Manuel Millán de las Heras
Tras salir del concierto en el que el coro Ad Libitum ha interpretado la versión del año 1889 del Requiem Op. 48 de Gabriel Fauré creí recordar que no había escuchado esta obra en las SMR. Según se constata en el libro de Marco Antonio de la Ossa “Semana de Música Religiosa de Cuenca. Protagonistas, obras y gestión”, desde el año 2001 sólo se ha programado del autor francés su Messe base en la edición de 2012. Me resulta injusto, cuando se trata de una de las partituras más icónicas sobre la muerte que hayan escrito en el siglo XIX. Porque si algo tiene este Requiem de Fauré es que refleja el acercamiento a la muerte como un hecho dulce, esperanzador e incluso deseable. Plasma en pentagramas el final perfecto para cualquier ser humano.
«Todo lo que logré entretener por medio de la ilusión religiosa lo puse en mi Réquiem, que además está dominado de principio a fin por un sentimiento muy humano de fe en el descanso eterno», dijo Fauré, poco después de completar la primera de varias versiones que escribiría durante un período de quince años. La obra estuvo sujeta a cambios orquestales como consecuencia de los deseos de los editores, pero el Jueves Santo hemos escuchado la primera versión, reducida a coro, cuerdas, órgano, arpa y timbales.
El programa se completó –en su primera parte— con varios motetes del mismo compositor; sencillos y breves. Escénicamente fueron demasiado fraccionados con una entrada y salida continua de cantantes e instrumentistas entre cada uno de ellos, con los que se perdió la unidad y hubo un exceso de aplausos intermedios, tan contrarios al espíritu recogido del festival.
Coro Ad Libitum.
La agrupación valenciana, dirigida con buen conocimiento por Francesc Gamón, vino por primera vez a Cuenca precedida por una importante trayectoria de premios. Es evidente, por su juventud, que las voces están en formación y que trabajan con notable entusiasmo. El concierto de ayer fue nuestro primer contacto con un proyecto que va a crecer y conseguirá cotas más altas y elevadas. Las intervenciones solistas de la soprano Silvia Vázquez y el barítono (y miembro del coro) Josep Barberá estuvieron a la altura de todo el proyecto, que tuvo una excelente acogida en el público asistente.