Cómo es la vida en Cuenca con una enfermedad mental

Silvia tuvo su primer brote de su trastorno bipolar en el año 1982, desde entonces ha tenido alguno más, y en el año 2011 accedió a los servicios de la Asociación Pro Salud Mental Vivir

Silvia tuvo su primer brote a los 16 años, en 1982. Debido a la separación de sus padres, sufrió un episodio depresivo grande y tuvo que ser ingresada un mes en el centro especializado en psiquiatría Vallejo Nájera por “trastorno maníaco depresivo”, que es cómo se llamaba entonces al trastorno bipolar. En aquel momento le avisaron de que si volvía a sucederle de nuevo, sería porque es una situación crónica.

Tras ello estudió Derecho, se licenció en 1992 y, estudiando la oposición de Notaría, tuvo su segundo brote, por lo que tuvo que estar ingresada otros dos meses en otra clínica, y teniendo la confirmación de que se trataba de una situación crónica. Después consiguió colegiarse en el Colegio de Abogados de Madrid y posteriormente se vino a vivir a Cuenca, donde reside actualmente.

Ya en nuestra ciudad, ejerciendo como abogada de oficio, se produjo una redada y, debido al estrés y la presión, Silvia sufrió un tercer brote. La cosa fue a peor, pasando de no coger el teléfono a tener que solicitar varias bajas para no asistir a los juicios. Al final el Tribunal de la Seguridad Social le otorgó la incapacidad absoluta para todo trabajo, certificando que “no podía tener responsabilidades ni ser sometida a presión alguna”.

Por ello, en 2011 acudió a la Asociación Pro Salud Mental Vivir y asiste a su centro de rehabilitación psicosocial y laboral. También acude a terapia psicológica y está en tratamiento de psiquiatría, tomando nueve pastillas diarias. Y, desde entonces, reconoce que está “muy bien” y que no ha vuelto a tener ningún brote.

Debido a este trastorno bipolar, Silvia tiene momentos de euforia y momentos de depresión. “Cuando llegas a la depresión tocas fondo, y después te dan subidas y bajadas”, afirma. “No sales de la cama o vas de la cama al sofá, no quieres ver a nadie, no quieres salir. Y en el otro estado estás eufórica con todo el mundo”, explica. Por eso incide en la necesidad de las pastillas que toma, que consiguen “regularla” y mantenerla “estable” y “no quiere ni pensar” la idea de abandonar este tratamiento.

Lo único que sí critica del tratamiento mediante psicofármacos son los posibles efectos secundarios, que “no se avisan demasiado” cuando se recetan. Eso sí, afirma con rotundidad que “cree en la química”. “Nos falta dopamina, serotonina, oxitocina y una serie de elementos en el cerebro que con las pastillas se rellenan”, argumenta. Todo esto, sin restarle importancia a la psicología, ya que, entre otras cosas, “enseña fortalezas para transformar los pensamientos negativos en positivos”.

Relación con otras personas

En cuanto a su relación con otras personas, Silvia afirma que “hay de todo”. “Hay quien lo acepta y no dice nada”, asegura, pero, poniendo de ejemplo la diabetes, explica que “hay mucha estigmatización. Si dices que eres diabético no pasa nada. Pues esto es igual, solo te falta serotonina en el cerebro, pero para la gente ya estás loco y hay que tener cuidado”. Por eso, añade, no suele ir contándolo fuera de su entorno.

También añade la necesidad del centro de rehabilitación: “son dos mundos, por un lado la calle y por otro el centro”. Silvia explica que dentro de este centro, como cada persona tiene una enfermedad específica, pueden expresarse y contar sus problemas libremente, con sinceridad y sus secretos, sin miedo a estos estigmas. Por justamente este miedo a ser reconocida en una ciudad tan pequeña, Silvia no ha querido dar más datos sobre su identidad para este reportaje.

Concretamente la palabra estigma también la utiliza Aranzazu Palomares, trabajadora social en la Asociación Pro Salud Mental Vivir, ya que “muchas veces la gente se olvida de los problemas de salud mental que se salen de la depresión y la ansiedad”. “De lo que no se conoce no se habla y parece que da miedo. El miedo a lo diferente y a lo desconocido, y eso provoca que exista un estigma muy grandes”, argumenta.

Entorno laboral

Silvia explica que, cuando debe enfrentarse a un trámite que requiera un ordenador, “se estresa bastante”, algo que le desaconsejaron totalmente y que coincide con lo afirmado por la Confederación de Salud Mental de España sobre las causas estructurales.

En 2024 el lema del Día Mundial de la Salud Mental (que se celebra el 10 de octubre) es ‘Trabajo y salud mental, un vínculo fundamental’ para incidir, como indica Palomares, en “los factores de riesgo que hay para la salud mental en el entorno laboral, que eso no se tiene en cuenta”. Por ello se busca con este lema y esta campaña “priorizar la salud mental en el trabajo”.

“El burnout, el estrés, provocan que haya muchas bajas por ansiedad y depresión en los puestos de trabajo y cada año va a más. Por ello debemos preguntarnos qué está pasando y cómo podemos avanzar para proteger a los trabajadores”, sentencia Palomares.

