Pedro Martínez Hebert, fotógrafo de los reyes y de doña Gregoria de la Cuba y Clemente

La década de los 50 los dedicó a retratar a la familia real. Gregoria de la Cuba y Clemente fue un gran personaje de Cuenca sobre todo hasta los años 50 del siglo XX por su obra piadosa, benéfica y educativa

María Luz Vicente Legazpi

Pedro Martínez Pitrel Hebert (M Hebert) (Valladolid, 1821-Madrid, 1891) es el responsable de los retratos de doña Gregoria de la Cuba y Clemente, un gran personaje de Cuenca sobre todo hasta los años 50 del siglo XX que es el tiempo en el que estuvo vigente su obra piadosa, benéfica y educativa. Como todo lo que gira en torno a la fundadora, la persona que eligió para que la retratara es un profesional muy relevante en la historia de la fotografía española. Poco a poco se ha ido recomponiendo su vida por la historia de la fotografía española que es relativamente reciente.

Cuando era niño no existía todavía la fotografía, pero la vida le fue preparando para ser uno de los mejores retratistas de Madrid. Su padre, el talaverano Eufrasio Martínez Moya (h. 1785-1845), actuaba por todo España como actor “de cantado o jocoso”, y él aprendió a preparar escenarios con las luces adecuadas, la composición, el vestuario, expresión de los rostros YB posturas.

Además, cuando la compañía dramática de su padre actuaba en el Liceo Filarmónico-Dramático de Barcelona, sus hijos, que participaban en las actuaciones, estudiaron artes en la Escuela de la lonja los tres hermanos:  el tercero Antonio se dedicaría al grabado y él al dibujo. El aprendizaje del Arte de la miniatura le dio tablas también para corregir las fotografías.  Ya tenía el bagaje artístico y teatral necesario para ser el pionero de los fotógrafos madrileños. Allí  en Barcelona coincidieron con Juana Samaniego, una famosa cantante de zarzuela a finales de los 40 y la década de los 50, que sería su mujer.

En la década de los años 50 marchó a Madrid a buscar fortuna como miniaturista en la corte, y lo consiguió, logró que se le admitiese un retrato en miniatura de la reina Isabel II en 1851, y ésta le concedió la dignidad de miniaturista de cámara honorario, algo que le daría una gran satisfacción por el estímulo a su negocio, a cambio de pagar cierta cantidad por el título. Precisamente para entonces el retrato fotográfico ya había calado en la sociedad burguesa.

La reina Isabel contaba desde 1850 con un retratista de cámara al daguerrotipo, el cual era auxiliado por miniaturistas en las ocasiones que  requería el cliente. Los miniaturistas,  por tanto, pintaban las fotografías.   De esta manera, en un momento dado, su oficio principal de miniaturista se transformó en el de fotógrafo,   dando un giro a su vida que le llevaría al éxito. Su cohesionada familia participó en su negocio fotográfico, como lo habían hecho en el teatro.

Ya trabajaba como tal en el verano de  1855 nuestro «concienzudo y modesto artista», «señor Martínez, miniaturista de cámara de SS. MM., que se dedica ahora casi exclusivamente a la fotografía con un éxito admirable». Al año siguiente, ya conocido como Martínez Hebert, la fama de su establecimiento sigue aumentando; «Martínez Hebert, cuyas fotografías son verdaderas miniaturas, es el retratista de moda; y a su casa acuden sucesivamente las notabilidades de la belleza que desean conservar en el papel todos sus encantos. Nunca abandonará el oficio de miniaturista que anunciaba en su propaganda

Debió trabajar siempre la técnica del colodión húmedo que se vierte en una placa de vidrio, nunca sobre metal, haciendo numerosos retratos en el nuevo formato patentado en 1854 por André Adolphe Eugène Deisdéri La carte de visite, conocida en España como retrato en tarjeta.  También, el nuevo ingenio de Disdéri incorporaba a la cámara varios objetivos que permitían subdividir la placa sensible y obtener varias poses distintas que se positivaban, recortaban y adherían a una cartulina de tamaño similar a las tarjetas de visita burguesas, unos 10 × 6 cm. Manejables y económicas, las cartes de visite produjeron durante estos años una seducción efervescente entre las clases acomodadas de toda Europa[1]. Le llamaban el Disdéri de España. Al tanto de los avances tecnológicos y de las modas europeas, a decir del fotógrafo Alviach, Martínez de Hebert fue también el introductor del retoque al lápiz en los negativos y no tuvo competencia por eso.

