Isra Pérez
Comienza a formar parte de la idiosincrasia del equipo comandado por Lidio Jiménez responder a cada traspié sonado, casi de inmediato, con un ejercicio de autoridad apabullante. La gradación de lo que ya es una pura seña de identidad se ha estirado, un poco más, en esta feliz tarde de septiembre. El conjunto conquense ha ganado con holgura y suficiencia en la siempre complicada cancha de Ademar; asaltando una de esas pocas plazas que permanecían infranqueables, hasta la fecha, para sus intereses. Victoria de prestigio y empaque que espanta, de un plumazo, prematuros coqueteos con la preocupación tras el inesperado varapalo sufrido, hace una semana y en el Sargal, contra la escuadra vallesana de Granollers. Dos puntos preciosos que tienen un ilusionante matiz coral de cara al futuro. Y en el que emerge el liderazgo de grandes nombres propios como Thiago y Vainstein ‒capitanes sin brazalete de este grupo‒ o Dutra y Maciel (goleador impenitente uno y épico dique en la portería el otro). El ansiado reencuentro con la intensidad defensiva y el coraje incansable, entre otras virtudes invocadas en las últimas horas, no ha podido elegir mejor momento para producirse.
El primer período fue igualadísimo en el marcador, también en méritos y desaciertos. El protagonismo lo asumieron las exclusiones, incesantes en ambos lados y constantes ya durante el resto de la contienda. Poco se puede reprochar a la pareja arbitral del choque, nada menos que Raluy y Sabroso; palabras mayores. Saben dirigir, les gusta y entienden la partida. La notable lectura conquense de esas inferioridades del rival dejaron una primera gran notica para el equipo tutelado desde el banquillo, hoy, por Juan Doldán: el ataque posicional evoluciona lenta pero efectivamente. Toma y daca en el marcador con una puesta en escena brutal de Natán Suárez, para los del Bernesga, prontamente compensada por varias imprecisiones que le condenaron al banquillo. Su relevo fue un auténtico ciclón: la joven perla croata Lucin comandó, con aplomo y arrojo, la esperada reacción de los locales; inmortalizando, aquel y de paso, las irrenunciable propiedades exigidas a un buen central del siglo XXI: gobierno y gol. Diezmados por la tempranera segunda exclusión de Semedo ‒un Thiago en potencia y referencia clave para los de blanco‒, los pupilos de Cadenas se aferraron al inconmensurable guardameta balcánico Slavic, jugador de otra Liga. Como el propio Lucin. Y como algunos de sus jóvenes compañeros; incipientes estrellas en casi todas las posiciones de la pista y que tendrán un buen macerar al sabio amparo del ex seleccionador español. Miren, si no y por ejemplo, a Pérez Arce; plásticamente, un prodigio.
Durante esos primeros treinta minutos y por el lado conquense, solo podían acumularse las buenas noticias respecto al naufragio padecido contra Granollers: Maciel volvió a irradiar seguridad, todavía sin deslumbrar, aupado por una defensa que, aun con margen de mejora, recobró brío y carácter; por momentos, también la profundidad en el contacto. Buena basculación y desplazamiento de piernas, lo que es sinónimo de mejores ayudas. Y, en ataque, la omnipresencia goleadora de Dutra; primario, si se quiere, pero demoledor en esa amenazante carrera preparada para descargar en suspensión. Sin alharacas ni armados de lanzamiento barrocos, su potencia de brazo no hace prisioneros y destierra a la torpe miopía a cualquier portero de postín. El balón corre con la violencia que imprimía Perunicic pero el cuerpo, sin embargo, diríamos que es el de Iakimovic. Posee un potencial difícil de aventurar si prospera, como quiere su técnico, en defensa. Porque es insultantemente joven. Y elegirá mejor sus localizaciones, más pronto que tarde, para consuelo de sus porcentajes. Y apareció el mejor Vainstein en mucho tiempo. Y para no irse ya, además, durante el resto de la batalla: gigante en la penetración por el punto fuerte, imparable cuando su rebajado centro de gravedad carbura. Colaborador, por si fuera poco, en la porfía de quienes quieren saber que Nacho se apellida Moya; un excelente finalizador, como demostró en Guadalajara, y al que hay que incluir en nuestros procedimientos estáticos. Como a Sergio. Y siendo conscientes, no obstante, de la pólvora aglutinadora de una primera línea que tiende a acaparar por evidencia. Lo mejor era que León, hasta ese momento, no había podido correr apenas (después, tampoco); como les encanta, el lenguaje desde el que triunfan. Mérito foráneo, no se tenga duda, como cualquier empobrecimiento del rival. Nunca es natural. Por tanto, pocas pérdidas de balón de Cuenca: una de las cruces del calvario contra los de García Robledo días atrás. Restaba por sustanciar cosas fundamentales en el segundo período: si las buenas sensaciones se iban a traducir en puntos y si el percance físico de Maciel, en la frontera del intermedio, quedaba en agua de borrajas.