Prevención

Aranzazu incide en la importancia de los “factores de prevención” para evitar posibles enfermedades mentales. Entre ellos están mantener un estilo de vida saludable, la educación emocional, que indica que “brilla por su ausencia y por eso le damos importancia en colegios e institutos”, un manejo adecuado del tiempo libre y, sobre todo, tener una red de apoyo firme (tanto en el día a día como por parte de profesionales) en la que poder confiar y pedir ayuda cuando “notemos que estamos pasando por un mal momento”.
Silvia coincide en este asunto también. Afirma que antes de 2011 estaba “triste, sin salir de casa y sin contacto con nadie, tan solo viendo películas o leyendo”. Pero después de contactar con la Asociación reconoce que “ha empezado a tener mis compañeros y amigos, cada uno con nuestra enfermedad”. Esto le ha permitido cambiar su vida a nivel social, abandonar el aislamiento como “una asceta, casi”, reconoce.

Recursos públicos y situación en Cuenca

Aranzazu Palomares explica que, en la actualidad, “el tema de la salud mental es mucho más visible, a través de los medios de comunicación, redes sociales, testimonios de personas famosas…”. Pero, aún así, siguen aumentando entre los jóvenes de la provincia, situación que confirma la propia Asociación en sus talleres que realiza con institutos. Palomares afirma que se puede relacionar a las “adicciones sin sustancia: la tecnología, las redes sociales, videojuegos, juegos de azar…”.

A este respecto, Silvia afirma que, tras el confinamiento causado por la pandemia, ha notado que “la gente ha empeorado” y que, por su experiencia, ve a la gente con comentarios más claros sobre su estado mental. Por ello, afirma que, al igual que puede suceder con otros problemas “como son el alcoholismo o la drogadicción, el primer paso es reconocer que pasa algo malo”.

Por ello, desde la Asociación Vivir explican que los pacientes tienen varias necesidades. La más acuciante es la falta de profesionales en la Unidad de Salud Mental. Esto se traduce, explica la trabajadora social, en que hay una presencia asistencial “enorme” para los trabajadores en plantilla, por lo que los pacientes deben esperar más de tres meses para concertar una cita. Por ello, la reivindicación principal sería la contratación de más personal, para así poder dar una mejor atención a los pacientes.

Silvia confirma esta situación, ya que afirma que, en la pública, le han dado fecha para el 3 de noviembre. “Hay solamente dos psicólogos en el centro de especialidades. Yo quería pedir cita porque necesito un refuerzo aparte de mi psicóloga, pero es que no hay”. Eso sí, reconoce que las instalaciones (situadas junto al Centro de Sauld Cuenca IV) están muy bien, que el único problema es la falta de personal.

Otra de las quejas recogida por la Asociación es el manejo de los tratamientos farmacológicos. “La gente desconoce los efectos adversos de la medicación”, afirma Palomares, coincidiendo con lo que explicaba Silvia. “Tampoco se informa de su utilidad concreta, no se informa de otras opciones, y en general, hay una sobremedicación de psicofármacos, sobre todo ansiolíticos y depresivos”, explica Aranzazu Palomares.

De manera más específica, ya relativa a pacientes que han ingresado en la unidad de hospitalización breve y al trato en urgencias, desde la Asociación afirman que la queja más asidua es el “miedo a la contención mecánica y química, es decir, atar a la cama y sobremedicar a la hora del ingreso sin explicar los motivos ni los procedimientos”.

Sobre la Asociación Pro Salud Mental Vivir

La Asociación Pro Salud Mental Vivir pertenece a la Federación de Salud Mental de Castilla-La Mancha y a la Confederación de Salud Mental de España. Según explica Aranzazu Palomares, trabajadora social en esta asociación conquense, la Confederación publicó recientemente un estudio que afirma que “cuatro de cada diez personas en España valora de forma negativa su salud mental y el 77,4% de la población española considera que, en los últimos años, la salud mental de la población ha empeorado”, hasta tal punto de que una persona de cada 222 tiene algún tipo de trastorno mental grave.

Según este estudio, las tres razones que más se señalan son las dificultades económicas, la incertidumbre ante el futuro y la presión, exigencias y estrés del día a día. Palomares confirma que estas mismas causas se dan en la ciudad de Cuenca, y está de acuerdo con la conclusión del estudio de la Confederación que afirma que “las causas estructurales cada vez influyen más a la hora de tener un trastorno de salud mental o de empeorarlo”. “Siempre se le ha dado más importancia a la genética, pero se está demostrando que las causas estructurales influyen muy negativamente”, afirma la trabajadora social.

También afirma que “se echa de menos” la perspectiva de género en este ámbito, ya que “aunque los condicionantes y factores de riesgo afectan más a las mujeres que a los hombres, no se tiene en cuenta a la hora de preocuparnos y hacer programas en torno a la salud mental”.

En esta entidad se atiende a personas con diversos trastornos mentales graves, como son esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos de la personalidad, depresiones graves y trastornos de la conducta alimentaria. “Son problemas más comunes de lo que nos pensamos, todo el mundo puede tenerlos a lo largo de su vida y se puede tener una calidad de vida digna si se recibe terapia y tratamiento”, sentencia la Aranzazu Palomares.