Tablas entre Incarlopsa Cuenca y Anaitasuna (30-30) en el partido disputado este viernes en El Sargal por condicionantes televisivos. Un empate justo si como justicia se entiende un resumen fiel de lo que fue el partido: igualdad casi perenne con ventajas alternativas que nunca fueron más allá de los tres goles y, las más de las veces, se movieron entre uno y dos. Pero el adjetivo se torna en inadecuado si se analiza el desenlace del partido: una discutible decisión arbitral pitando a los locales un pasivo inmediato casi en el último minuto, cuando el marcador iba 30-29, condenó las opciones de los locales para indignación de la afición.
El equipo de Lidio Jiménez llegó mejor posicionado a este tramo final gracias a varias de las señas de identidad de los mejores y añorados tiempos de este equipo: intensidad defensiva, que se plasmó en un número de exclusiones muy superior al habitual en la primera vuelta, y mucho pundonor. Es verdad que se volvieron a ver algunos de los fallos y precipitaciones que tantos puntos han costado pero hubo mucho más concentración en el juego de equipo. Y actuaciones individualmente realmente brillantes. Sergi Mach en la primera mitad; Thiago en momentos clave del ataque (marcó 9 goles); y un eficaz Nacho Moya desde los siete metros sostuvieron las opciones del cuadro rojillo. En la portería Ante Grbavac no firmó una matrícula de honor, pero sí una actuación más que digna que permitió amarrarse al ritmo que marcaban los navarros. Chocarro y De Souza fueron los mejores artilleros de los de Pamplona.
Precisamente tras un comienzo muy igualado, la sucesión de felices actuaciones de Mach-Moya-Grbavac permitió alcanzar en el 12:59 la máxima victoria local, 9-6. No supo rematar ahí el Incarlopsa de Cuenca y agrandar la brecha. El tiempo muerto visitante y el cambio en su portería consiguió cambiar el ritmo, a lo que ayudaron algunos estrictos ‘dos minutos’ y errores de los que en tenis llaman no forzados. Al descanso se llegó con un 16-16 y gracias. Los dos últimos goles locales del primer periodo fueron obra de un Pablo Simonet que, lejos de su mejor versión, no pudo acreditar muchos más méritos. Tampoco tuvieron su mejor día sus compatriotas los hermanos Pizarro.
La segunda mitad intensificó la dinámica de igualdad. Alternativas en el marcador y sangrías que nunca llegaron al río. Emergió la figura de Thiago, muy valiente, eficaz a medias y exhausto tras un trabajo defensivo que terminó emborronado por puro agotamiento.
Hasta que a falta de menos de cuatro minutos, con la posesión y un 29-28 una mezcla de prisas y, sobre todo, ausencia de ayuda arbitral -por usar un eufemismo- impidió que un Sargal que registraba muy buena entrada se entregara a la catarsis de la épica. Se tuvo que conformar con la más moderada impresión de que el equipo está mejorando y volviendo a reconocerse.
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