Isra Pérez
Tarde subrayada en rojo trascendente para los de Lidio Jiménez. La amarga y estrepitosa derrota frente a León demandaba una rápida compensación. Por todo: por esa afición que marchó mustia tras el decepcionante reencuentro del miércoles; por el propio equipo, que estaba rubricando un regreso formidable a la competición y que no merecía truncarse así. La ansiada reacción inmediata, siempre esperable con los rojillos cuando muerden el polvo, ha llegado en una de esas canchas históricamente poco amables para los serranos: O Gatañal. Y ante una escuadra, Cangas, que sembró de dudas a los conquenses, cuando estos ejercieron de anfitriones hace meses, y que hoy ponía en juego, como de aquí hasta el final, la preciada y cara permanencia en la categoría.
Meritoria victoria del conjunto liderado por Maciel, Simonet y Pizarro. Al que le sobraron incluso, cosa inédita a domicilio y en igualadísima Liga, algo más que los compases finales del choque para relajarse y disfrutar de dos puntos harto importantes de cara al futuro y la confianza. Se taponó la fatídica sangría de pérdidas de balón, se aprovecharon las muchas del oponente, se incrementó la intensidad defensiva (y su regularidad), se interpretó bien el ataque posicional frente a la primeriza defensa cerrada de los de Moyano y mejor aún cuando se abrió. Citábamos a Maciel, para bien, que sigue a lo suyo. Invocábamos a Pizarro, que viene firmando actuaciones en progresión y siendo, casi o sin él, el mejor de los suyos en los últimos envites. Y aludíamos a Simonet, con el que puede haber un salto gigantesco en muchos factores si el reluciente traje de hoy, que es el suyo, decide no dejarlo en el armario nunca más. La tarde deparó otras noticias jubilosas para los de Isidoro.
Durante los tramos iniciales de la primera mitad, muy igualada como refrendaba el propio luminoso en el intermedio, Incarlopsa Cuenca soportó la embestida ilusionada de los pontevedreses, que relegaron a los visitantes en el marcador durante algunos minutos. Un tramo del partido donde brillaron algunas de las prometedoras individualidades nacionales del plantel presidido por el mítico Camiña: Iglesias, Fernández o Martín; junto al buen hacer del corajudo Santi López, el exjugador de Alcobendas que es todo pundonor. Eran lances del juego que evidenciaban, todavía, lo lejos que anda Thiago Alves de su mejor momento (y eso es una rémora que hay que sustanciar, ya, para conquistar grandes empresas), y que Bulzamini opositó con denuedo, frente a los de Cadenas, para ser hoy suplente de inicio. Maciel y Pizarro se bastaban para mantener el pulso. Al que se sumaba, en secuencia creciente, el pequeño de los Simonet. El punto de inflexión definitivo en este primer acto sería la habilísima y crucial recuperación de balón del capitán Sergio López, en sabia anticipación y cual lectura de avanzado defensivo con pedigrí, mientras se sufría una inferioridad numérica. De ahí en adelante, con mayor holgura o menor soltura, Cuenca gobernó la disputa en sensaciones y tangibles.
El segundo período estuvo principiado por varias acciones exitosas, encadenadas todas, de Maciel, Pizarro y Simonet. Resumiéndose, en sus impecables decisiones sobre el parqué, quiénes eran los nombres propios que restallaban, en esta jornada, dentro del buen tono general del colectivo. La cosa desembocó en un aparatoso parcial a favor de los serranos y a las primeras de cambio. Pesada losa, ya inamovible, para los porfiados y atrevidos muchachos de la ría más balonmanera que uno pueda imaginarse. Comodidad en un bloque, impotencia en el otro. Precipitaciones en los azulados, contraataques al por mayor de los rojillos. Hoy, los de Jiménez ganaban con la suficiencia y metodología sencilla que les propinara Ademar. La defensa, buena, es una catapulta inapelable. Urgidos por la necesidad de una reacción que jamás llegaría, el inteligente técnico madrileño del Frigoríficos intentó absolutamente todo, desde el punto de vista táctico, y más allá de mover su banquillo: cambios defensivos entrando en liza un avanzado (empleó a Ribeiro, que lo vale, pero no anda bien el luso ahora) e individualizando la profundidad hacia varios oponentes directos; agua. Pizarro y Simonet salivaban. En la faceta atacante, plantearon un arreón final con siete efectivos, pero Cuenca supo bascular bien para neutralizar esa superioridad postiza. Y para castigarla: de portería a portería. Ni Muratovic pudo lastimar con la Tizona. Nótese el buen hacer de Nacho Moya, desde siete y seis metros (en lo cuantitativo y cualitativo). Otro de los nuestros, el siempre arrojado Hugo López firmó una rosca antológica que hizo gatear a Xavi Díaz, casi nada.
Toca refrendar esta sabrosa cosecha en la ribera del Júcar. El próximo sábado. Frente a Puerto de Sagunto, que anda también jugándose todo y a cara de perro. Sin Bruixola (porque no quiere). Con Corzo (pasado, demasiado pronto). Y con Pozzer (futuro, inminente). Y con Maciel, ese guardameta que pulula por los inaccesibles mentideros blaugranas y ha entrado, a pisotones nobles y firmes, en el prodigioso santuario de porteros que han defendido el marco capitalino. Y con Simonet, cuyo genial talento no quiero aguardar para disfrutarlo, en toda su esencia, hasta la temporada que viene.
FRIGORÍFICOS MORRAZO (28): Javier Díaz; Daniel Fernández (5), Juan Carlos Quintas, David Iglesias (6), Adrián Menduiña (4), Alberto Martín (4) y Santiago López (3). Gerard Forns (p), Moisés Simes (1), Brais González, Baptista (1), Rubén David Soliño (1), Martín Gayo, Ribeiro (1), Daniel Cerqueira (1) y Alen Muratovic (1).
INCARLOPSA CUENCA (31): Leo Maciel (2); Pablo Simonet (4), Vainstein (1), Martín Doldán (2), Thiago Alves (1), Federico Pizarro (6) y Sergio López (2). Samuel Ibáñez (p), Ángel Pérez, Hugo López (3), Moscariello (1), Carlos Fernández, Bulzamini (2) y Nacho Moya (7, 5p).