Los arqueólogos Michel Muñoz y Santiago Domínguez adentran al visitante en el gran reto del refugio: crear una musealización compatible con la humedad. Con tan solo un 20 por ciento de los recursos expositivos anteriores aprovechados y con un 80 por ciento de elementos novedosos, los paneles especiales están pensados para aguantar muchos años entre la roca subterránea. Esto no quita para que el turista tenga que inclinar la cabeza en algunos recodos, pensados para evitar las ondas expansivas de las bombas.
Cuando se abre la puerta de forja no se ve el túnel, hay que ir paso a paso. En el recorrido hay fusileras que recuerdan por qué se idean los refugios. Son prototipos de la II Guerra Mundial donde la guerra por aire cobra mayor magnitud. Son maquetas especiales que se hicieron hace 6 años y que este año están acompañadas de letreros gracias al aumento de presupuesto.
El túnel de Calderón de la Barca se desgaja de la parte de la Cuenca subterránea del acueducto, criptas de iglesias, bodegas y otras calles túnel típicas de la ciudad. Algunas de las sorpresas que incluye la ruta museística es la actualización de los sonidos. Como por ejemplo, el de las sirenas y los bombardeos. En Cuenca se produjeron disparos cinco veces, pero hubo muchos más bombardeos en Tarancón, Cañete y El Provencio.

Otros paneles expositivos se han elaborado aprovechando antiguos archivos de la Casa del Corregidor, se pudieron encontrar documentos de los bombardeos de Cuenca y documentación judicial desde el año 1490 en adelante. Se ve hasta el sello oficial reflejo de los pagos, pues era el Ayuntamiento quien construía y sufragaba los refugios. Se detalla la información relativa a defunciones y bombardeos, tanto militares como civiles.

Además, había una Junta de Defensas Pasivas para comprar materiales, hacer planos y pagar sueldos. La exposición recoge una parte más testimonial en la que se puede escuchar la voz de Enrique Ruipérez cuando estuvo trabajando en los refugios, durante una entrevista concedida en 2011.
En la iglesia de San Andrés encontraron munición, cientos de balas, máscaras de gas, cargadores de pistola… Además del material arqueológico se construyeron otros puntos importantes como el Cerro del Socorro y el aeródromo militar de Jábaga que se mantuvo en secreto.
Por supuesto los refugios también salían en la prensa y prueba de ello son los recortes de periódicos de la época como «Cuenca Roja» o de cartelería nacional. Pura propaganda y publicidad, con la que se animaba a los ciudadanos a colaborar como voluntarios en el refugio y se disuadía a la retaguardia republicana frente al ejército franquista.
La vida útil de los refugios no acaba al finalizar la Guerra. El Ayuntamiento siguió reparándolos, a pesar de problemas de insalubridad. Y cuando se cierran en los años 60 se convirtieron en almacén municipal, como el de Alfonso VIII de donde se sacaron muchos escombros y tejas. Incluso fueron un sitio donde jugaron los niños, según los testimonios más optimistas. Los planos originales de la ciudad se han mantenido con la misma escala.
El punto culmen de la visita es el holograma del pícaro al que han llamado Vicente y que no dejará indiferente al visitante, a pesar de ser un personaje ficticio.
Galería multimedia: adéntrate en el túnel de Calderón de la Barca
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