Lola Porras es la responsable provincial de Voluntariado de Cruz Roja en Cuenca, ella ha vivido de primera mano el trabajo con personas en situación vulnerable en la provincia pero, como tantas otras personas, no pudo acudir a Valencia en aquella primera ola de solidaridad tras el paso de la Dana. Hace una semana que se desplazó a Valencia junto a un equipo de respuesta social, denominado equipo de Apoyo logístico y Distribuciones. Esta dotación colaboró en la entrega de deshumidificadores, placas eléctricas de cocina, kits de limpieza, ropa de abrigo, colchones y somieres a las familias damnificadas que lo solicitaban. Porras señala que había vivido la historia de la Dana a través de los medios de comunicación pero nunca imaginó cómo sería la situación cuatro meses después: «yo pensé que ya no iba a ver la desolación que hay todavía, en algunos pueblos parece que hubiera estallado una bomba o que hubiera pasado una guerra por el destrozo impresionante que aún se ve».
Cada mañana, el equipo en el que Lola participaba organizaba las rutas de reparto en los municipios más afectados. Su objetivo era ayudar a la población a eliminar la humedad que aún persiste en sus hogares, continuar con las tareas de limpieza o reponer mobiliario básico y electrodomésticos necesarios para poder cocinar. Este grupo de voluntarios ha estado en primera línea desde el minuto cero y han establecido un contacto directo con los afectados. Es precisamente esa cercanía en la que Porras ha vivido los momentos más impactantes como voluntaria en Valencia: «para mi fue muy impactante hablar con un señor mayor que venía a buscar ayuda y me contó que había perdido a su hijo de 49 años ahogado en la Dana».
El apoyo material permite a aquellos que lo perdieron todo cosas que suelen normalizarse, como cocinar y comer caliente, tener un nivel de humedad adecuado para evitar enfermedades o dormir sobre un colchón, algo que, tal y como afirma Porras «se ha convertido prácticamente en un lujo para los afectados», «hablamos de personas que te contaban que tuvieron que salir corriendo de sus casas en plena tromba de agua porque inmediatamente después su vivienda se vino abajo, son personas que han luchado por sobrevivir y han tenido miedo a morir ahogados», señala.
Además de diferentes objetos utilitarios, Cruz Roja también ha aportado ayudas económicas gestionadas a través de tarjetas monedero, cuyo importe varía según la composición de la unidad familiar. Estas tarjetas permiten a los beneficiarios adquirir lo que realmente necesitan, ya sea ropa de cama, muebles o costear alguna reparación y cuestiones básicas fundamentalmente como la alimentación, la higiene o los productos de limpieza. La ayuda estándar es de 657 euros para cubrir necesidades básicas. Las compras pueden realizarse en cualquier comercio que acepte pago con datáfono, aunque Cruz Roja recomienda priorizar los negocios locales. Sin embargo, el dinero no se entrega en efectivo ni puede utilizarse para la compra de alcohol o tabaco.
Tan importante o más que el apoyo material de la ONGs y administraciones es el apoyo psicosocial, que hace sentir el calor humano a los afectados y les hace ver que siguen presentes tras la tragedia, ahora que con el paso del tiempo el foco mediático ha disminuido y ya no se ven las grandes oleadas de voluntarios de las primeras semanas. Cruz Roja ha trazado un plan específico de actuación previsto para tres años con el objetivo de paliar los efectos de la DANA. Este plan incluye la entrega de bienes, ayudas económicas y atención psicosocial, apoyo en desplazamientos, rehabilitaciones de viviendas con criterios ambientales, reactivación de negocios, y todas aquellas necesarias para contribuir a reestablecer la normalidad de las familias y comunidades afectadas. Parte de esa normalidad es el contacto estrecho con las familias, que a veces simplemente necesitan apoyo sin que se les juzgue y otras necesitan una escucha activa, Lola señala que «nos invitaban a pasar a sus casas y aún con las paredes limpias se sigue notando al punto donde llegó el agua».
Ciertos colectivos han vivido con mayor vulnerabilidad si cabe esta tragedia, algo que se evidencia aún más con el paso del tiempo. Lola señala que el apoyo que personas anónimas y familias han mostrado ha ayudado a muchos damnificados, pero que «hay otras personas que ya estaban en situación vulnerable y que lo poco que tenían se lo ha llevado el agua, no tienen casa donde vivir ni familia que pueda ayudarles. Las personas mayores son otro de los colectivos más vulnerables tras la tragedia. Además de acompañarles, Cruz Roja está facilitando la movilidad de personas con problemas de movilidad mediante la entrega de camas articuladas, andadores, sillas de ruedas y grúas. A día de hoy la inmensa mayoría de edificios afectados aún no cuentan con ascensor y gracias a los voluntarios estas personas pueden salir a la calle, «había ancianos a los que ayudábamos que nos daban las gracias porque llevaban más de tres meses sin poder salir de su casa», asegura Lola.
Aunque la voluntad de prestar ayuda es, ha sido y seguirá siendo la principal vocación de Cruz Roja, la organización también ha sufrido las consecuencias de la catástrofe. Varias sedes quedaron destruidas, incluida la sede de Mira en Cuenca, también vehículos, algunos miembros del personal resultaron damnificados y varios voluntarios perdieron familiares en la tragedia.
La ayuda de Cruz Roja, en imágenes





