Pedro Mombiedro Sandoval
Fue director de la Fundación de Cultura ‘Ciudad de Cuenca’
Hay una noticia que apenas ha tenido calado mediático: Cuenca se está representando en el Museo del Prado de manera excepcional, y es gracias a que Fernando Zóbel puso su mirada en ella. El ojo analítico con el que el artista estudió la ciudad, su color y su luz, sus calles y sus paisajes, la ha inmortalizado para el mundo de la historia del arte español. Otro ojo, el de Gustavo Torner, supo ver y apreciar lo que su buen amigo podía aportar a la ciudad si depositaba aquí su colección privada. Aunque este argumento no se muestra de manera explícita en la exposición del Prado, y pueda pecar de chovinista, la emoción de quienes, como yo, han vivido, y han crecido en el arte con la mirada puesta en la vanguardia del Museo Abstracto Español, justifica que apreciemos de una manera especial lo expuesto en El Prado.
La exposición comienza con estas palabras de Zóbel: “Para saber pintar, primero hay que saber mirar. Y a mirar se aprende”. Presentando a continuación una destilación de sus pensamientos artísticos, con referencias a pensadores clásicos y contemporáneos: todo un virtuosismo del análisis artístico, de inteligencia creadora.
Da cierto vértigo pensar que donde uno ha puesto los ojos también los puso Zóbel, quien veía y sentía donde la mayoría nos quedamos en la superficie; pensar que fuimos contemporáneos, que compartimos tiempo y espacio (personalmente compartí también profesor de flauta, el malogrado Carlos Pérez); pensar que disfrutamos y aprendimos a mirar gracias a su sabiduría e intuición; pensar, pensar…. que todo ello nos ha hecho amar la ciudad, valorar sus paisajes, su arquitectura, su gente, en definitiva: a ser grandes y agradecidos.
Por ello, creo que esta exposición es un acontecimiento cultural excepcional para Cuenca, un parada de reflexión para una ciudad que necesita constantes cuidados. La noticia es de tal importancia que deberían abrirse mesas de opinión, conferencias, artículos periodísticos y debates de lo que supuso la mirada del artista generoso para la ciudad y lo que ha trascendido, practicar una mirada renovada, del siglo XXI. Todos los días deberían partir excursiones al Museo del Prado para conocer este legado. Unos para recordar, a lo mejor con nostalgia, otros para valorar su ciudad y no maltratarla, y todos para aprender a mirar. La exposición estará hasta el 5 de marzo de 2023, no dejemos pasar el tiempo.