A punto de cumplir 81 años, Herminio Navalón, fundador de Nagares, recibió hace escasas fechas un merecidísimo homenaje en Motilla del Palancar, localidad donde reside y ha desarrollado toda su trayectoria empresarial, con la dedicatoria de una calle a su nombre. Herminio no es un octogenario al uso y, en lugar de disfrutar de una más que ganada jubilación, se ha reinventado desde que dejó la compañía a la que dedicó la mayor parte de su vida para seguir emprendiendo, en este caso un negocio agrícola. En dos fincas de su propiedad, localizadas en Campillo de Altobuey y la provincia de Albacete, ha puesto en marcha una plantación de cerca de ochocientos mil almendros y una impresionante planta que limpia y transforma alrededor de un millón de kilos de almendras al año, en un proceso que utiliza la más moderna tecnología. Resulta admirable ver cómo alguien con más de 80 años de vida conserva intactas la capacidad de trabajo, la ilusión y la lucidez para encabezar un nuevo proyecto empresarial que pretende situar a la cabeza de su sector en España. En esta amplia entrevista Herminio recuerda sus orígenes y hace un repaso a toda su trayectoria empresarial que, como decimos, no da por cerrada.
Usted nace en El Peral, aunque todo el mundo lo asocie con Motilla del Palancar esa es su localidad de nacimiento.
Así, es yo nací en El Peral en el año 1944, en una familia humilde dedicada a la agricultura, mi padre era tractorista.
¿Allí es donde pasa su infancia?
Viví en El Peral hasta los 8 años, a partir de esa edad mi padre se fue a trabajar a Motilla y toda la familia nos fuimos con él.
Y en Motilla es donde pasa usted su infancia y donde empieza a trabajar muy joven.
Yo estaba estudiando y mi padre tuvo la desgracia de quedarse hemipléjico, así que no pude seguir con los estudios, me tuve que poner a trabajar porque había que mantener la familia. Mis profesores me dijeron que era una barbaridad que lo dejara, pero no quedaba otro remedio. Me puse a trabajar y con 17 años me fui a Madrid.
Que es lo que hacían muchos jóvenes en pueblos como Motilla, irse a Madrid o a otra gran ciudad a buscar trabajo.
Correcto. Yo fui a trabajar a FEMSA, que era una fábrica que estaba en la calle Hermanos García Noblejas y que tenía varias fábricas en otros sitios de España.
“A mí me gustaba el tema del automóvil y la única forma que había de aprender la parte eléctrica y electrónica del automóvil era entrar de aprendiz en FEMSA”
¿Por qué fue a trabajar a esa empresa?
Porque a mí me gustaba el tema del automóvil y la única forma que había de aprender la parte eléctrica y electrónica del automóvil era entrar de aprendiz en FEMSA. Entonces había muy poca electrónica, un coche podría tener un 3% de electrónica, cuando ahora estamos casi en el 100%.
¿Cómo son aquellos años en FEMSA?
Sabía que me tenía que sacrificar y trabajaba hasta los domingos. Yo estaba con un equipo de ingenieros que se dedicaban al control de calidad. Nosotros nos encargábamos de montar y desmontar las piezas para que los ingenieros vieran cuál era el problema, se solucionaba con lo que ellos decían y nosotros lo ejecutábamos. FEMSA trabajaba con las fábricas más importantes de automoción que había en España: Pegaso, Renault, etc… El presidente de FEMSA era italiano y era un hombre un poco especial, tuvo problemas y le vendió la fábrica a Bosch.
¿Eso le afectó a usted?
No, pero yo ya me vi capacitado para volverme a Motilla y montar mi propio taller, porque los fines de semana cuando iba al pueblo le hacía trabajos a gente conocida y a algunos clientes. En esa época hubo una persona que me ayudó mucho que se llamaba Félix Cortijo y que era socio de un taller que se llamaba Corman. Él me buscaba trabajos y los hacía cuando iba a Motilla desde Madrid, hasta que definitivamente me volví al pueblo.
¿Y qué hizo en el pueblo?
