Jesús Fuente Serrano, presidente de ASPADEC Cuenca
Cada 3 de diciembre, el mundo celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha clave para promover los derechos y el bienestar de más de mil millones de personas con discapacidad en todo el mundo. Este día no solo nos invita a reflexionar sobre las barreras que enfrentan, sino también a actuar para construir una sociedad inclusiva y accesible para todos.
A menudo, la discapacidad se asocia únicamente con limitaciones físicas o sensoriales visibles. Sin embargo, incluye una diversidad de condiciones, desde las cognitivas hasta las de salud mental, que impactan de manera distinta a cada persona. Reconocer esta diversidad es el primer paso hacia un enfoque respetuoso y centrado en los derechos humanos.
En muchos países, las personas con discapacidad todavía enfrentan desafíos significativos: falta de acceso a la educación, empleo, transporte, y servicios de salud adecuados. Además, suelen ser víctimas de estigmas sociales que perpetúan la exclusión. Pero este día es una oportunidad para recordar que la discapacidad no radica en la persona, sino en un entorno que no está diseñado para incluirla.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, adoptada en 2006, marcó un avance histórico al destacar que las personas con discapacidad tienen derecho a participar plenamente en la sociedad. No obstante, las leyes y políticas, por sí solas, no son suficientes. La inclusión requiere una transformación cultural profunda en la que todos, desde los gobiernos hasta la ciudadanía, desempeñemos un papel activo.
El lema de este año, “Nada sobre nosotros sin nosotros”, enfatiza la importancia de escuchar las voces de las personas con discapacidad en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Ellos son los principales actores de su propio cambio, y su liderazgo es esencial para diseñar soluciones que realmente funcionen.
En este día, celebremos los logros de quienes han derribado barreras, pero también reconozcamos que aún queda mucho por hacer. Desde pequeños actos, como aprender sobre lenguaje inclusivo, hasta decisiones estratégicas, como garantizar la accesibilidad en todos los espacios públicos, cada esfuerzo cuenta.
La inclusión no es un favor ni una concesión: es un derecho humano. Construyamos una sociedad donde las diferencias sean vistas como oportunidades para enriquecer nuestra humanidad compartida. Que el 3 de diciembre sea un recordatorio constante de que todos tenemos un papel en la creación de un mundo más justo y equitativo.