Muere el científico Santiago Grisolía, quien mantuvo una dilatada e íntima relación con Cuenca

Vivió en su adolescencia en la ciudad, donde estudió en el Alfonso VIII y comenzó a trabajar en un hospital. Era hijo adoptivo de la capital y doctor honoris causa por la UCLM

El bioquímico Santiago Grisolía ha fallecido en la madrugada de este jueves a los 99 años de edad en el Hospital Clínico de Valencia, su ciudad natal. Luto en la ciencia española por uno de los investigadores más brillantes del país, Premio Príncipe de Asturias en 1990 y uno de los discípulos más destacados del Nóbel Severo Ochoa. Aunque nació en la capital del Túria en 1923 su infancia transcurrió por varias localidades a las que le fue llevando el trabajo de su padre en la banca: Denia, Játiva, Lorca y… Cuenca.

Santiago Grisolía mantuvo con la ciudad de Cuenca una dilatada e íntima relación, que inició en los años treinta cuando su familia residió durante ocho años en la capital conquense y donde comenzó a ayudar a un médico amigo de su padre en un hospital de heridos durante la guerra civil, siendo prácticamente un adolescente. Estudió Bachillerato en el instituto Alfonso VIII de ciudad y no dudó en asistir al acto de entrega de la Medalla de Oro de Cuenca al centro educativo en el que, según recordaba con sorna, era apodado como «el Barón de Bola Mayor» por su carácter exagerado.

«A principios de la guerra civil, completé dos asignaturas que me quedaban y terminé relativamente muy temprano, a los 13 años, el Bachillerato en Cuenca. Mi padre tenía un amigo que trabajaba en un hospital y para que no perdiese el tiempo y me ocupara en algo, le propuso que yo fuese con el y «ayudarle». Así empecé mi vida en hospitales. En realidad vi más heridos y enfermos antes de empezar la carrera de medicina que después. Como he indicado era muy joven, empecé a trabajar a los 14 años en un hospital controlado por la CNT y la FAI, en donde vi por primera vez la crueldad de la guerra. Así, como primera muestra recibimos un gran contingente de heridos procedentes de la batalla de Guadalajara, en marzo del 37. Como consecuencia de ello empezó en cierta forma mi interés por la medicina a pesar de ser una cirugía y medicina muy primitivas, sobre todo por los medios a nuestra disposición», recordaba años después, en su discurso al ser investido doctor honoris causa en la Universidad Politécnica de Valencia.

También estudió en la academia privada de Emilio Melero al que en un artículo publicado en ABC en 1987 calificaba como «extraordinario profesor de Matemáticas» y en el que también conoció al sacerdote Jesús Ayllón, quien le descubrió los secretos de la Catedral y la figura del Cardenal Gil de Albornoz.

En el año 1991, el Ayuntamiento de Cuenca aprobó su nombramiento como Hijo Adoptivo. También se nombró con su nombre a uno de los Institutos de Educación Secundaria de la ciudad. Tuteló la puesta en marcha del Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha -de cuyo consejo asesor fue presidente y del que recibió la medalla de oro- y fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Castilla-La Mancha en 2003, la primera distinción de ese tipo que recibía en el campo de las Humanidades. También trajo a la urbe conquense los premios Du Pont de la Ciencia.

Trayectoria

Estudió medicina en las Facultades de Valencia y Madrid, donde se doctoró, siendo uno de los discípulos más brillantes de su tiempo. En 1945, ganó por concurso una de las diez becas convocadas por el Ministerio de Educación y Ciencia para estudios en el extranjero y, en enero de 1946, comenzó a colaborar con el profesor Severo Ochoa, en EE.UU., en los estudios sobre la enzima málica. Posteriormente, pasó a la Universidad de Chicago donde inició el uso de los isótopos marcadores para el estudio de pautas metabólicas, con cuya técnica consiguió demostrar la fijación del CO2 en tejidos animales.

En el año 1948 fue contratado por la Universidad de Wisconsin, donde realizó una contribución decisiva al conocimiento del ciclo metabólico de la urea. En 1954, trabajó en la Universidad de Kansas como profesor asociado y director del Instituto de Investigación Médica -una fundación privada, unida a la Universidad-.

En 1959, es nombrado catedrático en Kansas y, en 1962, coincidiendo con su constitución, Ddirector del Departamento de Bioquímica. Allí realizó una labor admirable como maestro y como investigador sobre el ciclo de la urea, degradación de las bases pirimidínicas, glicolisis, etc, aislando las enzimas implicadas, aclarando reacciones y sentando nuevos criterios sobre la naturaleza de la acción enzimática.

En 1974 es nombrado Profesor Distinguido de la Universidad de Kansas. En el año 1976 Grisolía se hizo cargo de la Dirección del Instituto de Investigaciones Citológicas, fundado por la Caja de Ahorros de Valencia, donde ha realizado una extraordinaria labor.

Grisolía es premio Príncipe de Asturias, Doctor «Honoris Causa» de numerosas Universidades, miembro de las más prestigiosas sociedades científicas, consejero de fundaciones y entidades, Presidente del Comité de Coordinación de la UNESCO para el Genoma Humano, etc. Asimismo, ha sido distinguido con las condecoraciones de más prestigio, y con diversos cargos honoríficos.

Condolencias

El Ayuntamiento de Cuenca ha lamentado el fallecimiento, a los 99 años en un comunicado. El alcalde, Darío Dolz, de viaje oficial en Centroamérica, ha querido trasladar un mensaje de condolencias a su familia en nombre de toda la Corporación y de la ciudad en general. El Museo de las Ciencias y el Vicerrectorado del Campus de Cuenca de la UCLM también se han sumado al pésame.