José María Roger
Los cañeteros, igual que los envejecidos vecinos de esa docena larga de pueblecitos de su entorno, están que saltan de contentos al tener conocimiento que, la Junta de Comunidades, así como los estados mayores del PP y del PSOE, por fin, han caído en la cuenta de que Cañete existe. Pienso yo que tal hallazgo ha tenido que ver, sin duda, con el hecho de que prácticamente somos fronterizos con Teruel y, ya hace tiempo, se sabe que ¡¡Teruel existe!!
Otra de las causas que pueden haber llevado a tan feliz acontecimiento pudiera ser que en esas cimas desde donde se otea todo, hayan tenido la visión de que por la zona, en Cañete para más precisión, había enterrado un tesoro de seis o siete millones de euros del que se tenían vagas noticias desde hace unos diez años, pero no se conseguía encontrar la ubicación de la población, no se sabía cómo encontrarlo.
Sin duda han sido varias las circunstancias que, finalmente, han determinado con exactitud el punto exacto de la ubicación del tesoro, todas tales circunstancias en feliz concurrencia han conseguido poner en la portada, en primera línea, el tesoro oculto en las entrañas de ese municipio esquivo que no se deja ver y, a su vez, permite que día tras día, año tras año, su tesoro se vaya pudriendo entre vendavales, vandalismos y desidia cuando no incompetencia de sus gobernantes. De modo que, como no podía ser de otra manera, al contrario que en Teruel donde la presión de la gente llevó a las autoridades a montarse en la ola de la campaña de salvación, desde los cómodos salones del palacio de Fuensalida, con gozo, se ha descubierto el misterio y con el pecho henchido de alegría, se grita para que el mundo se entere: ¡¡Cañete Existe!!
Entérese el mundo – dice el bando que sale de Fuensalida de que ancha es Castilla la Mancha y que en sus fronteras con la Corona de Aragón, entre montes de pinos y carrascas, surcado por cantarines arroyos y buenas huertas de regadío hoy en gran medida yermas pero con un potencial de dar vida, con una sangría poblacional – todo hay que decirlo – de décadas hasta el punto de que hoy, en 2020, su población es la mitad de la que tenía cincuenta años atrás, en uno de los contornos donde Castilla y Aragón se abrazan, asomándose a los Montes Universales, avistando ya en el horizonte la sierra de Albarracín y escalando la serranía de Cuenca en su vertiente SE, está el histórico y acogedor pueblo de Cañete. Y además, ya de paso y para sí, se dicen que hay un edificio cuya construcción finalizó hace 10 años (sí, sí, finalizó en el 2010) que, antes de que se derrumbe, habrá que darle alguna utilidad y, si es posible, sacar rédito político, que se ha de ser práctico y no dar puntada sin hilo.
No se sí me habré hecho entender pero por si acaso, matizaré lo dicho. En Cañete hay un edificio cuyo fin era funcionar como residencia geriátrica para dar respuesta a las necesidades de una población más que envejecida, cuyas cifras la gentileza de este diario, hace unos meses ya me dio la oportunidad de detallar. Muchos han sido los cañeteros y vecinos de esa docena de aldeas que han fallecido en geriátricos distantes, mal comunicados, lejos de los suyos mientras la residencia de su pueblo estaba cerrada a cal y canto. Una gestión nefasta por no hablar de profundo desprecio hacia los ciudadanos de esta parte de la sierra. Algo por lo que nadie responderá nunca.
Hoy, consecuencia de la virulencia de la pandemia que tiene confinado al mundo, son necesarios todos los recursos para afrontar el mal y se ha recabado que la residencia para mayores de Cañete podía ser de utilidad para albergar a personas afectadas por el COVID-19 por lo que, a toda velocidad – las circunstancias cierto es que así lo requieren – se procede a equipar el edificio.
No seré yo quien ponga peros a ese uso del “flamante” edificio. Toda la ayuda es necesaria si contribuye a salvar vidas o paliar los peores efectos del virus. No obstante, en petit comité, virtual por supuesto, se oye, se dice, que tal vez sería más oportuno trasladar a aquellos residentes que den negativo, es decir, no infectados, a la residencia nueva, la instalada (y durante diez años cerrada) en Cañete para así proporcionarles un espacio sano, no contaminado, seguro en la medida que con el bicho se puede hablar de seguro y procurar toda la atención médica necesaria y todo el saneamiento de instalaciones a aquellos geriátricos que desgraciadamente ya han registrado contagios de COVID-19. Y se dicen más cosas. Por ejemplo, por aquello del gato escaldado, una pregunta se extiende por el horizonte, vuela por los tejados y alimenta las suspicacias: ¿Se quedarán en el edificio de Cañete los equipamientos que, a toda prisa, se han instalado en esta residencia? Y se remata: ¿Se abrirá algún día este edifico como residencia de mayores que es para lo que se proyectó?
Sí se contesta el eco de la pregunta, sí porque ahora ya se sabe que ¡¡Cañete existe!!
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