A mitad de siglo triunfaban en la corte Clifford y Laurent, cuyo trono disputaban otros dos Martínez además de él: Alonso Martínez y Martínez Sánchez. Y Pedro Martínez tomó el apellido Hebert de su madre, más comercial que Martínez y a tono con los fotógrafos extranjeros que triunfaban en la corte ; era la  vallisoletana Francisca Pitrel Hebert (†1877), con quien su padre casó en segundas nupcias[2]

La fotografía no se consideraba un arte todavía, más bien una herramienta para el mismo. Por ejemplo, la reina mandaba a Hebert que una fotografía suya fuese entregada a pintores como Federico y Luis de Madrazo, para evitar las largas sesiones de posado con ellos. Como recuerdo de seres queridos, o de cosas, palacios, arte etc. Todavía estaba relegaba a una función documental.

[1] EL RETRATO FOTOGRÁFICO EN EL GABINETE DE MARTÍNEZ DE HEBERT

[2] CRUZ YÁBAR, Almudena: Pedro Martínez de Hebert (1821-91) Pieza de trimestre Julio-Septiembre 2017. Museo del Romanticismo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Foto M Hemert: Isabel II   Hacia 1860. Albúmina sobre papel fotográfico, 222 x 180 mm Museo del Prado. Técnica albúmina. Primer soporte Papel fotográfico Segundo soporte: Cartón.  Procede de la colección de la familia Madrazo (José de Madrazo y sus hijos)

La década de los 50 los dedicó Hebert a retratar a la familia real hasta 1963, que es el año en que se traslada a su nuevo establecimiento en la calle del Prado. Colabora con sus imágenes a  paliar las críticas horas de la reina Isabel II por su incapacidad política, cubriendo con fotografías los viajes reales por la península, también  operaciones militares de exaltación de la patria como la guerra de África. El fotógrafo se trasladaba en ocasiones con todo su equipo ya sea al palacio Real de Madrid o al Real sitio de El Retiro.

 La reina Isabel, le concedió el honor de ser nombrado caballero de la real y distinguida orden de Carlos III. Amadeo I de Saboya le nombró “fotógrafo de Cámara» el 20 de marzo de 1871. Y el rey Alfonso XII le concedió a «S.E. D. Pedro Martínez de Hebert, ya caballero de Carlos III, para la Encomienda ordinaria de Carlos III, 10 septiembre 1879.

  Coincidiendo con el nacimiento de la Unión Liberal -eran los tiempos de Isabel II-, liderada por O`Donnell, muchos de sus afiliados pasaron por su objetivo siguiendo la moda de las cartas de visite: el malagueño Francisco Romero Robledo (Antequera, 1838-Madrid, 1906), conocido como “el pollo de Antequera”,  que fue retratado en su primer gabinete situado en Caballero de Gracia. Y,  luego, en el de la calle del Prado, donde lo hizo doña Gregoria, también Pedro Martínez de la Rosa (Granada 1787-Madrid, 1862), que además de político fue poeta y dramaturgo.

   En fin, la fotografía no solo acompañó a la realeza en sus ejercicio político, también inmortalizó a la aristocracia y a la burguesía, las  fiestas de disfraces de la nobleza, el teatro, bailes, se fue incorporando a la prensa. Por la fotografía sabemos de la influencia de la moda francesa en las españolas de postín. 

 

Foto M. Hebert: Isabel II como Reina Esther con traje de diseñado por Federico de Madrazo. Baile de trajes al que acudió en 1863 a la casa de los duques de Fernán

Hay fotografías obras suyas en el Museo del Romanticismo,  el Museo Cerralbo, el Lázaro Galdiano y el Museo del Prado. Y, por último, en el Patrimonio Nacional 23 fotografías en papel albúmina sobre el terremoto de Manila ocurrido el día 3 de junio de 1863, ocurrido en la víspera del Corpus Christi. Nuestro protagonista fue a las Filipinas, hizo las fotografías  las debió vender en Manila al corresponsal inglés e inspiraron los grabados de  The Illustrated London News. Por supuesto, también colaboraba con La Ilustración Española y Americana[1] (BLAS SIERRA DE LA CALLE, OSA La fotografía en Filipinas 1845-1898  Arch Ag 106 (2022) 247- 440). En cambio, el “álbum real en la Gran Exposición organizada en Madrid sobre las Filipinas  en 1887”, lo hizo Alfred Laurent. También se dedicó a fotografiar exteriores, reportaje sobre Salamanca en 1866 por ejemplo y participó en la exposición Universal de Paris.