Conocí a un señor que era abogado que se llamaba D. Jesús Luján, que era muy rico y tenía unos tractores que no había forma de ponerlos en marcha en invierno. Yo se los reparé y el hombre quedó encantado, así que un día me localizó y me preguntó qué me debía y yo le dije que lo que él considerara. Me dijo que me subiera con él en el coche, me llevó a un terreno que yo quería comprar para establecerme y me lo regaló. Allí fue donde monté mi primer taller de electricidad del automóvil, sin un duro pero con muchas ganas de trabajar y con mucha ilusión. También me ayudó mucho Felipe Navarro, que me dijo que me llevara el material de construcción que necesitara para construir el taller y que ya se lo pagaría como pudiera. Entonces la gente se ayudaba mucho, nos echábamos una mano entre todos para salir adelante.
Y allí empezó usted.
Sí, pero al poco me tuve que ir a la mili, lo que pasa es que se me apañó la cosa bastante bien. Había un capitán que me mandó a Chinchilla a hacer guardias y allí había un teniente que cuando supo que me dedicaba a la electricidad del automóvil me dijo que había un Land Rover que utilizaban para ir a las compras que no había manera de ponerlo en marcha, así que se lo puse en marcha y por hacer eso me licenció y no estuve en la mili más de dos meses y me pude volver a trabajar al taller.
Usted siempre tuvo inquietud de desarrollar cosas nuevas, de inventar.
Sí, así es. Yo seguí trabajando en el taller y fuimos creciendo, llegué a tener a 18 chavales porque teníamos cola para cambiar los alternadores que llevaban muchos camiones por otros de FEMSA, había días que poníamos hasta 25. En esa época había una cantidad enorme de intermitencias que se quemaban y empecé a pensar en cómo solucionar eso, las pruebas fueron funcionando y al final patenté esa solución. Había de cuatro intermitentes y luego de dos. Aquello fue un gran paso. Me llamaron desde Pegaso y me pidieron un plano de las intermitencias, yo les dije que no tenía planos pero que les iba a mandar unas intermitencias para que las probaran y les gustaron, así que empezamos a trabajar con ellos y luego con más marcas, como Barreiros y otros.
¿Entonces usted ya había fundado Nagares?
Sí, Nagares era distinto al taller y yo era el único empleado. Empezamos a trabajar y la montamos encima del taller, donde llegamos a trabajar casi 40 personas, con lo cual se nos quedó pequeño aquello, así que decidí montar la primera fábrica donde estaba una autoescuela que se llamaba Mora. El problema es que me pararon la obra porque decían en el Ayuntamiento de Motilla que iba a montar una fábrica con productos tóxicos, cosa que no era cierta, claro. Esto fue a principios de los 70 y fue un momento muy complicado porque estuvo la obra parada 7 u 8 meses.
“Me llamaron desde Pegaso y me pidieron un plano de las intermitencias, les dije que no tenía planos pero que les iba a mandar unas intermitencias para que las probaran y les gustaron. Aquello fue un gran paso”
¿Y cómo se solucionó el tema?
Pues mira, una noche me llamó Félix Corman y me dijo que fuera recoger un coche que se había quedado tirado en el pantano de Alarcón. El coche era un Dodge Dard con matrícula PMM, que significaba Parque Móvil del Ministerio. Total, que lo arreglé y pudo continuar el viaje hasta Valencia. A los pocos días volvió al taller y era Vicente Mortes Alfonso, ministro de la Vivienda, se bajó del coche, me dio las gracias, me pagó la reparación, me dio su tarjeta y me dijo que si algún día tenía algún problema que no dudara en recurrir a él. Así que cuando pasaron unos días me presenté en el ministerio a verlo. Cuando llegué salió un guardia civil que era de Tarancón y me preguntó si tenía cita, le dije que no pero él aun así llamó y comunicó que yo quería ver al ministro, que me recibió y me trató de maravilla. Le conté lo que pasaba, que me habían parado la obra, y se puso a hacer gestiones con el gobernador civil de Cuenca para que resolviera la cuestión. Y así se resolvió y pude seguir adelante con la construcción de la fábrica de las intermitencias.