La segunda mitad del encuentro estuvo férreamente dominada por los serranos del Júcar. Sus constantes parciales favorables de tres goles, en el tanteador, eran contestados por los locales a duras penas. Hasta que la cuerda se rompió. Sin el apoyo en la portería del enésimo heredero de Peric y carentes del vértigo acostumbrado en el tradicional juego ademarista, la defensa conquense creció sobremanera hasta agigantarse. En Cuenca, muchos aficionados se frotan las manos añadiendo a ese fornido sistema 6:0, ya con prestaciones esperanzadoras y Bulzamini mejorado, un acento tan mayúsculo como el bonaerense del convaleciente Moscariello. Se dará que hablar, todavía más, en esa faceta del juego y tan reconocible ya en el club patrocinado por la empresa cárnica. Al tiempo. Y más cuando tal superior manejo de ese orden del juego (quizá la verdad más insobornable de esta disciplina), se equilibre con el rendimiento ofensivo; el cual avanzará bajo el timón de Simonet, porque lo vale, junto al progreso en la elaboración posicional y sin renunciar a la velocidad, la oleada y la transición. Mandamientos supremos. Todo llegará.
El apoteósico reingreso a la pista de un malparado Maciel (preocupante revés de la noche para los de Cuenca) resultó decisivo en los compases finales del partido para afianzar y rematar la victoria soñada. Un logro que cabalgó, en esta segunda mitad, sobre los hombros interminables de Thiago, siempre Ponciano, venturosamente de la partida, en ataque, durante la segunda mitad. No hay canon que defina su armado de lanzamiento, tampoco antídoto. No hay valor de mercado para definir, en este balonmano, a un hombre referencial en sendas facetas del juego. Ni su arrolladora personalidad. El éxito no hubiera sido total, de otro lado, sin las inteligentes combinaciones de los argentinos en el flanco derecho conquense, con Pizarro y “Colo” permutando posiciones en las dos partes de la cancha. Conjugando el verbo desdoblar, Fede, con primor; justificando su nombradía y la repercusión del fichaje. En este segundo período, también hubo tiempo para calibrar a Carlos Fernández en el penúltimo puesto defensivo, detalle importante en el reparto de esfuerzos ya a corto plazo, y para aplaudir el derroche y acierto de Martín Doldán, sin compañero de viaje en la línea de seis metros. En el campo rival, Natán regresó demasiado tarde. Hubo tiempo suficiente hasta de comprobar que también hay buen manejo y cálculo de las ventajas en los instantes finales en las filas “encantadas”, el frecuente terreno de la verdad en la ASOBAL actual; suerte y destreza que, precisamente en León, le ha costado puntos a los de Jiménez en anteriores visitas.
Estos años de bonanza del balonmano conquense serán recordados por la brillante presidencia institucional de Isidoro, el incuestionable liderazgo táctico y motivador de Lidio, la raza de un grupo indomable y coráceo con genio sudamericano, el aliento incansable de una fidelísima afición capitaneada por la “Furia Conquense” o el mecenazgo impagable de Jaime Torrijos.
Y esta época dorada será recordada, también y a carta cabal, como la del equipo de Thiago.
FICHA TÉCNICA
ADEMAR LEÓN (28): Dino Slavic (1), Jaime Fernández (2), Feuchtmann (3), Natán (5), Semedo (4), Gonzalo Pérez Arce (4), Rubén Marchán (1). Lucin (5), Gostovic (2), José Mario Carrillo (1).
INCARLOPSA CUENCA (32): Maciel, Sergio López (2), Simonet (3), Thiago (7), Bulzamini, Vainstein (3), Doldán (4). Dutra (7), Hugo López (2), Nacho Moya (1), Pizarro (3).
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