia para la movilidad de su ya escasa población actual, que se basa en convertir a la capital en único hub de intercambio a la carretera ¡precisamente en la quinta provincia más extensa de España! No sé, incluso, si lo hicieron conscientes de que cada vez será menos necesaria.
Por el contrario, el actual gobierno municipal de PSOE, con la necesaria colaboración de CNU, entendió que la ciudad de Cuenca (que sólo creció en estos 40 últimos años por vaciamiento de su provincia y que decrece ininterrumpidamente durante la última década) podía decidir sobre el desmantelamiento del tren convencional al margen de su repercusión en la provincia y sin consenso con ella. Cuando, muy al contrario, la ciudad debería merecer ser referencia de su provincia como capital (también por su propio bien) y corresponsabilizarse en cuantas estrategias precisara para su desarrollo económico, social e industrial, aún más en sus áreas más desfavorecidas.
Esto es lo que no oí decir y, a mi juicio, debería haber sido dicho. Porque creo que la indefinición ante esta cuestión condiciona severamente cuál debe ser el futuro comportamiento de la ciudad y de sus instituciones para su posible entendimiento con quienes serán los próximos presidentes de España y de Castilla-La Mancha.
Leía recientemente en prensa -y he vuelto a escuchar varias veces estos últimos días- que en Cuenca “es preciso sacudirse el pesimismo estructural que no nos deja avanzar”, lo cual no debiera quedarse en eslogan. Estoy completamente de acuerdo y añadiría que también habrá que revestirse de optimismo, pero… en base a ello, y reconociendo serenamente de donde partimos (de que la eliminación de nuestro tren convencional hubiera sido imposible sin el sometimiento indebido del Ayuntamiento de Cuenca a su alineación política con el resto de las instituciones), es necesario saber con certeza que el próximo gobierno de la ciudad reclamará con razones, firmeza e incluso beligerancia, el eje Madrid-Cuenca-Valencia y, con él, su tren convencional como instrumento de futuro -un cometido más que suficiente para un área de gobierno creada específica y exclusivamente para ello-. Y para reclamarlo en todos los ámbitos (autonómico, nacional y europeo), política, administrativa y judicialmente si fuera preciso, será necesario que lo considere un derecho insustituible e irrenunciable, a anteponer a cualquier obediencia, estrategia o interés ajeno (también de partido).
No lo oigo de forma inequívoca, y es por eso por lo que entiendo que la restitución de la línea de tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia, su renovación y modernización para tráfico de mercancías y viajeros, debe ser una línea roja, un punto innegociable para quien aspire a formar el futuro gobierno de la ciudad de Cuenca y para los ciudadanos que deben elegirle.
No sé si esta opinión es o no “políticamente correcta” (probablemente no), pero estoy convencido de que tratar de mantener durante estos últimos 4 años la coherencia de mis acciones y con nuestros compromisos electorales (e intentar hacerlo exclusivamente en defensa de los intereses de la ciudad), es precisamente lo que esperaba de mí el Partido Popular cuando concurrí en sus listas, como independiente, para las últimas elecciones municipales. Solo esto subyace a esta opinión. Al fin y al cabo, creo que solo así los partidos políticos le son útiles a la sociedad.
Mientras tanto, ojalá que el próximo gobierno municipal comience en junio a gestionar, ya desde la propia ciudad, su necesaria y paulatina conversión en otra mejor. ¡No importa el tiempo que se tarde si somos capaces de imaginarla! Y ninguna idea al respecto, ninguna gestión eficaz, durante estos ya largos últimos cuatro años de PSOE y CNU.
¡Cuánto tiempo perdido!