¿Cómo funcionó?
Fue un éxito total desde el principio. Luego quise montar el I+D también en Motilla, pero no se pudo y lo monté en Valencia. Yo siempre tuve claro que había que invertir en eso, había que investigar e innovar todo lo que se pudiera. En los últimos años en que estuve al frente de Nagares facturábamos sobre 100 millones de euros y dedicábamos casi el 11% a I+D. Nos fuimos expandiendo, montamos GND en Valencia, compramos una fábrica en Valladolid, montamos otra de cableado y montamos también lo de Campillo.
¿Cuántas patentes ha registrado en su vida?
Teníamos alrededor de 15 ó 20 patentes.
¿Y todas relacionadas con el mundo del automóvil?
Sí, siempre, a mí lo que me ha gustado siempre ha sido todo lo relacionado con el mundo del automóvil y no me he planteado nunca entrar en otros sectores.
¿Con qué clientes ha trabajado usted?
Con muchos, por ejemplo con Renault. Cuando nadie fabricaba coches eléctricos los primeros que los fabricaron fueron Renault y Nissan. A Renault le fabricábamos 1.000 piezas diarias.
¿Cuántos trabajadores llegó a tener su empresa?
Sobre 500, empecé yo solo y llegué a esa cantidad.
Supongo que en toda su trayectoria habrá habido momentos complicados.
Los comienzos fueron duros y habido baches, pero de una manera u otra los hemos superado.
Y llegó el momento de la venta de su empresa.
Nosotros trabajábamos mucho con una empresa alemana que se llamaba Behr, que tenía unos 3.000 trabajadores, y que compró Mahle. Una vez que Mahle tomó el control de Behr nos llamaron y nos ofrecieron comprar Nagares porque éramos una empresa que funcionábamos muy bien. Estuvimos más de tres años negociando hasta que en 2017 cerramos la venta. La verdad es que a mí vender la empresa me costó llorar, pero era lo que había que hacer en ese momento.
“La verdad es que a mí vender la empresa me costó llorar, pero era lo que había que hacer en ese momento”
¿Después de vender la empresa qué ha hecho?
Dedicarme a la agricultura, he cambiado el chip y tengo una industria nueva que me ilusiona mucho.
¿En qué consiste, Herminio?
Yo tengo dos fincas que había comprado hace tiempo, una en Campìllo y otra en Albacete, y hemos plantado casi 800.000 almendros, pero la idea es seguir creciendo. Mi hijo, que es ingeniero, tiene mucha visión y lo vamos a apoyar, porque no sólo recolectamos almendras, sino que las pelamos mediante un proceso industrial que separa la cáscara del fruto y luego las secamos y las almacenamos. Hemos montado una planta en la finca con las máquinas más modernas y en cuatro minutos entra la almendra entera y sale pelada y con la cáscara separada y preparada para otros usos. La empresa se llama Navalón Agropecuaria.
O sea, que ha montado otra vez una nueva empresa familiar.
Sí, pero ahora con más dinero, que cuando monté el primer taller no tenía un duro (risas).
Herminio, le han puesto una calle a su nombre en su pueblo. Me imagino que será algo muy emocionante para usted.
Fue un acto extraordinario, con la presencia de mucha gente, vino el presidente Page y hasta Pepe Bono. Ya hace unos años hubo una recogida de firmas para que me dedicaran una calle que no salió adelante y esta vez sí que ha salido. Yo estoy muy contento, claro, para mí es un reconocimiento muy grande.
Y otro orgullo supongo que será haberse convertido en uno de los grandes motores económicos de toda la comarca.
Claro, yo estoy muy contento de haber dado trabajo a tanta gente y haber ayudado al crecimiento de Motilla y de la comarca.
¿Después de toda su trayectoria empresarial de qué es lo que más orgulloso se siente?
Pues sobre todo de no tener nada a levantar la empresa que construí y la que estamos construyendo ahora.