La escritora Paloma Sánchez-Garnica, autora de títulos tan celebrados como La sospecha de Sofía, Últimos días en Berlín o Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido, será la encargada de abrir la Feria del Libro Cuenca Lee 2025 con un pregón cargado de emoción, reivindicación del poder de la literatura y un profundo amor por los libros, los lectores, los libreros y los escritores. En esta entrevista habla de lo que significa para ella este honor, de su vínculo con Cuenca y de la energía que recibe cuando se encuentra cara a cara con quienes la leen. El pregón tendrá lugar el próximo martes, 29 de abril, a las 18 horas en el escenario de la feria.
—En primer lugar, ¿cómo afronta el pregón de la Feria del Libro de Cuenca de este año? ¿Qué ha significado para usted que la nombren pregonera?
—Pues, básicamente, es un honor. Un gran honor ser la pregonera de una feria del libro, y además de Cuenca, que cuida tanto estas cosas. No es la primera vez que voy allí y sé cómo se cuida a los libros y a los libreros, que son la base fundamental de una feria del libro. Es una forma de resaltar un trabajo que creo que se organiza con mucho esfuerzo. Así que, como te decía, es un honor. Espero estar a la altura y, sobre todo, voy con mucha ilusión… y también con unos pocos nervios.
—¿Qué le gustaría transmitir a los lectores de Cuenca en su pregón?
—La magia de la literatura. Lo que significan los libros, los lectores, los escritores, los libreros… El sentido de toda esa amalgama que forma una cadena extraordinaria que crea un universo que nos transporta a una vida mejor, más enriquecedora, con más capacidad para pensar, con más vocabulario para dialogar, aprender, enseñar, amar, sentir… En el pregón iré paso a paso por cada uno de esos elementos fundamentales: los libros de papel —por supuesto—, la lectura y su significado, los lectores —que son esenciales, porque sin ellos nuestros personajes carecerían de sentido—, los escritores y, cómo no, los libreros, que son claves en todo esto.
«Cuando terminas de leer un libro en papel, lo dejas en casa y cada vez que pasas por su lado, lo ves, lees el título, el nombre del autor… Te queda algo físico que llega más»
—En plena era digital, parece que el papel pierde fuerza, pero la venta de libros en formato físico sigue aumentando. ¿Qué opina?
—Absolutamente. Te lo digo yo, que estoy en una editorial desde hace veinte años y he vivido la crisis de 2008-2010, la del papel con la pandemia, cuando directamente no había papel. Y, sin embargo, una de las cosas buenas que trajo el Covid —que fue una catástrofe en muchos aspectos— es que mucha gente redescubrió que hay vida más allá de las pantallas. Y la encontraron en los libros. El libro de papel es insustituible. Existen el e-book o el audiolibro, que ayudan a acercarse a la literatura, pero el tacto del papel, el peso del libro, la sensación de tenerlo entre las manos… eso no se reemplaza. Siempre lo comparo con las videollamadas durante la pandemia: cuando te despedías de alguien, dabas al puntito rojo y se iba la pantalla, se quedaba en negro. Pero cuando te despides de una persona cara a cara, te tocas, te abrazas, la ves alejarse. Con el libro ocurre igual: cuando terminas de leerlo, lo dejas en casa y cada vez que pasas por él, lo ves, lees el título, el nombre del autor… Te queda algo físico que llega más. Las editoriales están muy contentas porque el libro sobrevive. Y, además, ahora hay un fenómeno fan entre adolescentes por esas ediciones especiales tan bonitas, que al final son el germen de los lectores del futuro. Bendito sea.
—No va a ser la primera vez que visite Cuenca. ¿Tendrá ocasión de disfrutar un poco de la ciudad o solo estará para el pregón?
—No voy a poder quedarme mucho más, porque estoy un poquito a tope. Iré al pregón, por supuesto firmaré ejemplares y atenderé a todos los lectores que quieran acercarse, pero luego me volveré a casa. Al día siguiente tengo que ir a Valencia y después me voy a Latinoamérica, así que estoy bastante apretada de agenda. Además, entre medias estoy trabajando en mi nueva novela, así que tengo que volver a casa cuanto antes.
—¿Qué destacaría de Cuenca en las ocasiones que ha podido visitarla?
—Bueno, aparte de la gastronomía, que recuerdo muy bien —porque fui a Cuenca con mis hijos cuando eran pequeños, en plan turistas—, también recuerdo estar en la feria, creo que fue en 2022, cuando fui finalista del Premio Planeta. Recuerdo especialmente la plaza de España, donde se desarrolla la feria del libro, que es muy amplia. Y, por supuesto, la visión de las Casas Colgadas. También hay una zona fuera de la ciudad, con unas piedras espectaculares… La Ciudad Encantada. Lo recuerdo perfectamente. Hemos viajado con mis hijos y ahora mis hijos viajan con mis nietos (risas).
«Encontrarme con los lectores me carga las pilas. Me ayuda a afrontar esos momentos de bajón, de desazón, de preguntarme ¿qué estoy haciendo aquí?»
—¿Qué le aporta, personalmente, encontrarse con los lectores y poder charlar con ellos?
—Me carga las pilas. Muchas veces llegan lectores y se me ponen delante, nerviosos. Me lo dicen, incluso, que están nerviosos. Les tiembla la voz, se emocionan… Y eso me conmueve profundamente, porque me doy cuenta de que lo que yo hago en la soledad de mi espacio, con mis libros detrás y durante tanto tiempo sin saber si lo que estoy haciendo merece la pena, pues sí, sí lo merece. Solo por emocionar a una persona de esa manera ya compensa. Me ayuda a afrontar esos momentos de bajón, de desazón, de preguntarme “¿qué estoy haciendo aquí?”. Entonces recuerdo esas miradas, esas sonrisas, esas manos que me dan y me aprietan… ese contacto, que es inigualable e insustituible.
—Y si tuviera que recomendar un solo libro a los lectores de Cuenca para este 2025, ¿cuál sería?
—Bueno, yo por supuesto recomendaría “La Victoria”, que es mi último libro. Aunque también siempre digo que si no se han leído ninguno de mis tres títulos (Últimos días en Berlín, La sospecha de Sofía y La Victoria), que los lean cronológicamente: primero Berlín, luego Victoria, que trata la posguerra, y por último La sospecha de Sofía, que ya nos lleva al Berlín del muro.
—¿Podría hablarnos un poco sobre su próximo proyecto?
-Soy muy reservada con esto. Me da mucho pudor hablar de estas cosas, ya que es algo muy personal. Ahora mismo, este proyecto es solo mío, son mis personajes, y no quiero compartirlos con nadie. Solo lo sabe mi marido, que es el primer lector. Él me ayuda con la documentación y está a mi lado en todo este proceso, pero no puedo decir más. Mi forma de escribir es muy libre, y cada autor tiene su propio proceso. Hay compañeros que necesitan un plazo para entregar porque, si no, no se ponen a escribir. Necesitan esa presión mental de tener que entregar algo, pero yo no. Para mí, es todo lo contrario: no puedo tener un plazo. Necesito sentirme libre, espontánea, sin la presión de los plazos. Si durante un mes estoy mirando al cielo sin escribir, no me preocupa, porque nadie me exige nada. No tengo un lector que me imponga plazos o temas. Esto ha comenzado, pero no soy yo quien manda las historias de mis personajes, no tengo ni idea de hacia dónde van.