Luz Moya Plaza, presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Cuenca
El farmacéutico desde cualquiera que sea su modalidad de trabajo, la investigación, la industria, la distribución, docencia, farmacia comunitaria, análisis clínico…, es el trabajador callado que muchas veces pasa desapercibido, la crisis de la covid 19 supuso un cambio de paradigma.
Tras la pandemia y la excelente labor realizada, no solo sanitaria sino también social, la farmacia comunitaria salió reforzada, con el reconocimiento de tantas y tantas personas que encontraron en el farmacéutico ese profesional cercano y de confianza.
Pasó la crisis COVID, y ahora los sistemas sanitarios buscan fortalecerse y el farmacéutico juega un papel fundamental en esta nueva etapa, un farmacéutico con un tremendo potencial en muchas ocasiones infrautilizado, un farmacéutico que puede y debe permitírsele resolver muchas de las dudas o consultas realizadas en la oficina de farmacia, como por ejemplo el cambio de forma farmacéutica de administración de un medicamento, me refiero al cambio entre sobres, comprimidos o capsulas, a veces que no coincide lo prescrito con lo deseado por el paciente y ante esto nos vemos obligados a dirigir de nuevo al paciente al Centro de Salud, contribuyendo de esta manera a aumentar la saturación en la atención primaria, cuando justo deberíamos hacer lo contrario, resolver en la oficina de farmacia y colaborar así a descongestionar una atención primaria totalmente saturada, un farmacéutico que está hoy más que nunca totalmente preparado para asumir nuevas responsabilidades en prevención y salud pública.
No veo que problema hay para frenar el desarrollo laboral del farmacéutico, sinceramente no lo veo
¿Será quizá esa dualidad de empresa privada de interés público que siempre nos acompaña?
La farmacia comunitaria tiene un papel relevante a la hora de fijar población, porque es, sin duda, un incentivo para los que han decidido quedarse a vivir en el medio rural y un factor decisivo para aquellos que se estén planteando residir en un municipio pequeño.
Con la extensa red de inteligencia sanitaria, que supone la red de farmacias, repartida por todo el territorio y que gracias al modelo solidario farmacéutico garantiza la equidad en el acceso al medicamento parece un poco ilógico no cuidar estas farmacias del medio rural implantando políticas encaminadas a aprovechar esta realidad.
Hoy en día el 99% de la población tiene una farmacia en su lugar de residencia, y digo hoy porque la continuidad de la farmacia rural está en serio peligro a no ser que se tomen las medidas oportunas.
Estas medidas deben ir encaminadas a facilitar la permanencia de la farmacia en esos pequeños núcleos y zonas más desfavorecidas, y no estoy hablando de la escasa subvención otorgada a las farmacias que por si solas no se mantienen, que por otro lado es totalmente insuficiente, hablo de permitirles ganar su sustento con su trabajo, hablo de los Servicios Profesionales Farmacéuticos.
No queremos subvenciones, queremos trabajar en lo que es nuestra competencia que no es otra cosa que todo el entorno del medicamento, desde la fabricación y distribución hasta la dispensación y uso racional.
Ejercemos una profesión vocacional, nos motiva la salud de nuestros pacientes, podemos tener un día malo, regular o peor, pero al ponernos la bata blanca, el mundo se trasforma y el paciente pasa a ser el centro de nuestras preocupaciones.
Es momento de impulsar un cambio en el sistema sanitario, un cambio donde el farmacéutico tenga un papel asistencial más definido y relevante, un cambio que impulse el papel del farmacéutico en la prevención de enfermedades, la promoción de hábitos de vida saludables y en el seguimiento farmacoterapéutico a través de nuevas actuaciones y servicios profesionales concertados y adaptados siempre a las necesidades de los pacientes.
Es el momento de implantar los Servicios Profesionales Farmacéuticos, y de entre ellos el más demandado, el Sistema Personal de Dosificación, SPD que engloba a su vez: conciliación, adherencia y seguimiento. Mediante el SPD también se contribuye a fijar población, pues esa persona mayor que se resiste a abandonar su hogar puede permanecer en su casa con la completa seguridad que su salud no corre riesgo, el farmacéutico asume la responsabilidad de velar por el cumplimiento de su tratamiento. Al mismo tiempo, con los SPD, se evitan consultas extra con lo que se descongestiona la atención primaria, se minimizan traslados e ingresos hospitalarios no se moviliza ambulancia ni helicóptero, con lo cual el ahorro al Sistema Sanitario está garantizado y cuantificado por diversos estudios.
Es el momento, no me cabe la menor duda, de guardar el cúter y trabajar como lo que somos, farmacéuticos del s. XXI, era digital que tenemos totalmente interiorizada en nuestras boticas con la receta electrónica y la digitalización de las pocas recetas de papel que todavía se usan, ¿por qué en lugar de prestar nuestros cinco sentidos a ese paciente al que nos gustaría mirar a los ojos, tenemos que preocuparnos de cortar correctamente ese cupón precinto, cortar celo y pegarlo en una hoja?
Creo sinceramente que la única forma de avanzar y fortalecer a nuestro sistema sanitario es colaborando todos juntos, cada uno desde sus funciones, capacidades y competencias, perfectamente recogidas en la legislación sanitaria.