Christian Antoñanzas (profesor de Acústica y Procesado de Audio., UNIR – Universidad Internacional de La Rioja) y Juan González-Castelao Martínez-Peñuela (profesor de Industrias Musicales y Musicología, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja). THE CONVERSATION.
Según la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y la Asociación de Promotores Musicales (APM), la música en directo en España batió un récord de recaudación en 2023. Se obtuvieron 578 millones de euros con más de 25 millones de espectadores en 95 472 conciertos.
Los músicos dependen cada vez más de las giras como principal fuente de ingresos. Esto ha incrementado la cantidad de conciertos. Por tanto, existe una mayor necesidad de encontrar grandes espacios para albergar a un gran número de espectadores.
Sin embargo, la mayoría de estos recintos no están adecuados acústicamente para tales eventos. La consecuencia es el aumento de las molestias y perjuicios a la salud de las personas por ruido ambiental.
Determinados sectores critican la falta de medidas efectivas de las administraciones para proteger los derechos de los vecinos frente a las actividades de ocio. Por otro lado, existen asociaciones musicales que consideran que es necesario excluir la música de la legislación sobre contaminación acústica. Por ello conviene analizar la relación entre el ruido y los grandes conciertos de música, sobre todo desde el punto de vista acústico.
Música vs. ruido
El ruido se define como un sonido desagradable o no deseado. La música, en cambio, se puede definir como el arte de combinar diferentes sonidos en un determinado orden para crear una sensación generalmente agradable en el oyente. ¿Dónde se sitúa entonces el límite que define si un sonido es agradable o desagradable?
Aunque música y ruido tienen de partida connotaciones diferentes, lo que para una persona es música puede ser considerada como ruido por otra. La dificultad está en llegar a un consenso entre el valor social de la música en directo y el bienestar de las personas. Para llegar a ese punto, primero es importante saber cómo percibimos el sonido.
Debido a las características de nuestro sistema auditivo, no escuchamos con el mismo volumen todas las frecuencias. A niveles bajos y medios de intensidad sonora, nuestro oído necesita aumentar la presencia de graves para percibir la misma sensación de volumen que las frecuencias medias.
Para corregir estas diferencias, en las mediciones de ruido ambiental se suele aplicar una corrección llamada “ponderación A”. Sin embargo, dar por sentado que un concierto de música genera niveles bajos o medios de intensidad sonora parece arriesgado.
Cientos de altavoces
En un concierto de música, el público suele estar expuesto a niveles de en torno a 100 decibelios de presión sonora (dBSPL) de media en todas las frecuencias, muchas veces con picos que superan los 125 dBSPL en baja frecuencia. Un gran recinto, como un estadio de fútbol, puede albergar hasta 65 000 espectadores.
Para cubrir una zona de audiencia tan amplia son necesarios sistemas de altavoces adicionales que aseguren una buena calidad de sonido para todo el público. Por ejemplo, en el concierto de Duki en el Santiago Bernabéu del pasado 8 de junio se utilizaron 84 altavoces para el sistema principal y 164 altavoces para el sistema adicional.
Estos sistemas necesitan una altura y una dirección adecuadas para llegar a las zonas donde no llega el sistema principal. Debido a esta ubicación y a que las bajas frecuencias se propagan en todas las direcciones, se siguen escuchando los graves a pesar de estar alejados cientos de metros.
Parece entonces factible asumir que un concierto de música en un gran recinto genera niveles altos de intensidad sonora, sobre todo a baja frecuencia.
La acústica del recinto
Para aislar correctamente un recinto, conviene cerrarlo completamente de manera adecuada. Si un recinto no está bien cerrado, el sonido siempre va a encontrar un hueco por donde salir. Incluso cerrándolo, algunos ruidos saldrán o entrarán si las paredes, el suelo o el techo no están construidos con los materiales acústicos adecuados o con la rigidez suficiente.
El ruido de baja frecuencia puede escapar en forma de vibración por las estructuras del recinto. Por eso oímos cómo vibra la ventana del salón cuando el vecino de arriba conecta la lavadora. Tratar este tipo de ruidos es complicado y generalmente requiere una inversión importante.
Aunque la sociedad parece haber “aceptado” convivir con estas situaciones, conviene poner límites a tales exposiciones para minimizar su impacto. Por ello, existen normativas que indican cómo y cuándo medir estos ruidos así como sus niveles permitidos.
La legislación sobre ruido
Las normativas sobre ruido se establecieron para proteger la salud pública y el bienestar de las personas frente a la exposición al ruido y la contaminación acústica. Estas normas tienen en cuenta un tipo de ruido persistente durante todo el año, de baja o media intensidad que abarca un amplio rango de frecuencias, como pueden ser el ruido industrial o el ruido de tráfico. De ahí que los límites máximos de nivel de ruido propuestos en la normativa tengan en cuenta el nivel sonoro ponderado según la curva A.
Sin embargo, el ruido generado por un evento musical es diferente. En un concierto de música el tiempo de exposición al ruido es mucho menor, predominan los graves y el nivel de intensidad es elevado. En estos casos, a la hora de analizar el nivel captado en las zonas afectadas, en vez de la ponderación A parece más adecuado aplicar la ponderación C.
Esta curva se creó especialmente para modelar la respuesta del oído ante sonidos de alta intensidad, dando más importancia a la baja frecuencia.
Soluciones novedosas
Los eventos de música en directo pueden ser una potente fuente de ruido, sobre todo a bajas frecuencias. Por ello suelen ser necesarias soluciones complejas y costosas para reducir su efecto. Existen propuestas novedosas con resultados prometedores, como usar tubos hinchables o técnicas de control de campo sonoro.
- Tubos hinchables: están compuestos por una fina membrana de plástico que se puede inflar o desinflar en función de la absorción necesaria. Se instalan en techo y paredes, así como detrás del escenario, para absorber las frecuencias graves.
- Técnicas de control de campo sonoro: utilizan un sistema secundario de altavoces colocado detrás del público que emite una versión modificada del sonido del sistema principal para cancelar el sonido en las zonas deseadas. El objetivo es evitar que el sonido de baja frecuencia se propague a las zonas residenciales. De este modo es posible reducir el nivel de presión detrás del público hasta 18 dB.
Sin embargo, muchas de estas técnicas aún están en fase de investigación. Lo que se recomienda es simular previamente el sistema de sonido para diseñar una configuración específica en cada recinto. Así, se consigue que el sonido se concentre en el público y no se escape al exterior.
Llegar a consensos
La gestión del ruido debido a conciertos de música en núcleos urbanos es un problema complejo. Hoy en día no existen soluciones definitivas que satisfagan a todas las partes y cada caso requiere un tratamiento específico, por lo que hay que intentar llegar a una solución de consenso.
Se ha demostrado que la comunicación y colaboración entre todas las partes (Administración pública, organizadores del evento, músicos, público y vecinos) es fundamental para intentar conseguir eventos de alta calidad sonora minimizando a la vez las molestias al vecindario.
Un ejemplo sería recurrir a campañas previas de información sobre aspectos como la fecha y horarios del concierto, el compromiso de ofrecer un evento seguro, la logística utilizada, el impacto positivo del concierto (económico y cultural), cómo se mide el ruido, cómo presentar una queja durante el concierto, etc. Parece ser que cuando creemos que tenemos cierto control el ruido nos resulta menos molesto.