La Covid-19 ha cercenado hasta los pentagramas. La situación excepcionalmente anómala producida tras la declaración del estado de alarma, causó la suspensión del contrato de prestación de los servicios de la Banda de Música, suscrito entre el Ayuntamiento y la Asociación Musical Virgen de la Luz de Cuenca en enero.
Ante la imposibilidad de ejecutar lo acordado, «por la situación creada como consecuencia de la Covid-19 y las medidas adoptadas por el Estado y el resto de las Administraciones Públicas», los músicos tuvieron que confinarse con sus instrumentos «por el tiempo indispensable hasta que la prestación pueda reanudarse».
El presidente de la Banda de Cuenca, Jesús Segovia, recalca que esa suspensión no fue decisión del Ayuntamiento, sino que viene marcada por el Real Decreto del Estado de Alarma que reflejaba una instrucción de obligatoria aplicación. Sin embargo, sí que señala que la reanudación de la actividad de los músicos depende ahora de la determinación del consistorio: «La piedra está en su tejado desde que se ha pasado el estado de alarma. Si ellos quisieran, al día siguiente podríamos haber empezado, lo que pasa es que de momento nos lo estamos tomando con calma porque no hemos podido reunirnos todavía».
De momento, el tempo es adagio después del parón total en la actividad de la banda, pero una vez que ha vencido el estado de alarma ya se podría empezar a recuperar al menos los ensayos: «No podemos ensayar toda la banda junta porque somos muchos, pero sí que queremos empezar por partes y estamos negociando con el ayuntamiento en ese sentido porque en principio ya se podría» comenta Jesús.
Ante esta situación, desde la banda se han calculado las dimensiones del local donde ensayan para conocer la viabilidad de volver a tocar juntos: «Separando las sillas de cada uno sus dos metros y haciendo ensayos por grupos se podría hacer» afirma el presidente.
De hecho, Jesús adelanta que es posible que empiecen de nuevo dentro de muy poquito ya que «las condiciones del local se dan». Ahora solo falta buscar la manera de hacerlo oficial junto con el consistorio para que el contrato que está suspendido se reanude. Se están valorando posibilidades para el «da capo» y por eso, desde la banda proponen que en lo que queda de aquí al final de año se pueda añadir alguna actuación más: «Nosotros no tenemos ningún problema de hacer alguna procesión, algún conciertito, algún pasacalles, siempre y cuando se reúnan las condiciones de seguridad de la gente» cuenta.
Una vez suspendidas las fiestas tanto de San Julián como de San Mateo, deberán buscar otro tipo de actuaciones en las que no vaya toda la banda: «No podemos ensayar obras de concierto porque en principio solo vamos a poder tocar la mitad banda por lo que habrá que buscar otro tipo de obras que puedan funcionar con menos músicos» considera Jesús.
El futuro es incierto pero ya hay precedentes en otros lugares en los que ya se han celebrado actuaciones con un número reducido de músicos, con medidas de seguridad y distanciamiento del público. Según estos músicos conquenses, la Orquesta de la Comunidad de Madrid o la Banda Municipal de Albacete ya han empezado a hacer conciertos con menos gente. El problema es que en la Banda de Cuenca son cerca de 70 músicos y «para ser viable tendríamos que dividirnos» dice el presidente.
El fútbol suena diferente
La pieza más tocada actualmente en la Banda de Cuenca es «incertidumbre» y la nota que no deja de sonar es «SI mayor»: ¿y SI no se permiten los conciertos?, ¿y SI hay rebrotes?, ¿y SI se complica la situación?
Miriam Castellanos es una de las músicas con más trayectoria en la Banda de Cuenca. Es saxofonista y conjuga el desempeño con el instrumento junto con la labor como docente en la Escuela Municipal de Música y Artes Escénicas Ismael Martínez Martín y la Facultad de Educación de la UCLM. Para Miriam, «es una incógnita saber cuándo podremos tener la banda tal y como la teníamos antes».
