El Torrelavega es uno de los equipos revelación de esta temporada y este sábado demostró en El Sargal que tal denominación no le viene grande. El que le vino grande al Rebi Cuenca fue él. Ya fuera por deméritos propios o por méritos ajenos -o por una mezcla de ambos, que ya se son vasos comunicantes- el equipo local jugó uno de sus peores partidos de la temporada. Salvo en algunos momentos de la primera mitad, el resto fue un cúmulo de errores y actuaciones para olvidar. Lo intentaron y se desfondaron, al menos casi toda la plantilla, pero eso fue más que insuficiente.
Los cántabros comenzaron pronto mandando en el marcador con ventajas que oscilaban entre los uno y los tres goles (3-4 en el minuto 9; 4-7 en el 12) y que ya avanzaban que no iban a ser un rival fácil. La brecha no era mayor porque en la portería Tonicher iba aportando de vez en cuando, a pesar de que la defensa no eran tan eficaz como sería deseable, y compensaba parcialmente la falta de acierto arriba.
El Cuenca puso algunos puntos más de concentración y, con la entrega y las virtudes que ya venía demostrando , fue capaz de ir corrigiendo poco a poco la situación. El Torrelavega, cuyo rendimiento se estaba basando en una defensa intensísima que estiraba el reglamento demasiado, empezó a pagar esa opción. Llegaron las exclusiones que, en algún caso, podrían haber sido incluso rojas. Con el apoyo de esas superioridades y machadas como David Mach parando un 7 metros, los locales pusieron el empate a 9 en el minuto 17:50 y obligaron a Jacobo Cuétara a pedir un tiempo muerto.
Parecía que se inauguraba un nuevo partido e incluso Nacho Pizarro ponía a los anfitriones por arriba dos minutos después (11-10). Pero el Torrelavega fue entonces mucho Torrelavega y el Cuenca poco Cuenca y el último tramo de la primera mitad fue sinónimo de hecatombe para los de Lidio Jiménez. No salió nada. O casi nada. Visitantes como Prokop se dieron un festín de goles y los balones se escapaban regalando contras o se desviaban de la potería. Las escasas buenas defensas terminaban por volverse inútiles porque los cántabros marcaban ya con el brazo levantado. Las árbitras, sin ser decisivas, tampoco fueron caseras precisamente. El marcador se movió vertiginosamente y prácticamente solo de un lado hasta el 14-20 del descanso.
En la segunda mitad la brecha de seis goles iba a pesar como una losa. Es cierto que el Cuenca mejoró, entró la reanudación más metido en el partido y con más ganas de templar el juego. Entró Mach en la portería tras la gran pájara de Tonicher. Pero todo eso no produjo más efecto que unos luminosos estancados en diferencias de cinco o seis goles (15-21, 18-23) en los primeros diez minutos de esta segunda parte.
Poco después, el partido se descontroló aún más, vistiéndose de correcalles, para deleite de los norteños. El Rebi Cuenca encadenó pérdidas y fallos. El juego colectivo no iba y los atacantes intentaban hacer la guerra por su cuenta, por si sonaba la flauta. Y sonaba, pero esporádicamente y no siempre afinada. En el minuto 46 Lidio pidió otro tiempo muerto ante el 19-27 que concretaba numéricamente el desastre. Era entonces o nunca: no había más margen para la remontada. Por si fuera poco, Barceló se tuvo que retirar tras un golpe en la cara.
En este último tramo el Cuenca apostó por una defensa mucho más abierta, con dos, tres y hasta cuatro adelantados. Algo había que hacer, pero funcionó solo a ratos. Arriba hubo algo más de acierto gracias a los Pozzer y Perbela (tres y ocho goles respectivamente) cuando no les podían las justificadísimas prisas. A otras les pudieron siempre.
Y, aunque el Rebi nunca dejó de intentarlo, con más corazón y velocidad que con sosiego y tino, a falta de siete minutos para el final en las gradas de El Sargal comenzaron a oírse a espectadores pidiendo la hora. Así, hasta el 26-35 final y una despedida donde se alternaron pitos y aplausos.