Bárbara García Torijano– consejera de Bienestar Social
La conmemoración del día de los abuelos no deja de ser una efeméride joven, con apenas 20 años de trayectoria. No existía cuando yo disfrutaba de mi niñez con mis abuelos, pero sin duda, viene a reconocer el derecho adquirido de reconocimiento y valoración de toda una generación de hombres y mujeres, que, tras retirarse de la vida laboral y dejando espacio a los más jóvenes, siguen teniendo un rol principal en nuestras sociedades.
Nuestros abuelos y abuelas comienzan a desempeñar ese rol cada vez y generalmente, un poco más tarde que la generación anterior. El retraso en la maternidad, así como la disminución en el número de hijos/as en nuestra sociedad occidental marca un perfil de abuelos y abuelas muy distinto al de hace 20 o 40 años.
A la vez, el envejecimiento paulatino pero imparable de nuestra comunidad, constituye probablemente una de las transformaciones sociales más importantes de nuestro tiempo, con consecuencias en todos los ámbitos, incluidos el mercado laboral, el desarrollo económico, la distribución y demanda de bienes y servicios, y el diseño del estado de bienestar.
Los abuelos y abuelas de hoy, lo son más mayores, pero también viven mucho más de lo que lo hicieron sus abuelos. Con el suficiente cuidado y atención, además viven en mejores condiciones de salud y con mejor calidad de vida, siempre y cuando desde las administraciones tengamos la sensibilidad necesaria y prestemos los servicios adecuados para sus específicas necesidades.
Cuando las personas viven estos años adicionales con buena salud y continúan participando en la vida de las familias y las comunidades como una parte integral de ellas, contribuyen al fortalecimiento de las sociedades; sin embargo, si estos años adicionales están dominados por la mala salud, el aislamiento social o la dependencia de cuidados, las implicaciones para las personas mayores y para el conjunto de la sociedad son mucho más negativas.
Los abuelos como cuidadores forman parte de nuestras escuelas de familia, son parte de la red de acogida de niños y niñas en exclusión, y forman parte del personal voluntario en un sinnúmero de actividades orientadas a mejorar la situación de las personas en exclusión social.
Muchos abuelos son igualmente cuidadores de personas en situación de dependencia, a veces de sus cónyuges, pero a veces también de sus hijos, y no son pocos los abuelos y abuelas que se constituyen en cuidadores esenciales de los niños, niñas y adolescentes con algún tipo de discapacidad.
Como consecuencia, el fortalecimiento de todas las competencias de la Consejería de Bienestar Social, es clave para los abuelos y abuelas, no solo las orientadas a mayores, sino también las orientadas a la infancia y la familia, a las personas en exclusión, a las personas en dependencia, y a las personas con discapacidad. Ellos y ellas deben ser objetivo de nuestras acciones en un amplio rango de actuaciones y de una forma integral e integradora.
Por eso, desde el Gobierno de Castilla la Mancha, seguimos trabajando para mejorar las condiciones de habitabilidad y atención en nuestras residencias, centros de mayores y otras instalaciones, como demuestra la elaboración del Decreto de Condiciones Básicas.
Fortalecemos las actividades orientadas al envejecimiento activo, como las rutas senderistas, el termalismo y el turismo social.
En colaboración con la Consejería de Educación, Cultura y Deportes, enriquecemos sus oportunidades de disfrutar del arte y la cultura, como hacemos a través de la iniciativa Estantería Dorada.
Acompañamos a los abuelos y abuelas en su rol de cuidadores y educadores de sus nietos y nietas, con el Portal de Infancia y Familia y las Aulas de Familia en nuestros centros de atención a la infancia en todas las provincias.
El año 2021 es el segundo de una década declarada como Década del Envejecimiento Saludable por Naciones Unidas (2020-2030) que tuvo como lanzamiento la terrible pandemia de COVID 19 que tanto y tan duramente ha afectado a los abuelos y abuelas de todo el mundo.
Siendo el sector más vulnerable a la enfermedad, han visto cómo perdían valiosos meses de sus vidas que costará recuperar y, en el mejor de los casos, han debido afrontar este nuevo futuro con las secuelas físicas, orgánicas y psicosociales que el virus les ha dejado.
Como gobierno debemos contribuir a esta década internacional sumándonos a las grandes organizaciones, a los profesionales, las instituciones académicas, los medios de comunicación y al sector privado, así como a la sociedad civil, sus colectivos y a las organizaciones que los representan, para sumar acciones orientadas a mejorar las vidas de nuestros abuelos y abuelas y las comunidades de las que forman parte.