José Antonio Montero, coordinador de la Semana Rural Innovadora de Tragacete
El relato del mundo rural siempre se escribió desde la ciudad. Desde las almenas urbanas se ha construido y moldeado la imagen de lo rural. Marc Badal en su ‘Vidas a la intemperie: Nostalgias y prejuicios sobre el mundo campesino’, recoge una serie de sinónimos de ‘ser de pueblo’ que se marcaron a fuego durante generaciones en el imaginario colectivo: paletos, catetos, grullos, boronos, palurdos, garrulos, incultos, ignorantes, limitados, anticuados,…
Hace unos años el relato de supervivencia agónica que tan bien describió Julio Llamazares en ‘La lluvia amarilla’, cuajó en un nuevo adjetivo con el que definir al mundo rural. El término España vacía o vaciada, propuesto por Sergio del Molino, fue un meme cultural que se impuso a otros como la Laponia española, incluso en aquellos que nunca pasaron de la contraportada del libro: «Hay dos Españas: una urbana y europea, y una España interior y despoblada. La comunicación entre ambas ha sido y es difícil. A menudo, parecen países extranjeros el uno del otro. Y, sin embargo, la España urbana no se entiende sin la vacía». Comprado.
En otras palabras, si estamos en una ciudad y vemos un parque vacío a las doce de la noche, suponemos que la gente estará en sus casas cada uno en sus menesteres, pero si es en un pueblo creemos que todos se han marchado y que aquí no vive nadie ya. El mundo rural ni está vacío ni está vaciado, aún cuando insistan una y otra vez.
Con esta idea en la cabeza, desde la Fundación Los Maestros hicimos un llamamiento a creadoras y creadores que estén trabajando en la provincia de Cuenca, una de las provincias con una densidad de población menor a 12 hab/km2, haciendo una convocatoria pública para que acudieran al municipio serrano de Tragacete, de apenas trescientos habitantes, situado a más de dos horas de otros municipios conquenses como Iniesta, San Clemente o Mota del Cuervo.
Abrimos las puertas de la casa de don Casildo y, creyendo lo que contaban los medios, pensábamos que estábamos solos en esto del Optimismo Rural. La sorpresa fue cuando empezaron a llegar gentes que compartían el medio rural conquense como espacio de vida y de creación.
A Tragacete acudieron Néstor y Robelig, de Kárstica desde Cañada del Hoyo; David y Ana, de la Fundación Fernando Núñez desde Uclés; Mayte y Mario que recorren el mundo con Huete como sede; Javi desde Tarancón; Julián desde la ciudad romana de Valeria; Javier que dirige un festival de cine en Villamayor de Santiago; Patricia que se llevó la alegría ese día de ser profesora en la nueva Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla-La Mancha; Clara y Laura que anda haciendo bailar a la Sierra; Teresa creadora el Festival de Teatro en San Clemente; Adolfo y Luis que crearon en Mira el Centro Dramático Rural, Tirso y Edu que andan empeñados desde Los Ojos del Júcar en descubrir esas cosas importantes que tantas veces olvidamos; Javi con sus rodajes y funciones; Crisdose que ha creado el Festival de Arte Urbano de Iniesta; Luis que anda contando lo que pasa desde Talayuelas; Edu que anda por Valdecabras creando proyectos audiovisuales; Miguel inventor de la Alvarada y los Tercios de Huélamo; Tania que creó su compañía de teatro profesional en Ledaña; Ana que enseña en Jaén, pero piensa desde Cuenca; Julia que anda comunicando desde la Manchuela; Marco, desde Huélamo y Estival; Antonio con la Cuenca Abstracta; viniendo desde lejos tampoco Alex de Aguilar de Campoo quiso faltar, ni Lucía desde Torralba de Ribota, Gema y Miriam no vinieron, pero mandaron saludos y estuvieron presentes a su manera, también estuvieron Fátima, desde la Diputación, Yolanda desde la Junta, César desde la Universidad y Benito desde el Ministerio de Cultura. Espero no olvidarme de nadie y deseo que los que no estuvieron, en lugar de enfadarse, me escriban para estar en la próxima.
Nos miramos unos a otros, sacamos las sillas al patio de don Casildo, debajo de la parra centenaria y nos pusimos a hablar hasta que se hizo de noche, no hacía falta ni guión ni protocolo, simplemente nos mirábamos a los ojos unos a otros como quien se mira a un espejo y se reconoce. Allí estábamos, gentes llegadas desde todos los rincones de la provincia mirándonos a la cara, conversando, compartiendo patio y sobremesa.
Proyectos improbables, que pasaron del sueño a la realidad, propuestas grandes y pequeñas, desde las artes plásticas, el teatro, la música, la historia, el sector audiovisual, el circo o la comunicación. Allí estábamos sentados bajo la parra. No recuerdo si antes o después nos hicimos una foto de familia demostrando que, como dijo Benito Burgos al principio, “el espacio rural es un espacio vivo, vital e innovador”. Es el momento del optimismo rural.