Pablo Muñoz Miranzo
Representante ante la Junta de Cofradías de la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías
En 2018 la Hermandad de las Santas Marías salió a la calle, y lo hizo como si llevara toda la vida haciéndolo. Las puertas de San Esteban abrieron y cada uno de nosotros interpretó al unísono el modo en el que Cuenca entendía un Sábado Santo: una procesión sencilla, íntima, elegante y cargada de matices.
Dos años después, aquella única procesión comienza a tomar un aire místico. Conforme pasa el tiempo contemplamos imágenes de aquello como un acontecimiento efímero, excepcional; muchos conquenses, e incluso hermanos, no han visto todavía a Nuestra Señora de los Dolores en la calle y esto resulta descorazonador.
Los años siguientes al estreno, para una Hermandad, son los de la consolidación y el crecimiento; es el momento en el que las filas se llenan y se comienzan a adquirir enseres. El trabajo previo realizado por los hermanos fue tal, que ya en su primera procesión la participación fue alta, y gracias a ello el siguiente año conseguimos tener todos los enseres en propiedad, a pesar de no haberlos podido estrenar. Toda una hazaña colectiva que sigue pendiente de rubricarse.
Y es que, si los enseres son importantes, más lo es el aspecto humano. Una Hermandad, en toda la extensión de su palabra, se forja en la calle; me refiero a ese conjunto de afectos, emociones o la devoción por una imagen. Se produce al escuchar una marcha en un momento concreto, una larga tirada en una cuesta, o al ver a un hijo desfilando con su cetro, en resumen, son todas esas vivencias que hacen a una persona identificarse con una cofradía.
Tras el debut soñado cuesta no caer en la melancolía y albergar sentimientos de ocasión perdida; no nos lo podemos permitir. Debemos concebir la Semana Santa de 2021 como si fuera la primera.
Tenemos que recuperar aquel cosquilleo en el estómago de los días previos, la sensación de incredulidad al vernos los unos a los otros con el hábito de la Hermandad, sentir cómo nos recorre un escalofrío al ver a las Marías caminando entre un mar de gente, estremecernos con el sonido de las matracas retumbando en una callejuela, buscar la mirada de Nuestra Señora al caer la noche, o sobrecogernos dentro de aquel sepulcro tenebroso que es la Catedral.
Queda todo un año para esto.
Para el día de hoy rescato las palabras que dirigí a los hermanos al suspender la pasada procesión: dentro de la tristeza que nos invade debemos anunciar una buena noticia, ¡hoy resucita Cristo!
Nuestra Hermandad sólo está completa si participa en la Vigilia Pascual, y eso no nos lo puede arrebatar ni siquiera una pandemia. Es por ello que invito a los hermanos, y a todos los nazarenos de Cuenca, que sigan la retransmisión de la Vigilia Pascual en la Catedral a las 22 horas a través de su canal de Youtube. Es deseo de la Hermandad el hacerlo como si estuviéramos allí; recomendamos seguir este bello ritual encendiendo una vela en la liturgia de la Luz: ¡Luz de Cristo, demos gracias a Dios!
Esta vez faltarán, eso sí, los abrazos del final; no podremos reunirnos después como hermanos para celebrar la Resurrección. El año que viene habrá que hacerlo por partida doble. Hasta entonces, intentaremos vivir la Semana Santa durante todo el año, entendiendo como un regalo cualquier acto que celebren las Hermandades, y lo haremos desde ahora mismo.