Lo de este miércoles en Cuenca ha sido una danza de la lluvia, pero a la inversa. Una coreografía para llevarle la contraria al Meteosat, desbaratar sus pronósticos y espantar a las nubes. Y consiguió su objetivo, al menos en lo que al desfile de peñas se refiere. El cortejo pudo esquivar los augurios y si alguien se mojó no fue por las temidas precipitaciones, sino por algún cubo de agua que obedeció desde algún balcón furtivo las coreadas solicitudes hídricas. O por los bautizos con zurra que forma parte del ritual iniciático de algunas peñas y la vocación de aspersor de algún peñista exageradamente eufórico. Es más, el sol lució, brilló, picó y azuzó, como si fuera el canto del cisne de este verano que se extingue.
No eran ni la fecha ni la hora más propicias para facilitar un pasacalles multitudinario. Un miércoles laborable de unas fiestas que este año se extienden al fin de semana (cuando muchos han decidido concentrar su participación) y a las tres y media de la tarde, con la tarjeta de fichar o la mochila escolar todavía entre los dientes. De hecho, hubo quien apuraba una lasaña o una pizza mientras bailaba al son de la charanga de turno, montándose su propio Food and Walk Tour de esos. Así que, como era esperable, hubo muchas ausencias y no es que hubiese un gentío de récord ni se contasen por miles los asistentes al desfile, aunque sí que se sumaron cientos. Y los que estuvieron lo dieron todo.
Vaya, que sí lo dieron. La densidad de fiesta por habitante se disparó. Cada cuál puso lo suyo para generar espectáculo, buen rollo, sonido, baile y color. Y el público, que en los tramos inicial y final sí que fue numeroso, respondió con sonrisas cómplices, algunos aplausos y bailes tímidos y, también, todo hay que decirlo, con algún rictus de estupefacción.
El desfile inaugural de San Mateo tiene algo de orgánico, de ser vivo, como un reptil multicromático que va ascendiendo vivamente hacia la meta de la Plaza Mayor. Es una criatura cameleónica cuya piel esconde y muestra mil detalles y apariencias.
Ingenio carnavalesco
Una dermis joven, jovencísima, y por tanto ilusionada, le ha otorgado la peña Sin Vaso No Paso, donde sombreros de cowboy y pelucas convivían con algunas botas más profusamente decoradas que el antebrazo de un futbolista de moda.
Más veterana, aunque había de todo, ha sido la composición de Enemigos del Agua, cuyos miembros que han subido presurosos y ufanos, impacientes de escuchar el pregón de su amiga y compañera, Laura García. La propia pregonera, con banda identificativa de su condición, ha caminado con ellos en un día en la que no era la única ‘Rizos’ ya que otros muchos integrantes han querido emularla y hacer honor a su apodo. La charanga mostoleña El Vicio ha puesto la banda sonora.
Mucho ritmo gracias a la charanga Alcarria y Campichuelo llevaban también en T’Ayudo, una de las delegaciones más numerosas y entregadas. Hasta una peculiar Princesa Peach se ha dejado ver entre otros disfraces junto al resto del elenco de Super Mario Bross.
Ingenio carnavalero y carnavalesco igualmente en La Vacanería, otra de las más grandes en número. Unas extraterrestres que decían no creer en humanos y mucha joya y brilli-brilli por aquí y para allá con mucho ambiente juvenil y universitario.
Menos efectivos en términos absoluto llevaban A Cascoporro, flamantes campeones del concurso de gachas y uno de esos grupos fieles a todo el programa. Faldas escocesas y pompas de jabón destilando bonohomía.
Raspaná El Vacuatizo -con su icónica vaca antropomórfica en su pancarta ya eterna como eterno ya es el autor de su dibujo- no ha defraudado en su muestrario de disfraces: de Duff a Pikachu. Y más escoceses, venga escoceses.
Tentados por El Vino ha sido pura música, puro viento metal, pura percusión gracias a la charanga Los Colgaos. Alguna acrobacia y mucho baile. De cerca les han seguido, con Supernenas y todo, en Pies Redondos, donde paradójicamente ha habido más que en otros desfiles de antaño.
Con un tractor -azul, que no amarillo como en la canción de Zapato Veloz- ha ascendido la peña Martín Alhaja. Con tractor y mucho ritmo, en su caso de dj. Una auténtica discoteca itinerante. Y no de las aburridas, precisamente.
Tampoco han conjugado mal eso de la diversión en La Vaca Grillá, una marea azul oscuro donde se lo han pasado en grande entre ‘inyecciones’ de zurra. Y, aunque no eran tantos, pero siempre suficientes, Los Atávicos no han faltado a la cita con sus clásicas banderas de Cuenca. Que no está mal la tramoya, pero tampoco sobra recordar qué y por qué se celebra.
Composición intergeneracional en la peña Patrimonio, otra veterana radiante, donde hasta iba algún encorbatado. Vacachorrianos del planeta Vacachorriano llegaban con La Vaca Chorra cuyos sonidos destilaba la charanga Aterciopelao.
Sin pancarta, pero con sendas banderas de España y Cuenca, la primera tuneada, ha cumplido también Rondadores, que con unas pequeñas carracas iba marcando el ritmo. Entre monetes -de plástico- y plátanos -también artificiales- ha reaparecido La Orden del Temple que, como San Ateo, unía a pequeños y a mayores. Un ritmo más pausado, más civilizado si se quiere, pero igualmente festivo. Como el de la peña El Canto, que se ha intercalado estratégicamente al igual que La Vaca Pa Mí, otra digna minoría.
En Entoavía han echado el resto en todos los sentidos. Hasta una despedida de soltera, o lo que parecía serlo, y unas peñistas disfrazadas de talanqueras, entre otros personajes y elementos característicos de Las Vaquillas de Cuenca. Muchos y muy bien avenidos.
No eran tantos, pero tampoco pocos, en Chupazurras. Faldas hawaianas y mucha gracia. Incombustibles también los BO-2 ataviados con collares de flores y muy cerca de los internacionales y políglotas Bisi Visyss, donde algún taiwanés ya estaba pidiendo empadronarse en Cuenca mientras oía a la charanga Los de La Vaca.
Originalidad desbordada en Casquete Antiguo, con una versión a tamaño humano y temática matea del juego de cartas del Uno. Lo que va a dar de sí. Lo mismo que las piñas del Mercadona, perdón del SanMateona, con las que ha sorprendido Tendidos Ceros. Ligar en el supermercado o en pleno Alfonso VIII con una peña que ni pierde vigencia ni se cansa de bailar con los de La Jarana, charangeo de Villanueva de La Jara.
San Ateo ha aportado lo suyo, carretones infantiles con forma de vaca y alegría, al igual que Alfonso Octavas, cuya charanga del mismo nombre ha sublimado la música festiva. El cascabel de la serpiente.
GALERÍA FOTOGRÁFICA DEL DESFILE