Obra de encargo, Zóbel y Mozart llenan el Miércoles Santo de las SMR

Fue, precisamente, la flauta travesera una de las grandes pasiones de Fernando Zóbel y el compositor madrileño propone una lectura casi descriptiva de la meticulosidad del estilo del pintor

Manuel Millán de las Heras

El Miércoles Santo nos llevó a dos rincones de la ciudad en un mojadísimo día, con la tristeza de ver que el pueblo de Cuenca y los miles de visitantes no pueden disfrutar de una Semana Santa tan bella e icónica, declarada –junto con las Semanas de Música Religiosa— de Interés Turístico Internacional. Los escenarios fueron la Fundación Antonio Pérez y el Teatro Auditorio.

Mozart en un pianoforte original

La capilla, hoy reconvertida en zona de exposiciones temporales, de la Fundación Antonio Pérez fue el escenario del primer concierto. La protagonista fue la organista, clavecinista y pianista nipona Yasuko Uyama Bouvard, que ya mostró su gran talento como componente de Les Sacqueboutiers de Toulouse. El programa, con nula referencia religiosa, se interpretó en una réplica exacta del pianoforte Walter original del propio compositor. Especialmente curioso es observar cómo los pedales no son pisados por los pies sino alzados con la rodilla, ya que éstos están colocados debajo de las teclas.

No soy un purista de los instrumentos originales, pero sí un defensor de que su uso no sólo ha servido para conocer nuevas músicas sino para darnos una visión más lógica de cómo se interpretaba en su época. Nadie tiene la máquina del tiempo, pero cuando se tiene un instrumento original se es consciente de sus posibilidades en sonoridad, articulaciones y dinámicas. La evolución es una adaptación a las nuevas necesidades, pero en el proceso también se pierden cualidades que eran inherentes en épocas anteriores.

La interpretación de Yasuko Uyama Bouvard fue fiel a su propio instrumento. El fraseo nos llevó a un mundo de delicadeza sutil, tenue, de fraseo siempre cambiante y exquisito en un escenario de difícil acústica por su exceso de reverberación, pero que se amoldó muy bien al instrumento. Una dulzura, muy bien acompañada por otras excelentes notas al programa de Juan José Pastor Comín.

Lanchares y Zóbel

Los propósitos inaugurales de las SMR son tres: la primera, expandir la música del pasado en una España que empezaba a crecer económicamente pero que tenía agujeros culturales esparcidos por toda la geografía nacional, especialmente en las zonas más pobres. La segunda, fomentar la investigación musicológica para rescatar la música española del pasado caída en el olvido y la tercera, generar nuevo patrimonio religioso con un encargo anual (en algunos años han sido más), consiguiendo en estas 61 ediciones una auténtica biblioteca de música contemporánea de la que pocos festivales pueden alardear. La agrupación encargada de esta tarea ha sido la Orquesta y Coro de la RTVE bajo la dirección de José Luis Temes.

Este último apartado ha sido abordado en la presente edición por el compositor palentino Santiago Lanchares. En busca de la Luz sigue la estética de un hombre de educación musical peculiar, que ha abordado a lo largo de su vida el rock, la producción musical y las pequeñas y grandes formas. Un espíritu libre que, educándose con profesores de la generación del 51, supo salir de su mundo algo dogmático para ser fiel a su camino. El lenguaje de la composición es dominantemente tonal, muy efectista y juega con audacia con los ritmos y percusiones, que también le otorgan un marcado carácter étnico, como bien ha demostrado previamente en partituras exitosas como Cantos de Ziryab. Como bien expresa el autor, luz y sombra en permanente paradoja, antagónicos y complementarios.

El resto de la primera parte del concierto se completó con la suave y dulce cadencia para flauta con la que Tomás Marco homenajeó la figura del gran pintor conquense de origen filipino. Fue, precisamente, la flauta travesera una de las grandes pasiones de Fernando Zóbel y el compositor madrileño propone una lectura casi descriptiva de la meticulosidad del estilo del pintor. La última obra fue la del compositor, director, pedagogo e investigador, Esteban Sanz Vélez, que tiene por título Luz o herida II. Página también tonal, con un audaz manejo de las masas, camerística y que busca multitud de recovecos expresivos.

Exequias

Las obras de encargo no deben ser únicamente un justificante, sino que tenemos que intentar que tengan su recorrido. Ese es el caso de la obra Exequias, In memoriam Fernando Zóbel de José Luis Turina, encargo de la edición de 1985. Según refleja Pedro Mombiedro en su libro Una mirada a la Semana de Música Religiosa de Cuenca, “La composición de Turina despertó a priori un gran interés en Cuenca por estar dedicada a la memoria del mayor valedor de la ciudad en los últimos tiempos. La complejidad de la plantilla […] interpretando en un escenario tan reducido como San Miguel impidió una lectura transparente de la partitura, circunstancia que en gran parte se palió en la reposición que de ésta se hizo en la Semana Santa de 1992. En esta nueva ocasión la interpretación se ofreció en el escenario de San Pablo, donde ya fue posible disfrutar de una obra rica y sugerente”.

Pues treinta y nueve años después de su estreno y veintidós de su segunda versión, lo que escuchamos ayer en el Teatro Auditorio es la definitiva revisión e interpretación de una obra formidable que ha rejuvenecido con el paso de los años y que demuestra que esa añeja vanguardia sí tenía sentido cuando la finalidad del lenguaje utilizado era conseguir nuevos mecanismos de belleza y expresividad. La obra juega con una ingente variedad de recursos, como la aleatoriedad controlada, efectos espectrales, modalidad gregoriana o filotonalidad. Todo ello con una evidente unidad estética, que convierten esta obra en un objeto de estudio para muchos años. La dirección de José Luis Temes fue exacta, experta y conocedora. Un lujo para los tres compositores presentes y para don Tomás Marco.

Por cierto, tengo una sugerencia para futuras ediciones: redescubrir cada año una de las casi setenta composiciones nacidas como encargo de las SMR. Observar con calma y orgullo el trabajo realizado desde 1962.