Mª de la Almudena Serrano Mota. Directora del AHP de Cuenca
Los restos visibles del castillo de Cuenca, que se sitúan a 1035 m. de altura, son un lienzo de muralla con tres torres, que desciende por la vertiente de la hoz del Júcar, y en la otra parte del puente, se abre más el foso, excavado en la roca, y otro tramo de muralla. En esta zona está una de las puertas de entrada a la ciudad, posiblemente rehecha en el siglo XVI
Los restos de muralla más antiguos corresponden al siglo X, según se dataron en el año 1975, tras unas obras de limpieza que se hicieron por Manuel Osuna, director del Museo de Cuenca, cuando se sopesó la posibilidad de rehabilitar la cárcel con destino a Parador Nacional de Turismo. Según Almagro Gorbea, la técnica constructiva empleada en la muralla de Cuenca también es visible en otras construcciones musulmanas del sistema defensivo, además de haberse usado en fortificaciones de Albarracín y Calatayud.
El castillo de Cuenca estuvo conectado visualmente con el Alcázar de la ciudad, situados cada uno en un extremo del promontorio rocoso sobre el que se instalaron, en una perfecta ubicación defensiva, el Castillo al nordeste y el Alcázar, al suroeste.
Los siglos de la Baja Edad Media fueron transcurriendo hasta que la estructura del Castillo fue desapareciendo, según atestigua un documento del año 1712:
Que es público y notorio en esta ciudad es el sitio en que estaba todo el castillo que se mandó demoler en tiempo de los señores Reyes Católicos, menos las murallas exteriores…
El final de la Edad Media supuso el fin del castillo, pues, como afirmó Felipe II en la donación del solar a la Inquisición de Cuenca: en el castillo que en la dicha ciudad mandaron derrocar los cathólicos reyes, don Fernando y doña Ysavel. Y bien arrasado quedó puesto que así se puede comprobar en la magnífica vista que hizo Anton van den Wyngaerde de la ciudad, donde se aprecian, solamente, los lienzos de muralla que quedaron del castiello antiguo, en 1565.
Así se llegará a una nueva etapa para este espacio, con la creación y devenir institucional del Tribunal de la Inquisición, que se estableció en Cuenca a finales del siglo XV, concretamente, en el año 1489, que ocupó varios inmuebles hasta su destino final.
En el año 1573, Felipe II nombró al Cardenal Gaspar de Quiroga Inquisidor General y esta designación fue el paso decisivo para laconstrucción del nuevo edificio, en el solar del antiguo Castillo de Cuenca. Quiroga pidió al rey que cediese el solar que quedaba de lo que fue el Castillo de la ciudad, del que apenas estaban en pie las murallas y algunos materiales. Así, el 30 de septiembre 1574, en Madrid, tuvo lugar la donación del edificio al Tribunal de Cuenca por parte de Felipe II: Vuestra Majestad da lizenziaal inquisidor general para que en un castillo de Cuenca pueda edificar casas de inquisición, y si fuera menester derrivarlas para castillo, lo aga.
La donación se efectuó en los siguientes términos:
El rey. Por quanto vos, el reverendo in Christo, padre obispo de Cuenca, de el nuestro Consejo de Estado, inquisidor general contra la erética pravedad y apostasía, en los nuestros reynos y señoríos, nos a sido hecha relación que por no haver casas de inquisición en la ciudad de Cuenca en que se pueda ejercer el Santo Oficio de ella, se hace en casas alquiladas, y que ay gran necesidad de que las tenga propias, y que éstas se podrían hacer y edificar en el castillo que en la dicha ciudad mandaron derrocar los cathólicos reyes, don Fernando y doña Ysavel, mis visabuelos y señores, que santa gloria ayan, donde ay sitio y dispusición para se hacer, sin perjuicio de nadie por no servir de ninguna cosa.
Suplicándonos fuésemos servidos de dar licencia para ello, o como la nuestra merced fuese, y porque cierta información que por nuestro mandado hubo el nuestro corregidor de la dicha ciudad, que juntamente con su parecer ante algunos de el nuestro Consejo fue presentada.
Parece ser así, como en vuestra relación se contiene, y que en el dicho sitio no ay otro edificio, si no es algunas paredes que están para caerse que no sirven de cosa alguna, y que de hacerse en él las dichas casas de inquisición ningún daño, perjuicio ni inconveniente se sigue a aquella ciudad ni a otra ninguna persona, antes autoridad, ornato y utilidad, y que nos podemos dar la dicha lizencia.
Nos, acordando lo susodicho, lo havemos tenido por bien, y por la presentedamos lizencia a vos, el dicho inquisidor general, para que podáis edificar y labrar las dichas casas de inquisición, según que como mejor os pareciese para el ejercicio de el dicho Santo Oficio, en el sitio de dicho castillo que así está derrocado, con condición que siempre que nos,o los reyes nuestros subcesores en estos reynos quisiéremos o quisieren reedificar el dicho castillo, lo podamos y puedan hazer, y derribar las dichas casas, si para la dicha reedificación fuere menester, sin embargo de esta nuestra zédula, la qual mandamos al conzejo, justicia, rejidores, cavalleros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la dicha ciudad de Cuenca, y a otras qualesquier personas a quien el cumplimiento de lo en ella contenido toca, que la guarden y cumplan según y cómo en ella se contiene, y contra ella no hayan, ni pasen, ni consientan ir ni pasar por alguna manera, antes den el favor y ayuda que para labrar y hacer las dichas casas de inquisición fuere menester, que así es mi voluntad.
El notario añadió en su traslado: Y en ejecución de lo mandado en dicho decreto y pedido en dicha petición reconocí el cuaderno que se intitula: Cuaderno con la zédula real de Su Majestad del rey don Phelipe segundo en que hace gracia del sitio del castillo de la ciudad de Cuenca al Santo Oficio de la Inquisición, para que en él labre sus casas, y otras cartas del Consejo y papeles a ello tocantes, el qual está cosido y tiene noventa y nuebe fojas.
Lo que ocurrió en los siglos posteriores en este gran edificio lo he relatado en mi libro: Archivo Histórico de Cuenca. Castillo, Inquisición, Cuartel y Cárcel, de donde está extraída la información que aquí se ofrece.