Manuel Millán de las Heras
Los dos conciertos de Viernes Santo han llevado a escena la obra más escuchada en nuestro festival y una de las más populares: la Pasión según San Juan de J.S. Bach y las siete palabras de Cristo en la cruz de F.J. Haydn.
Una versión diferente de Haydn
El concierto de la mañana, en el Espacio Torner, ha sido un auténtico descubrimiento musicológico. Las Siete Palabras de Haydn tienen un origen español: es un encargo del Oratorio de la Santa Cueva de Cádiz al compositor austriaco. Tiene varias versiones: orquestal, cuarteto de cuerda, piano y como oratorio. Sin embargo, la versión que escuchamos aquí es un trabajo diferente a los anteriores, realizado por el compositor y musicólogo español Francisco Asenjo Barbieri. Su aportación es aparentemente sencilla: añadir una voz de flauta sobre la versión de cuarteto de cuerda. El resultado mantiene toda la composición original, dándole un toque distintivo. Es un trabajo de juventud del compositor de “Pan y toros” en el que ya apunta poseer un buen oficio.
La versión del flautista Rafael Ruibérriz de Torres y el cuarteto La Spagna sonó con un criterio magnífico y un equilibrio exquisito entre la flauta y la cuerda. El uso de instrumentos de la tercera década del siglo XIX ayudó especialmente a que ese equilibrio fuera siempre controlado, en una partitura de 75 minutos de música lenta. Como narrador tuvimos la suerte de tener al gran poeta conquense José Ángel García García, que no solo leyó las palabras de Cristo en la cruz, sino que las relacionó con pasajes del evangelio.
Y una Pasión inolvidable
Esta Semana Santa se cumplen 300 años del estreno de la Pasión según San Juan, de Johann Sebastian Bach. Era la ocasión perfecta para traerlo a nuestro festival, ya que, además, ha sido la obra más interpretada en el mismo, siendo la de ayer la duodécima ocasión. Las anteriores fueron en 1975, 1983, 1993, 2001, 2003, 2008, 2010, 2012, 2014, 2016 y 2018. (Datos tomados del libro de Marco Antonio de la Ossa “La Semana de Música Religiosa 1962-2021: análisis, claves y contexto”).
De Andoni Sierra tenía una excelente impresión, dada por una interpretación sorprendente (porque desconocía totalmente su trayectoria) de la Misa en Si de Bach en 2018. Buceando en el tiempo he rescatado parte de mi crítica para este mismo periódico:
“Poco puedo apuntar además de lo dicho en los primeros párrafos sobre la interpretación de Andoni Sierra al frente de Conductus Ensemble. Desde los primeros acordes del Kyrie supimos que nos encontrábamos ante algo grande. Sonaron tan precisos y afinados como desgarradores e imploradores de súplica. El nivel instrumental era tan elevado que los colores de esta orquesta de instrumentos originales nunca dejaban de sorprender. Los fraseos siempre fueron detallados y precisos, en unos tempi ágiles y sin descanso. Las voces solistas triunfaron extraordinarias, expresivas y con un profundo equilibrio”.
Pues bien, lo de ayer fue otra cosa. Mientras escribo, intento recordar todas las emociones y sensaciones de una apuesta que me ha cambiado la percepción de la obra bachiana. El primer causante de todo es el coreógrafo británico Peter Leung. Su apuesta escénica es audaz por su sencillez. No necesita ningún especialista en danza para que funcione, son los propios cantantes quienes desarrollan la propuesta. Un cuadrado blanco en el suelo, el coro vestido de negro, pero con ropa informal. El evangelista (cuya primera aparición me despistó) está trajeado, en otro plano emocional diferente. Jesús presenta un vestido blanco y sobre él irá acumulándose la sangre y el dolor, pero de forma suave, poco a poco, en eterna poesía. Pilatos también utiliza el color negro, pero con chaqueta y corbata. Es el poder que cede a la injusticia por miedo. El coro es tratado escénicamente de manera griega en las intervenciones como actor principal y se adelanta en el escenario cuando canta los corales luteranos. También crean formas por acumulación, auténticas esculturas móviles.
Por ello, mi planteamiento inicial (un coro excesivamente grande y que perdería detalle y plasticidad en las articulaciones) se derrumba cuando se pone al servicio de la escena. Es un todo artístico que requiere ese número de participantes.
La Orquesta de las SMR –una selección de instrumentistas nacionales especializados en música antigua con instrumentos originales— sonó extraordinaria, a la altura de las mejores que hemos visto a lo largo de la historia del festival. No estoy exagerando lo más mínimo y creo que es una idea a profundizar y, por qué no, retomar la idea de la ACADEMIA que funcionó hasta justo antes de la pandemia. Las SMR como centro de formación.
Andoni Sierra no me sorprendió. Ya sabía que era uno de los mayores expertos en Bach de nuestro país. Extrae lo que los demás no conseguimos ver en las partituras y consigue aunar el drama con los tempi exactos para todas las situaciones. Tiene la partitura en la cabeza y su control sobre la situación contagia a todos los músicos.
Hubo muchas más cosas buenas, algunas tan sencillas como utilizar la tecnología para proyectar el libreto en castellano (ya utilizado para la Pasión según San Lucas de Penderezcki el año anterior) y también cosas mejorables, por supuesto. Es evidente que no todos los solistas vocales estuvieron a la misma altura, pero es un dato menor, porque el concepto, en su globalidad, bordeó la genialidad y la belleza casi absoluta. Una Pasión inolvidable.