Manuel Millán de las Heras
Todos los que conocen las SMR saben que este festival ha sido un foco de vanguardia, experimentación e intensa pulsión creadora. Su nacimiento fue contemporáneo a la creación del Museo de Arte Abstracto Español –exactamente, cuatro años antes— y juntos abrieron una ventana que permitió entrar un torrente de aire fresco en una ciudad pequeña, pobre y conservadora. En pocos años (en los cuales y por desgracia, yo no existía) los conquenses se habituaron a convivir con Zóbel, Saura y Bonifacio mientras se podían escuchar los acordes de las obras nunca escuchadas de Mompou, Blancafort, Cristóbal Halffter u Óscar Esplá. Les reconozco que una de mis alucinaciones y deseos imposibles es vivir unos pocos días en ese ambiente bohemio, soñador e idealizado. Convertirme en el Gil Pender de la maravillosa Midnight in Paris de Woody Allen.
El Martes Santo recordó esa pócima y mezcla en la que se ha convertido la ciudad. En unos metros de maravillosa arquitectura –entre la Fundación Antonio Pérez y el Espacio Torner— caminamos desde el arte pictórico de Pierre Louis Flouquet y las improvisaciones de Iñar Sastre a los misterios dolorosos de las sonatas del Rosario del compositor del siglo XVII Heinrich Ignaz Biber, en una soberbia lectura de Lina Tur Bonet al frente de MUSIca ALcheMIca.
Improvisaciones
El conjunto de obras del pintor y poeta belga Fouquet recogidos por la colección de Roberto Polo poseen un figurativismo casi expresionista y nos muestra la pasión y muerte de Jesús. En este espectáculo sonoro y musical, la palabra evangélica –nacida de la voz de Andoni Sierra— daba espacio a una breve transición bachiana, ejecutada por el jovencísimo tenor Aitor Garitano, a la que le sucedía una improvisación de Iñar Sastre al piano. El caminar de la imagen a la palabra y la música tenía el marco de la Fundación Antonio Pérez, que es un motor irresistible de creatividad. Las improvisaciones se movieron entre muchos estilos, funcionaron de manera muy contrastante, en tensiones y distensiones que jugaban con diversos lenguajes de los últimos años, incluido el piano preparado. El resultado fue sugerente, bello y de marcado sello propio de las SMR.
Biber, Tur Bonet y la perfección
Lina Tur Bonet ya visitó el Espacio Torner en la edición de 2019 en un concierto de partitas de Bach. La intérprete cartagenera de origen ibicenco nunca defrauda, pero ayer, además, consiguió un plus comunicativo por varios factores que intentaré resumir. El primero fue la puesta en escena, con un inicio procesional y teatral que encandiló al público y una continuación detalladamente pedagógica, explicando los elementos extramusicales de las Sonatas del Rosario de Heinrich Ignaz Franz von Biber (1644-1704). El segundo factor fue la bellísima combinación de los misterios con la poesía de los siglos XVI y XX y el recitado a cargo de la escritora conquense Amparo Ruiz Luján, que profundizó en la carga expresiva de estas piezas del barroco medio y generó mayor implicación emocional. El tercero, la inmensa labor de MUSIca ALcheMIca. La sincronía entre ellos era perfecta y los colores desprendidos de la combinación del violín y los elementos del continuo no tenían fin. La tiorba, el clave, el órgano y la viola da gamba generaron mundos muy diferentes cuando sonaban solos o en tutti.
Y de Lina Tur, poco puedo añadir a lo dicho. Hoy por hoy es la reina del violín historicista. Ayer, con la dificultad de la scordatura (cambios de afinación) el resultado no fue sólo perfecto en lo técnico, sino intenso y arrollador en lo emocional. Es un animal interpretativo, sin concesiones ni relajación; atrapa desde el primer sonido y te hace viajar a un mundo arrebatador y lleno de contrastes.