La saxofonista se muestra disgustada por la diferencia que a su parecer se está dando a algunas disciplinas deportivas respecto a por ejemplo la música: «En el fútbol por ejemplo, hay un contacto físico y eso sí se permite y sin embargo en el caso de la música tenemos que aplicar la distancia mínima de seguridad e incluso saber la propagación de la velocidad del aire de cada instrumento según la proyección del soplo». Miriam cuenta que se está planteando una suerte de protocolo para los instrumentistas de metal, al producirse condensación dentro de sus instrumentos fruto del soplo de aire caliente: «Se está valorando la opción de poner un cacharrito para que caiga esa condensación ahí, limpiar el instrumento de una manera determinada, dejar los estuches en otro sitio…».
Esa comparación con el fútbol, la comparten el resto de sus compañeros, pero entienden que son realidades distintas principalmente en el asunto de la financiación. Respecto a este tema, Miriam considera que «el que organiza el fútbol es una entidad privada y hay mucho dinero de por medio con la televisión y demás, pero en el caso de la banda dependemos de una institución pública». En esta línea, Jesús considera que el mayor problema que tiene ahora mismo la música es la dependencia de terceros: «Nosotros no somos como una empresa que ya puede trabajar y entonces lo hace. Nosotros estamos a expensas de que los que nos contratan nos digan que nos pueden contratar y todo el mundo tiene mucho miedo ahora mismo».
Por eso, los músicos reivindican la igualdad en el trato a la hora de retomar la actividad. Joaquín San Julián es más conocido como Quino. Compagina su labor como trabajador del Instituto Municipal de Deportes del Ayuntamiento con los ensayos de la banda junto con su inseparable bombardino. Quino no entiende por qué a la música no se le permite volver cuando se pueden unas medidas de seguridad pero sin embargo sí se reabren los bares: «Todos tenemos que comer» reclama.
En la música el partido se juega todos los días
La Covid-19 ha sido un contratiempo para todo el mundo, pero sobre todo para la gente joven que está empezando y que no tiene más ingreso que el que le aporta la banda de música. Al respecto, Quino cree que «algunos jóvenes van a plantearse si de verdad les merece la pena seguir en la banda hasta que se vuelva a poner en marcha. Si antes ya iba justito por el tema que compaginar el estudio con la banda ahora todo se complica todavía más».
Para aquellos que no sepan cómo funciona la retribución de la banda, su presidente lo explica de forma sencilla: «Prácticamente somos voluntarios y se nos compensa por la inversión que nosotros hacemos para poder participar en la Banda de Música. Básicamente el ayuntamiento nos da un dinero para compensarnos el hecho de que no somos profesionales pero es un trabajo que realizamos y que hay que recompensar de alguna manera porque si no la gente no respondería». Miriam por su parte añade que «es un dinerillo que nos viene bien a todos para arreglar nuestros instrumentos y tenerlos a punto».
Jesús considera que pese a que en principio nadie va a causar baja, «alguno puede pensárselo, sobre todo entre los más mayores o la gente joven que reside fuera de Cuenca y que depende en gran medida del pequeño ingreso de la banda para pagarse estudios o el piso en Cuenca».
La explicación a este desafine económico, se encuentra según estos músicos conquenses en el poco reconocimiento que tiene la música: «La gente cree que vivimos del aire y la visión que hay de los músicos es que están de fiesta» se lamenta Miriam. Lo que no se ve es la continua formación y esfuerzo que tienen a lo largo de su vida: «Un músico se inicia con 8 años, aunque ahora con las escuelas de música pueden iniciarse con 4 e incluso con 3, y ya no lo deja hasta que se jubila o por un impedimento» dice la saxofonista.
Compaginar el estudio en el conservatorio con el instituto o el trabajo supone un gran esfuerzo, además del desembolso económico que significa la compra de un instrumento. Sin embargo, según Miriam «no se valora ni el esfuerzo de formación ni el económico».
