Isra Pérez
El extraordinario rendimiento del conjunto dirigido por Lidio Jiménez lejos de su cancha ha tenido otra brillante página de continuidad. Espantadas las alarmantes impresiones de los postrimeros minutos en “El Sargal” frente a Puerto de Sagunto, los rojillos han dejado una magnífica imagen en la histórica pista del Helvetia; dominando con firmeza casi todo el partido, a partir de una solidez defensiva rayana en la excelencia y las aportaciones desequilibrantes de Maciel, otra vez descollante, el retoñado goleador Bulzamini y ese estupendo central llamado Pablo Simonet, quien ha sepultado cualquier atisbo de reacción de los locales tras el entretiempo. Esperanzadoras e ilusionantes noticias para la entidad serrana, que ha labrado una comodidad inusitada en el marcador para encarar, sin aprietos, los compases terminales de un choque que se presumía más igualado. Huesca y Logroño, aguardan a los de Isidoro; harina de otro costal.
Apárquese cualquier tentación infantil de minusvalorar este nuevo éxito del Incarlopsa en lo que está configurándose, con datos inapelables, como una portentosa segunda vuelta de campeonato. Viajábamos a una plaza que ha perdido, con los años, aquel desalentador presagio trágico que despertaba, en nuestras huestes, cada visita a la tierra de los sanfermines. Enfrente, toda una cultura de balonmano: la Sociedad Anaitasuna, más que un club, en verdad y de verdad. Filosofía de cantera. Superviviente reforzado de aquella insaciable crisis que se zampó al glorioso vecino San Antonio. Una plantilla con extraordinarias promesas que ya han dejado casi de serlo: desde Bazán a Izquierdo, pasando por el lesionado Torriko o el guardameta Cancio. Ahí sigue, también, el eterno capitán Chocarro, junto al experimentado Meoki, y por allá anda el poderoso pepinero Del Arco. Están bien tutelados por un técnico clásico de la categoría como Quique Domínguez, perteneciente a una generosa estirpe balonmanista y frente al que se han librado batallas postineras cuando comandaba equipos de la más clásica ría de este deporte. Podrán estar mejor o peor; pero salir del Paseo de Biurdana con el botín, jamás ha sido empresa menor.
Los primeros balbuceos del encuentro generaron cierta incertidumbre para los intereses conquenses: encadenamiento de pérdidas de balón que propiciaban, sin solución de continuidad, contraataques sencillos para los blanquiverdes. Lo peor que le puede suceder a cualquier equipo, no solo a los de la ribera del Júcar. Y a la inversa: el camino más fácil para cimentar una victoria: fecunda cosecha de goles cómodos sin necesidad de tejer oleadas y, verdadera utopía para tantos, construir laboriosos procedimientos tácticos en ataque. Esa peliaguda inercia, fugaz, quedó suturada pronto para felicidad del cuadro visitante. Maciel, siempre Leo, se agigantaba por momentos en una portería diminuta. Sus paradas tienen ese regusto envenenado de frustración añadida para el oponente, quien recula maldiciendo a ese tipo liviano que lo derrota sin descoyuntamientos ni alharacas. En este sentido, la provechosa colaboración del tradicional engranaje defensivo 6:0 de los conquenses entorpecía, de manera creciente, la propuesta colectiva pretendida por unos navarros cada vez menos dinámicos. Apenas el talentoso y valiente Ander Izquierdo era capaz de encontrar resquicios en tan tupida selva de brazos y piernas (sin noticia de sus pivotes). Sin impartir una lección inolvidable, durante esta primera mitad, los visitantes consiguieron buenos guarismos e intangibles frente a la portería contraria, con algún fogonazo de Thiago incluido (todavía, insuficiente); el italiano Bulzamini pretendía estirar las mejoradísimas sensaciones ofrecidas frente a Puerto de Sagunto (acciones llanas, lo que le va), la pretendida profundidad defensiva de Meoki, no se sabe si buen penúltimo o mejor avanzado, sobre Pizarro tampoco cuajó y además amortiguaron con sangre fría y pericia la inferioridad numérica padecida. Muy bien, no solo correctos, en estas fases episódicas que restan tanto como suman.
El segundo período puede catalogarse como una de las entregas más convincentes y autoritarias que ha protagonizado el Incarlopsa en lo que llevamos de Liga. El dique devino muro y la defensa rojilla estuvo más cerca que nunca, esta temporada, de igualar la aportación estelar de su rutilante portero. La colosal actuación del argentino ensombreció, en el arco contrario, las formidables maneras y paradas del imberbe y espigado Cancio. Ya lo advertimos en Cuenca. Como la entrega, acierto y calidad de su irreverente compañero Izquierdo: contra todo y contra todos. A esas alturas del envite, Pablo Simonet estaba finiquitando el choque con su enorme clase, si es que alguna migaja por disputar restaba; en una de esas inspiradas tardes suyas que tienen que ser más: jerarquía, toma de decisiones, personalidad, gobierno y gol. Finalmente, algo y muy bueno habría que decir de la meritoria interpretación que el conjunto conquense hizo, apenas transcurridos los diez primeros minutos de la segunda mitad, del osado cambio defensivo dispuesto por su rival: un 3:3 profundísimo, llamado a seducir a la precipitación de quien maneje la jugada sin mesura. Los visitantes tejieron ingeniosas e invisibles líneas de pase desde el desmarque sin balón y la lúcida invasión de espacios libres. El catón. Se acabó, claro.
HELVETIA ANAITASUNA (25): Patrick Bols; Álvaro Gastón (1), Edu Fernández (2), Ibai Meoki (1), Carlos Chocarro (3), Guillermo Fischer y Ander Izquierdo (7). Marcos Cancio (p), Antonio Bazán (1), Martín Ganuza (2), Xabier Etxeberria (1), Héctor González, Aitor García (1), Ruslan Dashko (2), Aitor Domingo y Juan del Arco (4).
INCARLOPSA CUENCA (30): Leo Maciel; Pablo Simonet (5), Lucas Moscariello (2), Thiago Alves (3), Nacho Moya (5), Federico Pizarro (3) y Sergio López (3). Samuel Ibáñez (p), Pablo Vainstein (1), Martín Doldán (2), Ángel Pérez (1), Hugo López, Carlos Fernández y Bulzamini (5).