Por Ernesto Vicente, pianista y musicólogo.
Yo soy amigo de Luis Carlos Ortiz, por lo tanto, soy parte interesada. Lo digo por si alguien piensa que por esta razón escribo estas líneas. No, no es por esto.
Hay en la entrada desde Madrid, edificio para recepción de turistas, una leyenda que dice Cuenca, ocio y cultura. Lo del ocio es obvio, lo de la cultura también, pero en un sentido inversamente proporcional al ocio.
Una mañana, Luis Carlos me contó su proyecto musical: precioso, auténtico, realizable, digno de cualquier escenario. Yo le dije que ese proyecto había que sacarlo de Cuenca, que aquí no tenía futuro. Todavía no me ha contestado, aunque sospecho que su decisión final será Cuenca.
El sábado, día 25 de noviembre, nos ofreció un concierto en la sala Theo Alcántara del auditorio. Sólo ocho músicos, cuatro de polifonía vocal y cuatro de polifonía instrumental, pero qué sensibilidad, qué belleza, exquisito, musical y técnicamente perfecto. Seis minutos de aplausos.
Me permití contar los asistentes; unos 50. Algún músico, ningún político, tampoco estaba la catedral.
Debe ser que la MÚSICA no pertenece al mundo de la cultura. Da la impresión de que la Música no interesa, tanto desde el momento en que la titulación de los músicos no es universitaria, hasta el mínimo apoyo que recibe.
Hoy, 2 de diciembre, en la iglesia de las Petras con el coro Alonso Lobo, serpentón, flauta barroca, bajón y percusión nos ha/n deleitado con 12, más uno de propina, villancicos del Cancionero de Upsala. Genial/es.
Es un músico, en el más amplio de los sentidos, como la copa de un pino; podemos decir que es un humanista en pleno siglo XXI: domina la armonía, la composición, el análisis, la dirección, instrumentalmente el violoncello…
Luis Carlos todavía está aquí, por AMOR y con mucho VALOR; pero algún día se marchará, como otros muchos, no me cabe duda, y entonces…