El banzo de tu vida

Pedro Saugar

¿Eres imbécil?

Dieciséis años de bancero y, para uno que puedes sacar la Soledad, vas y te duermes, cómo leches se pondrá el cordón este, y las borlas que se me enredan, por qué habré llevado siempre fajín, mira que no llego, que ya están en la Esperancilla, corre corre, menudo cachondeo llevan al verme, me lo merezco, puff relájate, ya estás dentro, Dios mío, si no cabe un alfiler, pasamos enlazados como siameses, es como volver al útero materno pero lleno de nazarenos, esperando el momento del parto para colonizar tulipa en mano la ciudad, venga a tallarse, ya tienen embocado al Jesús y queda más de una hora, por qué todos los relojes se han parado, y esos rostros poseídos de decir igual mañana vuelvo a lo de siempre pero renacido, que me quiten lo bailao, a pesar de las conversaciones nerviosas el silencio no es solo una palabra, fuera lo saben, por eso avisan ya los tambores con  esos ¡Ay que le da! impacientes, y ahora llega ese listo y dice que se coloca delante que siempre va el segundo y el jefe banceros traga, ya verás, no llegamos a Diputación, si le saca el de atrás medio palmo, igual la felicidad debe ser esto, el hacerse de rogar para que el mundo te espere, ya resuenan los aldabonazos en el portón de Zapata, venga al hombro, a por ellos, si fuera un feto me retreparía asustado en la placenta, cualquiera sale, aunque siempre he sido de vírgenes entiendo ese resplandor en la cara de Agustín tras el guión, esa luz del que sabe que en ese momento nada más importa y está ahí, como su padre, y el padre de su padre, y tantos antes, dando sentido al vacío, y tras la Verónica suben al brazo al Guapo pero calculan mal y ¡ay! la palma (igual estaba seca) se troncha contra el tímpano del arco, nada, sacamos la de repuesto y palante, toma ya meneo, si hasta los angelotes de Marco Pérez se aferran a las andas, asustados, el primer baile es como el primer trago o la primera calada o el primer amor, lo demás ya es propina, qué barbaridad de clariná, uff, no veo la hora de salir, qué impaciencia, es como si se te fuera escapando el aire mientras el Salvador adelgaza, ya está fuera el Encuentro, esto arranca, vamos arriba, qué ganas, parece que he estado años durmiendo y me desperezo de golpe, capuz abajo, vaya, ya me habían avisado, el llevar palio es lo que tiene, que el hombro no se fija al banzo como en las Angustias, me acostumbraré, ya destella abajo la fragua por los ojos abiertos de la herrería de Antonio, enseguida acomodamos el paso, hipnotizados como niños tras la flauta que golpea martillos, al asomar por la Puerta de Valencia el sol ya ha cogido sitio, menudo es, se lo va a perder, las aceras llenas a pesar del frío, quién puede estar calentito en la cama mientras todo pasa fuera, qué mezcla de miradas, desde las irrrigadas de resoli (tan relucientes que reflejan) hasta las congeladas sin más, pero todas en pausa, como si nuestro bamboleo levitado removiera sus conciencias, o tal vez por mero efecto contagio (quién sabe), acostumbrado a hacerlo al revés, a la bajada, el tramo de Carretería se me hace eterno, parece a veces que hasta reculamos, ves, ya te lo dije, ha sido volver a tallarnos y resucitar, así da gusto, que una cosa es sufrir y otra no poder ni enderezarte, Javi resuella a mi espalda como si estuviera en las últimas, sé que voy a escuchar el fuelle agonizante de sus pulmones durante noches, y me quejaba yo de peso con los míos, ya, lo que daría por echarme mi chocolatito en el Martina con esos, una vez embocamos la subida (los altos siempre subimos mejor) todo empieza a fluir, como si la mañana legañosa que ventea en la Trinidad engrasara las ruedas bajo los pasos, y nuestro scalextric funcionara por fin solo, sin mandos, sobrado, impacta el eco de los clarines en la Audiencia, se entreveran con la marcha que nos dedicó Julián Aguirre, igual (piensas entonces) eres nazareno porque es tan difícil encontrar tu sitio en la cuesta arriba de la vida mientras tu banda sonora, la que te remueve por dentro, te arrulla, ya divisas la Plaza y el fragor allá en lo alto asusta, es como si (piensas) todo estuviera a punto de saltar por los aires, desde el primer turbo hasta el último espectador, y de un momento a otro los arcos empezaran a escupirlos, pero es llegar nosotros y aquietarse, jamás te habías sentido así, entre un artificiero desactivando goma 2 y un profeta anunciando, hace un frío de cojones, venga, pegarle al bocata de tortilla en San Miguel que nos helamos, ya se remueve la turba, quieren coger sitio en los Oblatos, a media bajada lo que nos hiela la sangre es ese enmudecer la algarabía que llega culebreando calle arriba hasta calarnos, y ese canto de otro mundo devorado antes de tiempo por el estruendo de miles de gargantas como tambores silenciando nuestros miedos, poniendo sonido al abismo final, a la duda eterna, bramando ese porqué que en unas horas, cuando todo acabe, volverá a guardar la túnica en naftalina hasta que de nuevo florezca en primavera, y sin ser consciente de todo lo que luego igual (algún día) escribirás bajas ya por Solera entre dedos que sisean bocas, palillos desmayados bajo los bancos del Jardinillo y los últimos acordes de una banda que (piensas entonces) te gustaría que pudiera seguir acompasándote para los restos, llevándote (bien tallado) a horquillazos mudos y rítmicos por esa otra procesión en la que cada día otra turbamulta, esta en total silencio, acecha agazapada, dispuesta a burlarse al menor desliz de tu desfile, a acusarte de tu propia traición, a silbar cada madrugada el paso en andas de un tiempo condenado a su fin.