Miguel Ángel Aragón, el misionero conquense que une a cristianos y budistas en Japón

Entrevista al sacerdote que ha vivido 28 años en Japón sin dejar de ser embajador de su tierra: "He abierto las puertas de mi casa a inmigrantes porque yo he sido uno de ellos"

Con motivo de la Jornada de la Infancia Misionera y la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos con que ha arrancado este 2025, además de declararse Año Jubilar bajo el lema «Peregrinos de esperanza», la labor de la Iglesia en los territorios de misión recobra su actualidad. En Cuenca, el eslogan misionero «Comparto lo que tengo» lo hace vida Miguel Ángel Aragón, un sacerdote diocesano destinado 28 años en Japón. Actualmente se encuentra trabajando en la Diócesis de Cuenca, caminando con cuatro comunidades cristianas de la Alcarria: Mazarulleque, Garcinarro, Jabalera y Buendía.

«Yendo y viniendo», como él mismo ha bromeado, pero prácticamente «toda la vida de misionero» en el país nipón y desde allí con proyectos e incursiones en países asiáticos como Camboya y Filipinas, incluso vivió en una misión en Sri Lanka durante varios meses. Como lo primero que le preguntan es: «¿De dónde eres?», se ha mostrado «orgulloso» de haber nacido en Cuenca y ser «embajador» de su tierra y su cultura.

Entre las anécdotas que le han marcado está la de una pareja de japoneses que vinieron a Cuenca de visita para que les casara después de convertirse al cristianismo. Celebró su matrimonio en el municipio de Buendía vestidos los dos con kimono. «Todo el pueblo hacía fila para saludarles como en un pase de modelos», ha recordado entre risas.

«El desconocimiento del idioma me tuvo dos años escondido»

Miguel Ángel Aragón ha explicado a este periódico que es miembro del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME), conformado por sacerdotes diocesanos que son enviados al mundo según los planes pastorales de cada diócesis. Su misión es dar a conocer el mensaje cristiano y que las personas puedan tener la experiencia de sentirse amadas.

Sin embargo, en este destino japonés su principal problema ha sido el lenguaje. «Se dice que el amor es un lenguaje universal, pero tuve que aprender un idioma que me supuso un proceso de aniquilamiento tremendo durante dos años», ha confesado. La formación fue un pilar para garantizar su futuro y los 300 años de persecución histórica no ensombrecen lo que ahora significa el 0,3 por ciento de católicos con libertad de expresión, pues la mayoría de japoneses son sintoístas y budistas, o las dos cosas a la vez.

«Tengo amigos monjes budistas con los que comparto el mismo plato de arroz»

De las 17 diócesis en todo el país, Miguel Ángel Aragón pertenece a la Archidiócesis de Osaka, donde subraya la presencia de diferentes congregaciones tras el legado de San Francisco Javier. En su opinión, las preguntas «¿de dónde venimos?», «¿a dónde vamos?», son esenciales para todo el mundo y forman parte del diálogo de la vida, ya que allí «se busca la armonía» (la llamada filosofía wa).

Entre las labores pastorales encomendadas está el diálogo con los pobres, entre las diferentes culturas y con las religiones, pero ha revelado que con quien más ha trabajado es con sintoístas y budistas. «Tengo muchos amigos monjes budistas, nos reunimos para comentar los acontecimientos que hemos sufrido juntos, lo que pasó con el terremoto de Kobe en el que murieron más de 6.000 personas, Dios se vale del mal para sacar bien y hace que compartamos juntos el mismo plato de arroz», ha afirmado el sacerdote.

«Japón necesita hombres y mujeres de esperanza»

Según ha comentado, la sociedad en general no es creyente, pero sí expresa su religiosidad en las tradiciones, por ejemplo, en Año Nuevo cuando riadas de peregrinos suben de noche a los templos más altos para esperar que amanezca juntando las manos en silencio o rezando. «Esto les impulsa a pensar en algo que trasciende», ha asegurado.

No obstante, ha reconocido que la secularización posmoderna está muy presente en los jóvenes, sobre todo, ha hecho referencia al fenómeno del hikikomori que los aísla entre cuatro paredes y al elevado índice de suicidios. Es aquí donde entra de lleno su papel como misionero, «la iglesia les acerca un corazón compasivo, a favor de la vida, que entiende la debilidad humana y da esperanza, la gente necesita hombres y mujeres de esperanza».

Por último, ha destacado que se siente especialmente llamado a acoger a los refugiados e inmigrantes. «Defendí su contribución en la evangelización, incluso les he abierto las puertas de mi casa porque yo he sido uno de ellos», ha concluido con humildad.

Programa de 13TV «Misioneros por el mundo» en Osaka, Japón (2018) con Miguel Ángel Aragón