Estos músicos consideran que, por desgracia, la imagen que se proyecta es la del festejo y el carácter lúdico de la música y no tanto la parte del trabajo que conlleva: «La gente quiere música y jolgorio y que toques, toques y toques pero no se dan cuenta que el que está en la charanga, por poner un ejemplo, está trabajando» dice Quino.
Por su parte, Jesús considera que aquellos que tienen un conocido o familiar en la música sí que entienden y respetan su labor: «los que no tienen relación con la música son los que se piensan que la música es solo fiesta».
La labor de un músico ya sea profesional o no lo sea, e independientemente de que esté tocando en la banda es siempre ardua y trabajosa. Recuperando el ejemplo deportivo, Miriam considera que un músico es como un deportista; si no entrena no puede estar a tope cuando llega el momento decisivo: «Tienes que llevar una práctica diaria para que cuando llegue ese momento la embocadura esté, el soplo esté y eso es un trabajo que no se deja nunca de hacer».
El trabajo de un músico no es solo lo que se ve: salir y tocar. Durante el confinamiento, los que más han podido comprobar este proceso han sido los vecinos: «Hemos ensayado más en casa y los que viven en nuestros edificios sí que se habrán dado cuenta de lo que es la labor del músico».
Cambiar el tempo no modifica la melodía
Por otro lado, Quino y Jesús que la situación tan extraña de este año va a hacer que se ponga en valor la música cuando esta se eche de menos: «Cuando la gente vea que este año no van a tener fiestas ni verbenas y no va a haber bandas o charangas, se van a dar cuenta de lo que era» opina Quino. Por su parte Miriam es más escéptica en este sentido: «Al igual que decían que está situación nos haría reflexionar y cambiar como personas y estamos viendo que no es así, yo creo que con la música va a pasar igual».
Lo que está claro es que la Covid-19 va a obligar a cambiar muchas cosas y la Banda de Cuenca no va a librarse de esta adaptación. «Hay que renovarse en cuestión de las circunstancias y si no se puede tocar toda la banda habrá que hacer conciertos chiquititos» opina Miriam.
Una de las cosas en las que creen que hay que dar un vuelco para bien es en el tema del público, lo cual va directamente ligado con los horarios: «El público de la banda es sobre todo gente mayor y no tiene sentido hacer un concierto un sábado a las 11 de la noche porque los mayores salen a cenar y no les da tiempo y los jóvenes están a otras cosas a esas horas» dice la saxofonista.
Jesús opina que «hay cosas que se hacen porque toda la vida se han hecho así ,pero ahora tenemos la oportunidad de cambiarlo» y espera que esta pandemia sirva como punto de inflexión para reinventar el mundo de la música para bien.
Pero a veces, adaptarse a la nueva normalidad es más difícil de lo esperado. La única de los tres que ya ha tocado con público ha sido Miriam y la experiencia ha sido difícil: «Al músico le gusta es tener al público, pero ahora estamos alejados de él como si fuéramos focos de infección. A mí me ha impactado tocar en esas condiciones» relata.
A pesar de todo, afirman que están deseando «volver y tocar juntos» pero discrepan en lo que le piden al porvenir. Jesús y Quino solo piden quedarse como están: «Tenemos una buena banda con muy buen ambiente y con que no se pierda eso yo me contento» afirma el presidente.
Por su parte Miriam va un poco más allá en la reivindicación pidiendo a todo el mundo que defienda a la banda de la mejor manera posible; yendo a verla: «A mí me gustaría que la gente se acuerde de nosotros y al igual que se pide apoyo al comercio local que se pida apoyo para la Banda de Cuenca» pide la saxofonista.
Los músicos conquenses tan solo piden que no se cambien las notas para que no se trastoque la melodía. Si se mantiene la partitura no importa que se pierda algo el ritmo y así la Banda de Cuenca no tendrá que irse con la música a otra parte.